• 23/09/2012 02:00

El buen gusto del relato periodístico

El pasado lunes 17 de septiembre, a primera hora, recibí un mensaje electrónico de una de mis corresponsales. Me preguntaba sí había leí...

El pasado lunes 17 de septiembre, a primera hora, recibí un mensaje electrónico de una de mis corresponsales. Me preguntaba sí había leído la historia que se publicó el domingo titulada: ‘Racatacas, valientes guerreras del barrio’.

‘Me parece que para contar una historia como esa no es necesario usar las palabras que la persona, sin tienen un contenido inapropiado’, me emplaza.

En el comentario decía que no es posible que el periódico use un lenguaje, que obviamente es obsceno, especialmente porque el diario llega a muchas personas.

Soy asidua de La Estrella y confieso que no me agradó leer el tercer párrafo de la nota a la que hago referencia, terminó diciendo.

Mi respuesta fue: que lo leí y que además concuerdo con la lectora. También creo que los medios deben abordar éstos temas, pero cuidando la forma en que se relata, por el bienestar de los lectores y también por las fuentes, que ofrecen la información.

La lectora se sintió indignada por lo que decía el tercer párrafo de la nota:

—¡Yoselineth, Yoselineth! Sal, ven acá que te estoy esperando —grita a todo pulmón Belén—. Eres la chucha de su madre que se está comiendo a mi marido. ¿Por qué no bajas? ¡Ven acá que te estoy esperando!

Me dispuse a leer la nota, por segunda vez, y observé que es una crónica de la vida de las mujeres del barrio, su día a día, su convivencia y de su estilo de vida, que, para unos es malo y para otros sencillamente una forma de vida. Además del párrafo del que comentó la lectora, extrañé que en la narración no hubo una voz que dijera cómo ellas podrían cambiar su forma de vida y tener una opción diferente.

Solo la gestora cultural, Alexandra Schjelderup, hace la observación de que la vida en el gueto son valoraciones hechas desde una clase que se cree ‘superior’ hacia otra que supuestamente vale menos.

En los medios de comunicación es común que se usen frases hechas, incluso el léxico procedente del mundo de la droga, por ejemplo, y de las jergas juveniles y eso no es malo, porque hay que mostrar la realidad, sin embargo, debe hacerse sin caer en vulgaridades. Hay que recordar que el producto que hacemos llega a muchas personas y que uno de nuestros postulados es construir.

En los 365 días del año en los periódicos toman miles de decisiones, que incluye hasta no publicar determinada información, por una u otra razón. Los diarios con frecuencia tienen normas escritas que limitan cuando van a identificar a menores de edad acusados de delitos, a las víctimas de crímenes sexuales. También en un periódico puede decidirse no publicar fotografías pavorosas de personas muertas, puede negarse a mostrar desnudos y también puede negarse a imprimir notas con un lenguaje ‘cargado’. Por mi parte, dudo mucho que el mencionado párrafo haya abonado algo positivo a la sociedad.

Insisto en que los periodistas debemos luchar para que haya un periodismo actuante, que estimule y aliente la apropiación del lector, oyente, o del espectador, que active su capacidad de comprensión, alentando la competencia creativa en su trabajo diario logre siempre un mejor producto.

Estoy segura de que la lectora no propone la ‘censura’, que es una palabra que lleva una connotación dura y no creo que pretenda interferir en las decisiones privadas del medio y menos meterse en su soberanía de decidir que quiere publicar y que no. La mayoría de las veces los lectores sienten como suyos los medios y por ello resienten cuando leen en sus páginas algo que no le parece correcto.

Otro punto que me gustaría abordar tiene que ver con la reportería en zonas urbanas, pues es normal que las personas hablen con naturalidad tal y como son, pero a pesar de eso, no se vale que se incluya palabras ‘cargadas’, en las notas, argumentando que fue lo que dijo la fuente. El equilibrio es narrar el hecho, pero con buen gusto.

Es importante establecer que no se trata de ser ‘puritanos’, lo que interesa es que al lector le guste lo que le estoy contando y la forma en que se lo estoy contando.

Toda la semana me preguntaba sobre el aporte del párrafo mencionado a la crónica y si aportó algo positivo para quien lo dijo. Desde mi punto de vista, si prescinde del tercer párrafo la nota no pierde su esencia.

Quiero finalizar diciendo que desde que La Estrella nombró al defensor del lector, la casilla de la defensoría recibe muchos mensajes, que interpreto son orientados a colaborar para que el diario salga cada día mejor y eso en vez de ser una amenaza es una oportunidad.

DEFENSORA DEL LECTOR

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