• 26/09/2008 02:00

En energía, aprendamos de EEUU

En Panamá pagamos precios altísimos por la electricidad, directamente a través de nuestros bolsillos e indirectamente con los impuestos ...

En Panamá pagamos precios altísimos por la electricidad, directamente a través de nuestros bolsillos e indirectamente con los impuestos —subsidios—. Hay una lección que aprender de los errores ajenos, y en este caso me refiero a uno grave cometido por EEUU, en materia de política energética.

En EEUU hay, hace unas dos décadas, una moratoria en la exploración y explotación de nuevos yacimientos petrolíferos. Esto surgió cuando el petróleo era aún barato, y el ambientalismo radical comenzaba a tener poder y popularidad. Cuando se discutía esto se llegó a advertir a los legisladores que esta moratoria causaría que a largo plazo se encareciera el petróleo y sus derivados, además de hacer que EEUU se volviese cada vez más dependiente del petróleo extranjero. Por supuesto, la euforia ambientalista terminó primando y se legisló la prohibición. Incluso en 1996, cuando el partido Republicano ganó mayoría en el Congreso, pasaron un proyecto de ley para levantar la prohibición y permitir la explotación del yacimiento de Alaska en ANWR —Reserva de Vida Salvaje de Alaska—, pero Bill Clinton ejerció su veto e impidió que se concretase la explotación petrolífera.

Ahora, en 2008, George Bush ha hecho un llamado al Congreso para levantar la prohibición de perforaciones en territorio de EEUU, señalando que con ello se reduciría la dependencia energética frente al Medio Oriente, y se abaratarían enormemente los costos los derivados del petróleo.

¿Por qué traigo esto a colación? Porque en Panamá tenemos algo similar al petróleo, llamado energía hidráulica. Con esa energía producimos electricidad, pero existe mucho potencial aún sin explotar. En gran medida, ello se debe a la enorme burocracia que implica una concesión para hidroeléctricas en Panamá. El resultado ha sido, previsiblemente, que la energía se nos ha ido haciendo cada vez más escasa, y en tanto que en la década de 1980 Panamá producía más del 90% de su electricidad mediante hidroeléctricas, hoy esta forma de generación apenas constituye el 55% de la capacidad instalada. El resto es generado mediante plantas térmicas que queman derivados de petróleo para producir electricidad. Ojo, me refiero a derivados de petróleo y no a combustibles fósiles en general, pues la generación de electricidad a partir de carbón —que es combustible fósil, pero no derivado del petróleo— sí es barata, comparable a lo barata que es la energía hidráulica.

Ahora, tampoco es recomendable depender 100% de la energía hidráulica, pues nos hacemos dependientes del clima. Es bueno tener un colchón de seguridad consistente en plantas térmicas, y para esto las plantas a base de carbón son las mejores, porque es una de las formas más baratas de generar electricidad. En fin, la lección de EEUU nos enseña que los efectos nocivos de una política, muchas veces tardan hasta décadas en mostrarse. De igual manera, aún cuando se corrija el error, los efectos positivos de la corrección también tardarán en verse. En Panamá, en efecto, se tardará unos años para que podamos contar con la energía de las hidroeléctricas que se construyan de aquí en adelante. Es por esto que no hay que dictar a la ligera políticas públicas que restrinjan el funcionamiento del mercado, en este caso, del energético, pues los platos rotos los pagamos los consumidores, el país en general, incluso por muchos años después de reconocido y enmendado el error.

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