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- 21/05/2022 15:19
“Fui el primer inglés que presentó el tema a la atención del público, habiendo pasado gran parte de mi vida con españoles y estado en comunicación personal con muchos personajes prominentes en ambos lados” (Tomado de la versión en inglés de “The policy of England Toward Spain”, Walton, 1837).
William Walton vivió, describió y relató para los lectores británicos la quiebra del imperio español en América. Primero por propia voluntad y luego por encargo de las Misiones de Luis López Méndez, Tomás Guido, Manuel Moreno y Bernardino Rivadavia, buscó movilizar la opinión pública de Londres en favor de la causa independentista latinoamericana entre 1810 y 1823. “Dejó constancia de sus viajes por Venezuela, México, Jamaica, la Guayana, Perú, Panamá y Estados Unidos. En este tiempo empleó tres lenguas diferentes en sus escritos, actuó como agente de los independentistas, de las monarquías británica y española y fue católico en un país anglicano” (Hernández, 2019). En Panamá estuvo en 1817, visita que le valió sostener la necesidad de un canal bioceánico.
Walton fue citado por Simón Bolívar en su “Carta de Jamaica” y, años más tarde, fue leído por Karl Marx que lo cita como una de sus fuentes sobre España. Julio Verne da su nombre a uno de sus personajes en “Voyages Extraordinaires”. Eric Hobsbawm también lo menciona en sus trabajos tomando a Walton como un referente para llegar, ciento cincuenta años después, a conclusiones reveladoras para un reenfoque del proceso independentista latinoamericano que Castaños (2021), mencionando el caso peruano, describe, al referirse a la decisiva batalla de Ayacucho (1824), como un enfrentamiento de liberales españoles y liberales americanos. “El ejército borbónico propiamente dicho había desaparecido en España en 1808 [con la invasión napoleónica], de manera que el llamado ejército realista no era ya el del antiguo Imperio español […]El ejército real del Perú (que no español) para 1824 se componía de unos 10.400 hombres, de los cuales los soldados y oficiales nacidos en la península ibérica escasamente ascendían a trescientos; el 80% de sus oficiales eran americanos. El grueso de la tropa, criollos americanos, principalmente mestizos, indígenas, mulatos y negros; las castas eran quienes llevaban el peso de la bandera y de la fidelidad española en las provincias de América” (Castaños, 2021). Los análisis de Walton no solo anticiparon la pérdida de territorios para España, sino que sentaron las líneas de estudios que la historiografía actual ha redescubierto para dar una nueva mirada sobre un proceso sometido por décadas a la tradición historiográfica patriótica latinoamericana. Investigadores como Pérez Viejo (2010) afirman, bajo un nuevo enfoque, que la victoria de la libertad fue conseguida a costa de los propios hermanos.
Los biógrafos de Walton (Callet-Bois, 1953; Tjarks, 1960; Sánchez, 1964; Street, 1967; Febres-Cordero, 1975; Julián, 2010; Del Castillo, 2010; Hernández, 2019) explican que el giro en sus opiniones políticas liberales en las que migra desde un acérrimo defensor de la causa independentista de Hispanoamérica hacia un conservadurismo radical respondería a su desilusión por la forma como se instaló el sistema republicano y sus fuertes dosis de caudillismo que desembocó en guerras civiles sudamericanas. Sin embargo, para Hernández (2021) el punto de inflexión fue el Trienio Liberal en España (1820) que condujo a Walton a abogar por la contrarrevolución. En su tiempo, ese tránsito ideológico que lo llevó a abandonar las canteras del liberalismo no fue comprendido por los latinoamericanos que, en su momento, habían interactuado con él para lograr la visibilización de la causa independentista sudamericana en la prensa londinense. Algunos de ellos no dudaron en calificar su conducta como dudosa, poco altruista, contrarrevolucionaria y centrada en el dinero, utilizando el recurso simplista de reducirlo todo a una desavenencia contractual por incumplimiento de pagos que generó resentimiento y animadversión en Walton (Hernández, 2021). Otros, pasaron de la opinión a la acción como Antonio José Irisarri, guatemalteco que actuaba como enviado de Chile, que obtuvo el despido de Walton del “Morning Chronicle”.
El giro en las preferencias políticas de Walton resulta más sorprendente si se toma en cuenta la carta del 5 de diciembre de 1817 que dirige al Libertador Bolívar -donde señala que además de sus servicios adelantó dinero en favor de la causa americana- y que, en 1818, abrió una oficina de reclutamiento en Londres, en Carmarthen Street, 7, siguiendo el impulso de López Méndez (Hasbrock, 1928) para captar a voluntarios ingleses e irlandeses que quisiesen integrar el ejército bolivariano en su lucha contra España.
La última contribución de Walton con los independentistas rioplatenses fue “[…] la traducción al inglés de la primera biografía de San Martín, publicada por Juan García del Río en 1823, junto a la obra de Bernardo Monteagudo, ‘Peruvian Pamphlet; Being an Exposition of the Administrative Labours of the Peruvian Government’” (Hernández, 2021) mientras que con los independentistas venezolanos fue el apoyo económico que brindó a Simón Rodríguez -preceptor de Bolívar- para que pudiera regresar a su tierra (Alvarez Freites, 1966, citado por Hernández, 2021).
El impacto de Walton en la intelectualidad y los políticos londinenses demandará más estudios como, por ejemplo, su influencia en el informe Parish (1822) que definió la estrategia británica respecto a las nuevas repúblicas. Usando el seudónimo “Philo Americanus” (‘filósofo americano’) Walton publicó sus crónicas sobre América Latina principalmente en el “Morning Chronicle” pero también en el “Morning Post” y en las revistas “British Review”, “Edinburgh Review”, y “Colonial Journal” (Hernández, 2019). Muere en 1857 y su colega periodista “Sylvanus Urban” (seudónimo de Edward Cave) le dedica un obituario en el “Gentleman’s Magazine” destacando su conocimiento y apego hacia nuestro continente.
Una biografía fascinante que revela el acierto de los independentistas al seleccionarlo para la tarea propagandística que le tocó cumplir, al menos, hasta que sobrevino la victoria de Ayacucho (1824).