- 27/10/2008 01:00
¿Cuál es el propósito?
La Prensa es un diario histórico, de luchas y ejemplos cívicos innegables. Pero una cosa era ese diario ayer, con dictadura y Sánchez Borbón en una experiencia de denunciante valeroso y arriesgándose ante mi general Paredes arbitrario, ordenando su cierre “desde ya” y luego contra un Noriega capaz de fusilar y colgar hasta a monjas.
La Prensa de hoy tiene otra agenda no tan oculta ya. Sus dueños, Bobby entre ellos, Chinchorro, Berguido y otros anónimos?, como ya no facturan ni la mitad que en la sufrida dictadura, hoy buscan un sensacionalismo digno del gran maestro Fulele.
La ética y la moral no son a medias, como una dama no puede estar ligeramente preñada. Bobby Eisemann, por ejemplo, se ha guardado un sitial de vanguardia moral de la patria más grande que Endara, como el factótum que señala a los presidentes lo bueno, lo malo y lo feo. No le quito méritos a sus luchas, su inteligencia y su sufrido exilio en Guayaquil ni le disminuyo sus razones para odiar a Omar y todo lo que huela a Torrijismo.
Hoy Bobby es San Eisemann, pero olvida acciones de ayer, cuando pecaba como yo y como todos. ¿Por qué lo digo una vez más? Porque él, que es fiscal público e infalible, así como hoy ataca a Daniel Delgado Diamante, debe mirar hacia atrás, unos 38 años en su pasado y recordar cuando no poseía la alta sensibilidad cristiana de hoy, cuando no pensaba en presidir fundaciones de libertad ciudadana, cuando incluso ignoró una sagrada palabra empeñada por su gran progenitor y filántropo, el Eisemann fundador del Coronado moderno, cuando enfrentado a un sacerdote rebelde, lleno de coraje espiritual, el joven cura de entonces, Carlos Villalobos, párroco del área de Chame, que pugnaba porque no sacaran por la fuerza de los terrenos de la familia Eisemann a un grupo de campesinos muertos de hambre con proles famélicas, que tenían muchos años de ser precaristas de esas tierras privadas y sin otras posibilidades de vida y alimentos.
Pero, los terratenientes querían sacarlos, con sus razones legales, con la fuerza de la ley y las armas de la Guardia Nacional, que entonces eran muy buenas para proteger su honra y sus bienes, usando empujones y culata, sin importarles los derechos humanos de primera generación que él tanto defiende hoy, en el caso señalado, el de la vida y el pan de los campesinos y sus familias; pese a que el patriarca Eisemann, su padre y guía, cerca de su muerte, acordó generosamente pactar por escrito con el padre Villalobos que le dejaba a los campesinos 50 hectáreas, a un precio bajísimo por hectárea, casi un regalo cristiano, y Bobby impulsivo y arrogante no sólo negó la promesa solemne de su padre, sino que mandó amenazas de muerte al sacerdote, por vía de un capataz y fue el propio general Torrijos quien avisó al cura que dejara ese lío, que podía terminar muerto, que los proyectos millonarios de campo de golf y villas lujosas no iban a quedar pegados a esos campesinos que consideraban demasiado hediondos para estar en ese sector de lujo. El padre Villalobos me perdonará en el lío testimonial en que lo meto, pero el religioso está vivo, coleando y Bobby y yo podemos ir, con Santiago Fascetto de testigo, a la parroquia de La Locería y preguntarle si lo que yo afirmo es cierto o falso. A la orden Bobby. Hasta el próximo lunes.