• 22/02/2010 01:00

Una Cuaresma desde Dios

Podemos recorrer los cuarenta días de la Cuaresma desde una perspectiva errónea, sin darles su auténtico sentido.

Podemos recorrer los cuarenta días de la Cuaresma desde una perspectiva errónea, sin darles su auténtico sentido.

¿Cuándo ocurre eso? Cuando vemos la Cuaresma como una tradición de la Iglesia sin mucho sentido en el ajetreado tiempo que nos ha tocado vivir; cuando buscamos maneras de hacer algunos sacrificios para tranquilizar la conciencia y “ cumplir ”; cuando soportamos con paciencia cuarenta días en los que nos esforzamos por ser más austeros para llegar luego a momentos de mayor fiesta y alegría..

Pero también podemos recorrer los 40 días que nos preparan a la Pascua desde una perspectiva justa. Si los pensamos como un momento para orar, ayunar, servir, dar; si los vivimos como una invitación de Dios a la conversión, al arrepentimiento, al cambio de conducta; si los aprovechamos para dedicar más tiempo a la lectura de la Biblia.. Entonces habremos hecho un buen uso de esos días tan particulares en el calendario cristiano.

La Cuaresma es un tiempo en el que Dios nos ofrece ocasiones maravillosas para redescubrir nuestra identidad cristiana. Es verdad que Dios actúa siempre, que no hay tiempos sin que nos busque y nos ofrezca su gracia.

Pero también es verdad que, como seres humanos, necesitamos estímulos y ayudas concretas para afrontar con más intensidad y esfuerzo lo que deberían ser compromisos constantes de quienes hemos sido tocados por Cristo en el Bautismo.

Ya estamos en Cuaresma. Si la vivimos desde Dios, si la sentimos como un momento de gracia, de mayor compromiso, de lucha contra el mundo, el demonio y la carne, se convertirá en la mejor preparación para la gran fiesta de la Pascua. Entonces la noticia de la Muerte y de la Resurrección de Cristo nos permitirá vivir los días de Pascua y todo el resto del año como hombres y mujeres redimidos por la Sangre del Cordero.

*Sacerdote y filósofo. Roma, Italia.fpa@arcol.org

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