• 05/08/2020 00:00

Leal y La Habana Vieja

“Eusebio Leal Spengler fue quien, […], ha tenido a su cargo el remozamiento de un sector de esa capital cubana conocido como La Habana Vieja”

Una mujer negra de largas trenzas doradas barre ágil y animadamente los adoquines de la calle Obispo en la vieja Habana. Luz María trabaja junto a sus compañeras cada día, rinde una jornada y al terminar, se retira a casa. Va a un barrio popular donde vive con su familia, tres hijos, uno que estudia Derecho y dos que ya son profesionales.

Luz María había perdido a su madre y cayó en la tristeza. Un día pasó por su vivienda una funcionaria de la Oficina del Historiador de La Habana y le propuso vincularse al proyecto en compañía de otras damas. Así, se incorporó a la iniciativa que ha incluido la transformación de esta turística y transitada vía, llena de tradición y emblemático símbolo en la tarea que lleva adelante esa institución.

Eusebio Leal Spengler fue quien, gracias al fervor, ha tenido a su cargo el remozamiento de un sector de esa capital cubana conocido como La Habana Vieja. Él usaba una frase muy particular; “aquí nada tiene sentido si no tiene alma”. La reconstrucción paulatina sostenible del área colonial supuso sacar sus valores a través de la planificación racional y la pasión.

Desde temprano se interesó en la historia de la ciudad y obtuvo primero un título en esa rama y luego en Italia, se especializó en Restauración de Centros Históricos. Logró maestría en Ciencias Arqueológicas y doctorado en Ciencias Históricas. Se vinculó a tareas en la Administración Metropolitana y luego fue nombrado director del Museo de la Ciudad. “La historia -decía- siempre es un acto de imaginación”.

Con esa idea en mente, impulsó la misión que le trasciende. Transfiguró y sacó el provecho a fierros herrumbrosos, rejas oxidadas, maderas podridas y viejos ladrillos de cerámica llenos de argamasa, piezas como esqueletos de mármol ennegrecido, que yacían cual ruinas despreciadas en un rincón de esa ciudad.

Todo eso empezó a tomar forma y a adquirir el lustre que le caracterizó durante el periodo de la colonia, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, al inicio de la República. Entre otras, la Casa de Gobierno. La Casa Particular y el Palacio de los Capitanes Generales, modificaciones en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, el Castillo de los Tres Reyes de El Morro y la monumental restauración del Capitolio Nacional, recién concluida.

Se convirtió en el historiador de la ciudad desde 1967 y modificó poco a poco ese sector antiguo bajo varios principios. Uno de ellos, salvaguardar la identidad nacional a través de la investigación, la promoción y desarrollo de la cultura. Además, proteger el patrimonio heredado; evitar el desplazamiento de la población local; dotar al territorio de una infraestructura técnica básica y un desarrollo integral autofinanciado.

Este era un reto imposible de lograr con el estado de abandono de calles, callejones, edificios. Con apoyo de Gobiernos extranjeros y organismos internacionales, empezó a modificar la noción de urbe con una identidad particular. Gracias a su capacidad de involucrarse con la gente, sus problemas y su deseo de aportación, cambió y puso en relieve esa atmósfera vetusta distinguida que se respira entre sus barrios antiguos.

La coordinación de los compromisos físicos en estos barrios ancestrales, le dejó tiempo para elaborar una importante tarea literaria. Le escuché en cuatro ocasiones ofrecer discursos, la primera en Panamá, al comparar la bahía de La Habana con otras del continente; en Monte Cristi, República Dominicana, cuando habló de Martí y Maceo y dos veces en la plaza frente al lugar donde tuvo su origen la capital isleña.

Su deceso, hace unos días, deja un legado trascendental; La Habana Vieja renovada con la contribución de vecinos que se sumaron a un plan maestro y que varió el destino de esa sociedad.

Periodista
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