• 28/06/2009 02:00

La esperanza en el nuevo gobierno

Hay veces que en la vida te ilusionas con algo, en ocasiones fácilmente realizable y a veces no tanto.

Hay veces que en la vida te ilusionas con algo, en ocasiones fácilmente realizable y a veces no tanto.

En esas cosas difíciles, aunque veamos que hay un montón de obstáculos, se puede sentir dentro de nosotros una pequeña ilusión que nos hace pensar que realmente lo que deseamos puede cumplirse. Y esa ilusión se puede presentir hasta el último momento; por eso decimos que la esperanza es lo último que se pierde.

Ya se acerca la hora del anunciado cambio.

Y es muy importante no titubear ante este importante ciclo de nuestra existencia como nación con la conciencia de que asumimos una importante responsabilidad histórica.

No obstante, todos tenemos un yo interno que muchas veces se ha de desorbitar y si no se es consciente nos puede llevar a hacer cosas que no son buenas y el apego es una de ellas: a los bienes materiales, al control de la autoridad, y hasta por el poder que otorga el dominio de un país, por el solo hecho de llenar un vacío interno.

Y hablando de egolatría, me quiero referir al caso del Sr. Bosco Vallarino. Con tantos desaciertos de parte de las autoridades para esclarecer el problema suscitado y que nadie se pone de acuerdo para acabar con este relajo jurídico, el señor en mención parece tener un apego al capricho, al infantilismo y a la inmadurez características propias de los niños. Y, utilizar las lágrimas y la sensiblería como herramienta para manipular a los demás, es incorrecto y peligroso.

En Panamá hay juristas con mentes brillantes, sin embargo, hay quienes interpretan las leyes a su antojo para beneficio del Sr. Vallarino. Los Estados Unidos ya dijo “es ciudadano americano”.

Como especialista de la conducta humana, éste es un caso patético: primero ocultó evidencias que lo implican en un hecho que va en detrimento de las leyes de nuestro país, segundo mintió y luego termina engañando a toda una nación.

Es auténtico aquel que es honrado, fiel a sus orígenes y convicciones. Y este no es el caso del alcalde electo. Declinar sería lo acertado.

Por otra parte, no podemos darnos el lujo de quedarnos cruzados de brazos.

No nos acobardemos frente a la gran tarea de colaborar con nuestro esfuerzo en la transformación de nuestra sociedad tan maltrecha y tan golpeada por la cantidad de muertes sin razón, por la desvalorización que se le ha dado a la vida y por la falta de valores humanos.

Todos tenemos el derecho de vivir con dignidad, en un marco de justicia, de tranquilidad y de armonía, donde nadie se quede por fuera.

Hay que adentrarse. Hay que remar mar adentro, como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, con coraje, pero sobre todo con una gran esperanza, porque muchos panameños apostaron por Ricardo Martinelli en que no va a fallar porque piensan que es fiel a su palabra y, según él, lo que dice lo hace.

Sin embargo, hemos de aguzar la vista para verlo y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en “buenos ciudadanos” : poniendo nuestros brazos, nuestras manos, nuestras inteligencias, nuestra voluntad y sobre todo nuestro corazón, con entrega generosa, sin recortes ni egoísmos, sin miedo ni desesperación.

-La autora es especialista de la conducta humana.gemiliani@cableonda.net

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