• 18/02/2025 17:10

Burocracia en la era digital

A menudo, escuchamos a los políticos criticar la burocracia en su búsqueda de notoriedad. Sin embargo, quienes hemos estudiado administración comprendemos que la burocracia, tal como la describió el sociólogo alemán Max Weber, es el modelo de organización eficiente por excelencia. Este sistema se caracteriza por su racionalidad y su propósito fundamental es alinear los medios con los objetivos establecidos, garantizando así la máxima eficiencia posible en su consecución.

A diferencia de la percepción popular, en la que la burocracia se concibe como una organización en donde el papeleo se multiplica y se incrementa, impidiendo soluciones rápidas y eficientes, esta forma de organización humana se enfoca en la eficiencia. Para lograr esa eficiencia, la burocracia explica en los mínimos detalles cómo se deben hacer las cosas. Sin embargo, existen disfunciones en el modelo burocrático, como, por ejemplo, la rigidez de sus procesos que lo hace paquidérmico y lento.

En este contexto, donde la era digital está provocando grandes transformaciones en la sociedad, principalmente impulsada por la inteligencia artificial, surge la pregunta ¿cómo podemos retomar la senda de la eficiencia pregonada por el modelo burocrático utilizando las nuevas tecnologías del siglo XXI?

Podemos afirmar que la digitalización, impulsada por avances tecnológicos como la inteligencia artificial y el “big data”, brinda la oportunidad de redefinir la relación entre el Estado y los ciudadanos. Sin embargo, muchos gobiernos aún enfrentan dificultades para adaptarse a estas nuevas exigencias, perpetuando las disfunciones del modelo burocrático que, en lugar de facilitar, complican la vida del ciudadano.

En este sentido, la transformación digital debe ser entendida más allá de una simple migración de procesos en papel a plataformas digitales. La idea no es digitalizar la burocracia, donde los mismos procesos ineficientes se repliquen en un entorno virtual. Tal medida lo único que provocará es frustración entre los ciudadanos, socavando la confianza en las instituciones públicas. Para que la digitalización sea efectiva, es esencial un cambio cultural y organizativo que permita a las administraciones gestionar información de manera proactiva y enfocada en el ciudadano.

La digitalización de trámites y la creación de plataformas accesibles permiten a los ciudadanos interactuar con el gobierno de manera más eficiente, reducir tiempos de espera y costos operativos. Esto no solo contribuye y trazabilidad de los procesos, sino que también fomenta la confianza pública y ayuda a reducir la corrupción. Sin embargo, para que esta transformación sea efectiva, es fundamental capacitar a los servidores públicos y promover una mentalidad orientada al servicio al ciudadano. Esto asegurará que todos los niveles de la administración estén alineados en un esfuerzo coordinado hacia una gestión más ágil y centrada en las necesidades de la sociedad. El verdadero desafío radicará en equilibrar el uso de la tecnología con un enfoque humano que valore la interacción y el compromiso con los ciudadanos.

Ante este panorama, surge una interrogante clave: ¿la digitalización de la burocracia conllevará una reducción de la planilla estatal? Es evidente que la digitalización de la burocracia tiene el potencial de disminuir los puestos de trabajos en el aparato estatal, ya que esta acción busca mejorar la eficiencia operativa y automatizar procesos que tradicionalmente requerían una gran cantidad de personal. La implementación de tecnologías digitales, como sistemas de gestión electrónica y automatización de tareas rutinarias, permite a los gobiernos reducir la necesidad de personal en actividades administrativas repetitivas. Esto se traduce en una reducción de costos operativos y una optimización de los recursos humanos. Adicionalmente, la eliminación del uso excesivo de papel y la disminución de los gastos asociados al mantenimiento de oficinas físicas generarán ahorros significativos que pueden contribuir a una planilla estatal más ajustada.

Este escenario nos permite comprender que el proceso de digitalización de la burocracia no es simplemente una moda pasajera, sino un cambio irreversible que está redefiniendo la forma en que los gobiernos operan y se relacionan con los ciudadanos. A medida que las tecnologías avanzan y se integran en la administración pública, es crucial que los servidores públicos reconozcan la importancia de adaptarse a este nuevo paradigma. Resistirse al cambio podría llevarlos a la obsolescencia, mientras que la disposición a aprender y evolucionar abre la puerta a oportunidades para mejorar tanto la eficiencia como la calidad del servicio. Corresponderá entonces a los servidores públicos reconocer la necesidad de desarrollar su capacidad de adaptación, la cual no solo se convierte en una competencia esencial para sobrevivir en un entorno laboral transformado, sino que también será crucial para contribuir a una gestión pública más efectiva y alineada con las necesidades de la sociedad.

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