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- 09/09/2020 07:53
73 años del trabajo social en Panamá
Al trabajo social, como disciplina social que sustenta su marco de orientación filosófica en la más amplia concepción humanista, basada en los derechos humanos universales, imprescriptibles, irrenunciables e inalienables, el contexto socioeconómico del mundo y Panamá, le obliga a una actualización ético política frente a una sociedad que ha profundizado en las últimas décadas las condiciones de pobreza y pobreza extrema, producto de un modelo económico que expulsa con mayor fuerza que nunca a sectores mayoritarios de población, excluyéndoles de las posibilidades del bienestar social.
El 2020 ha agudizado la crisis, al confrontarse la pandemia del covid-19, con un sistema de salud deteriorado, deficiente en infraestructuras, equipo, recursos, personal especializado y sobretodo, sin una organización comunitaria de base, como los comités de salud, los que, con una política de prevención y atención primaria, constituyen la base de una oferta pública centrada en los seres humanos, sus capacidades y potencialidades, como eje de todo proceso de desarrollo.
El trabajo social está obligado a medir científicamente la situación de desigualdad social y analizar con visión integral, la coyuntura de crisis y sus efectos en cada sector social que compone las fuerzas productivas y reproductivas y que constituyen la demanda social, eje sobre el cual debe articularse una propuesta de desarrollo, con un cambio social profundo.
Para el trabajo social es un tema ético, que implica recuperar su incidencia en las políticas económico/sociales, impulsando la participación ciudadana, derecho humano esencial para
construir un modelo de desarrollo alternativo, en el que los intereses de todos los sectores sociales sean convocados para generar organizativamente, nuevas formas de dinamizar la economía y la sociedad, a través de un modelo que centre su atención en la gente, en la población y su bienestar (capital humano, sobre el monetario). Éste último subordinado al primero y no a la inversa.
La esencia humanista del trabajo social requiere una mirada retrospectiva a nuestro desempeño actual, reconocer las premisas de nuestra razón y causa, enfrentando críticamente las contradicciones propias entre el mercado de trabajo configurado por lo público y hegemónico de un lado, y las demandas vitales de la población usuaria de los servicios sociales, cada vez más insatisfecha, excluida de la participación en los beneficios que genera su trabajo, profundamente devaluado.
En la nueva cuestión social las/os protagonistas están cambiando, el poder se polariza, pero va madurando la conciencia social entendiendo que la condición humana es una construcción social y que el derecho al bienestar no es un don divino ni condición sobre natural sino un derecho social. El gran reto para el trabajo social es definir cómo insertarse en un Estado ambivalente, alejado de los intereses nacionales y del gran colectivo social. Esta es la base para el debate actual sobre la nueva “cuestión social” que apunta a la necesidad impostergable de enfrentar el tema de la gobernabilidad democrática, las transformaciones del Estado y la naturaleza de la política social.
Al conmemorar 73 años de fundación de la Escuela de Trabajo Social, en medio de la actual crisis existencial del país, tenemos el deber de incidir en la definición de un Plan de Desarrollo, que articule metas a corto/mediano y largo plazo, con visión de Desarrollo, capaces de atender alternativamente a aquellos grupos marginados y excluidos, a través de programas focalizados/temporales, sin obviar un estado de derechos universales.
En esa dirección, invitamos a nuestros profesionales y estudiantes a debatir el perfil del Proyecto Ético Profesional del TS, para construir relaciones sociales de equidad, redistribución y tolerancia, hacia una sociedad fundada en la dignidad, igualdad y derechos humanos, como reconocen nuestros postulados.