Así era Panamá cuando nació el niño millón: Alberto Velásquez

Actualizado
  • 30/09/2018 02:00
Creado
  • 30/09/2018 02:00
En 1958, el periodista y exgobernador recorrió el país para promover el registro de niños recién nacidos y el programa del Niño Millón. El Panamá que vio entonces era muy diferente al de hoy

En el imaginario popular panameño, la historia del Niño Millón ha pasado a ser una de promesas incumplidas, de utilización de los símbolos populares para ventaja de los poderes económicos y políticos y el statu quo .

Para el periodista y exgobernador de la provincia de Panamá Alberto Velasquez, la cosa no es tan así.

‘Cándido Aizprúa, el Niño Millón, tuvo todo lo que necesitó hasta que salió de la adolescencia', considera el profesional de las comunicaciones.

Tal vez tuvo que luchar durante 40 años para que se le otorgara el título de propiedad que le asignaba la Ley 51 de 1958, pero el Gobierno sí mejoró la casa de sus padres en el año 1959 y pagó los gastos de sus estudios primarios; los promotores del concurso sí llegaron a darle los obsequios prometidos, la mayoría de los cuales eran productos básicos, como leche, pañales y otros suministros para bebé.

Velásquez sabe lo que dice. El vivió de cerca los acontecimientos. Estuvo allí.

Así nos lo hizo saber tras publicarse en este periódico el artículo ‘Cándido Aizprúa, Niño Millón y esperanza de un pueblo', el domingo pasado.

‘El tema es uno que me apasiona', escribió. ‘La promoción del Niño Millón fue mi primera experiencia como comunicador'.

Intrigados por su mensaje electrónico y con la idea de enriquecer la historia contada la semana pasada, nos reunimos con él.

EL DEPARTAMENTO

Alberto Velásquez es un hombre curtido, ya de 80 años, aunque no los parezca. Han sido años bien vividos, que se entrelazan con la historia profunda del país. En los sesenta trabajó como comunicador y periodista en El Panamá América ; en los setenta fue encargado de prensa para los ministerios de Desarrollo Agropecuario y Educación. En los ochenta fue gobernador de la provincia de Panamá y en virtud de este puesto le tocó supervisar la selección de balotas de la Lotería Nacional durante tres años; se relacionó con figuras como Harmodio Arias, Ricardo Lince, Anel Béliz, los hermanos Samuel y Gabriel Lewis Galindo, Roberto Díaz Herrera, Omar Torrijos y muchos más.

En 1958, mientras estudiaba ingeniería en la Universidad de Panamá, participó en el movimiento estudiantil que intentó forzar al gobierno a destinar más fondos a la educación; vio morir a compañeros estudiantes de manos de las fuerzas de la Policía Nacional.

Entre todas sus vivencias, rememora con especial cariño las relacionadas con el Niño Millón; su primera experiencia laboral.

Cuando Panamá alcanzó su primer millón de habitantes en el año 1958, Velásquez era un joven de 20 años, graduado del Instituto Nacional y con un título de periodismo del Instituto Justo Arosemena. Su profesor y mentor Anel Béliz lo había recomendado para ocupar la posición de jefe de información de la Dirección de Estadística y Censo de la Contraloría General.

‘Era un departamento muy serio, muy bien llevado por la señora Luisa Quesada', recuerda Velásquez.

Había sido organizado por la respetada demógrafa panameña Carmen Miró, quien, al ser contratada por las Naciones Unidas y trasladada a Chile, dejó a un equipo profesional muy bien organizado.

Al igual que Miró, ‘Quesada era una mujer seria y preparada' y su equipo -integrado, entre otros, por personas como Gerardo González Vernaza, Juan de Dios Villa y Carmen Mata-, también lo era, dice nuestro entrevistado.

‘Existía una mística, una tremenda conciencia de la importancia de contar con estadísticas vitales, agropecuarias, económicas, para la planificación de políticas y programas de Estado', dice.

Velando por la exactitud de la data, el departamento buscaba formas de subsanar el serio problema que se daba, especialmente en el interior de la República, donde no estaba arraigada la costumbre de registrar a los hijos. Así fue como se concibió la idea de promover el nacimiento del habitante número millón.

‘Yo participé desde el principio, incluso en las reuniones para escoger el nombre del programa. Se hicieron varias propuestas como ‘El Hombre del Millón', ‘El Habitante Millonésimo', pero al final nos fuimos por ‘Niño Millón' porque era exacto, corto, efectivo ; lo decía todo de una vez'.

Después de elegir el nombre, los expertos, haciendo cálculos sofisticados de los nacimientos y muertes, determinaron el momento exacto en que el país alcanzaría el millón de habitantes. La hora y día se escribió en un sobre y se mantuvo en secreto en una notaría. ‘El día y hora eran solo conocidos por un grupo muy reducido, entre ellos, la señora Quesada y Balbino Moreno, quien tenía un alto puesto en la Contraloría y nos supervisaba', recuerda Velásquez.

