• 08/10/2010 02:00

Intento de golpe en Ecuador

En Ecuador se dio una clara asonada golpista cuando componentes de la Policía Nacional, cuyos efectivos constituyen un verdadero ejércit...

En Ecuador se dio una clara asonada golpista cuando componentes de la Policía Nacional, cuyos efectivos constituyen un verdadero ejército con cuarenta mil hombres, se revelaron en contra del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas del Ecuador, el presidente Rafael Correa. No fue una crisis institucional, sino el intento de un cuerpo armado de derrocar a un presidente legítimo.

La llamada ‘sublevación policial’, como fue calificada por medios internacionales, fue un eufemismo para referirse a un plan bien organizado, dirigido a derrocar a un gobierno legalmente constituido. En el golpe, no solo intervino la Policía Nacional, sino que efectivos de la Fuerza Aérea ecuatoriana, fueron los que paralizaron el Aeropuerto Internacional de Quito y el pequeño aeródromo utilizado para vuelos provinciales. El propio abogado de Lucio Gutiérrez trató de entrar por la fuerza a las instalaciones de la televisión nacional de Ecuador para arengar al pueblo en contra del presidente Correa.

Es cierto que el presidente Correa ha cometido graves errores en el manejo de su relación con la sociedad civil, pero ello no justifica en Ecuador ni en ninguna parte de nuestro continente un golpe de Estado. Afortunadamente, las condiciones no estaban dadas para que los golpistas pudieran salirse con las suyas. ¿Por qué fracasó el golpe de Estado en Ecuador?

En primer lugar, por la rápida y efectiva movilización de amplios sectores de la población ecuatoriana que, pese al peligro que existía, salió a ocupar calles y plazas para manifestar su apoyo al presidente. En otras palabras, el pueblo ecuatoriano fue un actor directo de la defensa del orden constitucional.

En segundo lugar, el golpe pudo ser detenido porque la movilización popular que se desarrolló con gran celeridad dentro del Ecuador fue acompañada por una rápida y contundente solidaridad nacional, que se hizo efectiva al conocerse las primeras noticias del intento golpista. El claro respaldo obtenido por el presidente Correa, por todos los gobiernos sudamericanos, europeos y por el pronunciamiento contundente del gobierno de los Estados Unidos, surtió efecto, porque puso en evidencia que el futuro de los golpistas, en caso de que sus planes culminaran exitosamente, sería el ostracismo y el aislamiento político, económico e internacional.

En Ecuador, a diferencia de Honduras, quedó claro que la comunidad internacional no vaciló en defender la democracia. El gobierno panameño, que preside Ricardo Martinelli, se pronunció en contra del intento golpista.

Pero quizás el elemento de mayor importancia en esta coyuntura del Ecuador, fue la valentía demostrada por el presidente Correa, que no dio su brazo a torcer y que resistió a pie firme el acoso y la reclusión de que había sido objeto, pese al evidente riesgo que corría su vida. El presidente Correa demostró poseer el valor que se necesita para cometer con perspectiva de éxito la empresa de defender la democracia. Si hubiese flaqueado, si se hubiera acobardado o dejado entrever una voluntad de someterse al designio de sus captores, otro habría sido el resultado.

La combinación de estos tres factores: La movilización popular interna, la solidaridad internacional y la valentía del Presidente, terminaron por producir el aislamiento de los golpistas, debilitando su fuerza, facilitando la operación de rescate efectuada por el ejército ecuatoriano y logró impulsar el aprecio del pueblo ecuatoriano hacia su presidente. Hoy, el presidente Correa tiene mayor índice de popularidad que nunca.

No obstante, existe un real peligro de que esta experiencia golpista se repita en Ecuador, porque los fundamentos del golpismo tienen profundas raíces en las sociedades latinoamericanas. Una rápida revisión de la historia reciente de nuestros países comprueba estos hechos con las tentativas golpistas en Venezuela en el 2002, Bolivia en el 2008, el golpe en Honduras en el 2009 y ahora Ecuador en el 2010.

La experiencia de Ecuador nos advierte a todos los latinoamericanos que la democracia es un sistema que hay que fortalecer permanentemente. Solo la alianza entre el gobierno y su pueblo, el respeto a las libertades, el trabajo en consenso para lograr las transformaciones que requieren nuestros países y una sólida libertad de expresión, unido a una prensa libre nos garantizarán que los tiempos de los golpistas, de derecha o de izquierda, militares o civiles, no tengan espacio en el futuro de nuestros países.

Panamá es un país que no está aislado de lo que ocurre en nuestro continente y pasamos por situaciones políticas que requieren una reflexión de nuestros dirigentes. Aprender a vivir en democracia significa tolerancia a la crítica, escuchar a los gobernados, respetar a la oposición, impulsar el equilibrio político y fortalecer la libertad de prensa y de expresión. Nuestro país tiene un futuro luminoso por la abundancia de sus recursos, pero esencialmente por la calidad de nuestro pueblo. Hay que aprovechar estas ventajas y no perdernos en luchas innecesarias.

*INGENIERO Y ANALISTA POLÍTICO.

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