Maduremos

CAMBRIDGE, Massachusetts. Las noticias, vistas desde lejos, dan una mejor óptica de lo que está pasando y cómo reaccionamos a ellas.

Dos eventos han ocurrido durante mi breve ausencia que me han dado qué pensar: el discurso del Prof. Julio Yao en el Cementerio Amador, y la muerte del Prof. Manuel Solís Palma.

He leído y releído el discurso que tanta irritación le produjo al vicepresidente Varela y no encuentro nada que no haya dicho el Prof. Yao durante toda su productiva vida de intelectual y nacionalista, como para producir aspavientos. Recuerdo que en ese mismo escenario me estrené como ministra hace 10 años, precisamente un 2 de Noviembre, cuando me designaron para hablar, y me circunscribí (no niego que con la ayuda de mi ilustrada madre) al hecho que se estaba celebrando la víspera de las efemérides patrias y ensalcé a los muertos que por ellas estaban allí sepultados. Quien haya seleccionado al orador y no le haya puesto cortapisas (que el Prof. Yao no hubiera aceptado) se equivocó, pero más pudo la intolerancia y la poca educación que el incidente ocasionó. En un país donde son pocos los que pueden dar cátedra de elocuencia y de conocimientos al mismo tiempo, es como un país de ciegos donde el tuerto es rey.

Más sorpresa me causó la reacción del gobierno actual, electo por una inmensa mayoría, ante la muerte de Manuel Solís Palma, quien fungió como ministro encargado de la Presidencia de la República por más de 15 meses en las postrimerías del régimen norieguista. Si bien es cierto que el país no aguanta un día libre más, no es ni elegante ni mucho menos decente emitir un comunicado donde se repita, textualmente que, en virtud de esta muerte, el gobierno no ha decretado día de duelo nacional “para alcanzar el cambio que toda la población reclama y el país merece”. ¿Hasta cuándo en campaña, sin empezar a hacer los cambios prometidos?

*Arquitecta y ex ministra de Estado.marielasagel@gmail.com