LA CAMPAÑA

Como jefe de información del departamento, a Velásques le correspondió viajar al interior de la República para ejecutar la intensa campaña de promoción que intentaba motivar a las familias a inscribir a tiempo el nacimiento de sus hijos.

‘El mensaje era simple. Aludíamos al orgullo de alcanzar el primer millón de habitantes y a la oportunidad de ganar buenos premios para los padres que tuvieran la suerte de que su hijo naciera en la hora ‘M', cuenta Velásquez.

‘Recuerdo que la Caja de Seguro Social nos prestó lo que entonces era una ‘unidad móvil', una camioneta Chevrolet grande, con dos parlantes y un micrófono, a cargo de un extraordinario caballero de apellido González. Nos tocó una gira intensa. Recorrimos todo el país'.

González, el conductor de la ‘unidad móvil', era el hombre perfecto para el trabajo: ‘era un hombre fuerte, galano, dispuesto al trabajo como pocos he visto en mi vida… se conocía el país perfectamente', dice.

‘Iniciamos por La Chorrera, que entonces quedaba bastante lejos. Arraiján prácticamente no existía. Trabajamos de noche y de día. Nos metimos por todos los campitos, nos acercábamos a donde viéramos la más pequeña lucesita encendida... algunos caminos eran malos y otros peores... Como era época llluviosa tuvimos algunos inconvenientes con el lodo, pero González empujaba el carro y seguíamos adelante'.

‘Antes de esa experiencia, yo solo había llegado hasta Río Hato, que era donde terminaba la carretera de cemento. Pero este viaje me permitió conocer el país por primera vez a fondo. En especial, Azuero me llamó mucho la atención. La gente era muy diferente a la que yo conocía, muy atenta, amable y acogedora; no existía ninguna malicia hacia los visitantes'.

Las que son hoy ciudades como Chitré y Las Tablas, Velasquez las recuerda como villorios, donde las casas eran de quincha y predominaban las letrinas y escaseaba la luz eléctrica.

‘Vimos mucha pobreza, pero era una pobreza diferente a la de ahora... era una pobreza digna. La gente vivía con lo que tenía a su alrededor; comía el arroz y el maíz que cultivaba o lo que le daban sus dos o tres vaquitas; se subsistía sin ambiciones de tener nada... pero la gente era seria'.

LA PROMOCIÓN

‘Entonces no había otra forma más efectiva de llegar a las poblaciones del interior de la república que la radio; por eso complementábamos los mensajes de la unidad móvil con mensajes desde las estaciones de radio locales. Recuerdo haber hablado en todas las emisoras interioranas de la época: Provincias Centrales, Radio David, y muchas otras'.

‘Yo elaboré una especie de eslogan: ‘registre a tiempo el nacimiento de su hijo porque él puede ser el Niño Millón'. No era una cosa tan complicada, pero en retrospectiva, tengo la impresión de que a la gente eso del Niño Millón, no le causaba mayor interés… no existía la visión para entender todo lo que implicaba el hecho de llegar a un millón de habitantes'.

LOS REGALOS

Uno de los componentes más llamativos de los eventos que rodearon el nacimiento del Niño Millón fueron los obsequios prometidos por el gobierno y muchas empresas al Niño Millón.

‘A mí me tocaba recibir las cartas de las empresas y compilar el listado de regalos para mantener al día a los periodistas. Recuerdo tratar principalmente con Fulele Calvo de La Hora y Cristóbal Sarmiento del Panamá América , quienes dieron seguimiento a este tema que era de mucho interés para la población. La mayoría de los regalos que se ofrecieron eran productos de primera necesidad, como leche, pañales, alimentos enlatados, ropa, algunos muebles y otros artículos'.

‘La mayoría se le entregó a la familia Aizprúa', asegura.

Velásquez también recuerda la llegada del Niño Millón a la ciudad de Panamá: ‘Fue un espectáculo muy bonito'.

Lo demás, dice, es historia conocida.

‘Desafortunadamente, con los años, a Cándido, el campo se lo tragó… Su familia era muy humilde… y después de terminar la escuela primaria, su vida tomó el rumbo de cualquier otro campesino... Fue Omar Torrijos quien lo rescató. Para el General era muy triste que el que en un momento hubiera sido el símbolo del optimismo de los panameños hacia su futuro tuviera un destino tan oscuro. Omar Torrijos lo mandó a llamar y le ofreció un puesto como policía'.

"Creo que Cándido se lo merecía", indica.

Velásquez tiene muchas historias que contar, pero el tiempo apremia. Nos vamos despidiendo, no sin que antes surja, como en un último suspiro, el recuerdo de González, el conductor que lo acompañó durante la gira por el interior de la República en el año 1958.

"Era un hombre extraordinario. Más nunca lo volví a ver", dice, como queriendo hacer un homenaje nostálgico hacia esta persona con quien compartió momentos tan intensos y emocionantes y que sin duda es uno de los tantos héroes anónimos en nuestra historia común.

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