• 01/12/2014 01:01

Sobre la presente cultura nacional

En este país de inicios del siglo XXI, la libertad individual se defiende con la idea de que todos tenemos derecho a escoger lo que queremos ser

A pesar del escepticismo generalizado, debemos reconocer pasos calculados con algo de firmeza para establecer los parámetros en que se pretende pedirle cuentas, y cobrarlas, a los que han abusado del poder. Eso está bien, pero fuera de la intención primaria de castigar a los corruptos, lo ocurrido en los últimos años, mucho antes de la era Martinelli, es trabajo pendiente en materia mejoramiento de la cultura personal y social.

Durante la época más efervescente de reclamaciones soberanas, parecía que el crecimiento cultural de los pobladores marcaba por el rumbo de la decencia patriótica e independencia cultural. Desde la perspectiva popular, diversas expresiones trascendieron en todos los ámbitos del quehacer sociopolítico y cultural, en lo que pareciera una acción concertada para un fin en particular: la plena independencia nacional.

Y esa independencia no solo se refería a la recuperación del territorio ocupado con el fin de ponerlo a trabajar para beneficio del país, sino también a la consolidación de una cultura o identidad nacional fundamentada en el respeto a la diversidad y muestras de asimilación de lo nacional como multicultural. Hoy, a eso aún le ha falta mucho trabajo.

Desde las expresiones musicales, por ejemplo, en ese tiempo (1970) la cantante Sandra Cumberbatch popularizó los temas ‘Tío Caimán’ y ‘Mi pueblo habla, mi pueblo grita’, interpretaciones aceptadas popularmente que dejaban evidencia de una apreciación por los relatos autóctonos y las protestas por los abusos del poder neocolonialista que se experimentaba, no solo en Panamá, sino en otras latitudes a nivel latinoamericano. Pille Collado, fue otra voz autóctona que sembraba en el corazón de los nacionales ese sentimiento emotivo de pureza y pertenencia, apegado a las raíces de la Patria, que marcó la dirección en lo que respecta la conciencia cultural.

Si exploramos los aportes de los conocidos Combos Nacionales encontraremos varias voces musicales que no solo apelaban a la frívola diversión popular, sino que los llamaba a la reflexión insondable sobre los temas puntuales de la época. Solo hay que repasar los mensajes que transmitieron las letras de la canción ‘Preludio a la destrucción’ que popularizó el exministro Roberto Henríquez.

En este país de inicios del siglo XXI, la libertad individual se defiende con la idea de que todos tenemos derecho a escoger lo que queremos ser, eso incluye hacer una fila a primeras horas de la madrugada para gastar dinero que no tenemos, o comprar aparatos que no necesitamos, engañados por la promesa de rebajas en los precios de los artículos e influenciados por los efectos publicitarios de una voraz cultura de consumo.

Pero el Estado tiene el derecho y la obligación de defender a sus nacionales, de los que tratan de abusar de ellos e incluso de ellos mismos y de sus debilidades culturales. Eso se logra no solo combatiendo la corrupción disoluta que vivimos, sino también el analfabetismo cultural que prevalece y se hace más profundo con el pasar del tiempo.

No me explico las razones que esgrimen los encargados de la defensa de lo que históricamente ha marcado la identidad nacional (o de lo que queda de ella), por permitir que, el pasado viernes 28 de Noviembre, nuestra celebración de independencia de España en 1821 se haya desfigurado de tal manera con las influencias comerciales y de consumo, so pretexto de que mueve la economía. Más bien le llena los bolsillos a unos cuantos que poco les importa la identidad nacional.

En una entrevista al escritor italiano Claudio Magris, hecho por el periodista Pablo Ordaz y que publicara el diario El País de España, Magris se refiere a la cultura en los siguientes términos: ‘Para mí, la cultura, ya sea de una persona o de un pueblo, es su capacidad de razonar. Yo puedo ser culto en literatura alemana, pero ignorante como una cabra en tantas otras cosas. La cultura es la capacidad crítica de juzgar y de juzgarse, de no creerse el centro del mundo...’.

Razonemos: Sirvo de repetidor de un enunciado tan antiguo y reiterado como los tiempos mismos. Palabras más, palabras menos: si no procuramos una educación cultural humanista y comprometida con la historia y el futuro, con proporciones balanceadas, nuestra sociedad seguirá el camino de deterioro hacia la ignorancia funcional tan presente que experimentamos hoy, la misma que forja las conductas perniciosas que tratamos de enderezar.

COMUNICADOR

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