• 07/03/2024 00:00

Debemos revisar la arquitectura territorial panameña

La Asamblea Nacional a menudo aprueba la creación de decenas de corregimientos en Bocas del Toro, en las regiones indígenas Ngöbe-Buglé y Guna Yala, en Coclé, ahora en Panamá Oeste y hasta en la península de Azuero

La arquitectura territorial revela la evolución histórica y su adaptación a cada época y situación. Panamá es un país viejo en el Nuevo Mundo que tiene que modernizarse con urgencia. A principios del siglo XX heredamos provincias y distritos que venían de un entramado colonial y luego republicano colombiano que correspondía a una tecnología del transporte y comunicaciones y necesidades de otra época. La República nació en 1903 con seis provincias: Panamá, Colón, Coclé, Los Santos, Veraguas y Chiriquí y ese año se añadió Bocas del Toro. En 1915 se creó la provincia de Herrera y en 1922 la de Darién. Todas con un gobernador que representaba al presidente de la República. Ninguna cabecera provincial estaba a menos de un día de viaje, por mar, de la capital. En mayo de 1904 apareció la Zona del Canal sometida a una jurisdicción extranjera, que desapareció el 1 de octubre de 1979 gracias a los Tratados Torrijos-Carter. En el siglo XX han proliferado las nuevas comarcas indígenas, seis hasta hoy, desde la primera de 1938 para los kunas sobre el litoral caribe, y la última, de 2020, para los “naso”, etnia localizada en la montaña de Bocas del Toro.

Mientras, en la década de 1920 se construyó la carretera central con su ramal en Azuero que puso a todas las cabeceras provinciales del interior a pocas horas en automóvil de la ciudad de Panamá. Colón estaba a una hora de la capital por el ferrocarril en el siglo XX y por carretera desde 1942. Desde entonces comienzan a ser obsoletas las provincias panameñas y sus gobernadores. Sin embargo, en acto absurdo la clase política creó, en 2014, la provincia de Panamá Oeste cuya cabecera, La Chorrera, está a media hora por carretera del Palacio de las Garzas. La única motivación fue obtener más espacios de burocracia y prebendas para los políticos parroquiales.

Entretanto, han proliferado las comarcas indígenas (Guna Yala, Guna de Madugandí, Guna de Wargandí, Emberá-Wounaan, Ngäbe-Buglé y Naso Tjer Di), para la mayoría de 12,8% de los panameños que las componen, que cubren 24,5% del territorio nacional en donde el Estado ha renunciado, de hecho o de derecho, a varias de sus potestades soberanas. Poblaciones que merecen mayores esfuerzos en educación de verdadera calidad, salud y saneamiento ambiental, y recursos tecnológicos que lleguen realmente a la gran mayoría.

Hoy, en un país muy despoblado, con más de la mitad del territorio casi vacío, más que provincias arcaicas que podrían permanecer sólo simbólicamente, necesitamos regiones de planificación y acción como la Interoceánica (Panamá y Colón), Oriental (Darién y San Blas), Central (Coclé, Veraguas, Herrera y Los Santos) y Occidental (Chiriquí y Bocas del Toro). Necesitamos articular mejor el principal centro urbano y suburbano, el Gran Panamá, que debería integrarse en una suerte de Distrito Capital con los municipios de Panamá, San Miguelito, Arraiján y La Chorrera, con recursos administrativos y presupuestarios mucho mayores, a la altura de sus nuevas responsabilidades. Allí hay 1,9 millones de habitantes, casi la mitad de la población nacional en 5% del territorio donde se produce el 75% del PIB panameño.

Esa propuesta ya ha sido ejecutada con éxito en otros países, ciudades y capitales que nos pueden inspirar. Por ejemplo, lo vemos cerca, en Colombia, en el distrito Capital de Bogotá desde 1991 y más lejos cuando se fusionaron en 2001 varios municipios suburbanos en Ottawa, Canadá. Lo vemos en Francia, con tradiciones centenarias, en donde gobernantes han tenido el valor y la lucidez de cambiar desde 1982 la estructura nacional para modernizarla y de 96 departamentos antiguos crear 22 regiones más operativas.

La Asamblea Nacional a menudo aprueba la creación de decenas de corregimientos en Bocas del Toro, en las regiones indígenas Ngöbe-Buglé y Guna Yala, en Coclé, ahora en Panamá Oeste y hasta en la península de Azuero. Los corregimientos que alcanzan más de 701 en 2024 de 81 distritos que elegirán representantes en mayo, casi un tercio más que la cantidad original, 505, cuando nació en 1972, hace medio siglo, la Asamblea de Representantes de Corregimientos, el llamado, de manera imperfecta, “poder popular”, germen de muchos problemas que aún persisten, antecedente de la arquitectura muy deficiente de circuitos electorales que hay que cambiar pronto.

Sigue la desenfrenada creación de distritos y corregimientos, 89 nuevos en trece años, de 2009 a 2022, alguno con solo 88 electores, cifra ínfima para una unidad político-administrativa de esa categoría, en Bocas del Toro, que tiene 30 nuevos. Se añaden en ese corto período una provincia y tres nuevos distritos, pero afortunadamente el presidente Cortizo vetó en junio de 2022 la ley que pretendía crear un nuevo distrito innecesario con sus varios corregimientos en Bocas del Toro. El propósito ha sido inventar más puestos en la planilla estatal, esta vez municipal, y nuevos espacios atractivos con más recursos públicos para ciertos políticos depredadores, acciones que deberían enriquecerlos más y facilitar su reelección o la de sus socios o protegidos, especialmente mediante la “descentralización paralela”, perversión de la realmente necesaria.

¿Debería la descentralización otorgar a los municipios al menos la responsabilidad y los recursos suficientes para el mantenimiento de las vías interna, las escuelas primarias, las bibliotecas, los centros de salud y la recolección y disposición de la basura? Se podría descentralizar mejor el país con autoridades electas y administradores profesionales verdaderamente competentes y honestos.

¿Podrán los gobernantes electos en 2024 revisar la división político administrativa y sustituir las 10 provincias y las 6 comarcas indígenas (4 con rango provincial) por solamente 4 regiones de planificación operativas y reconocer la singularidad del Distrito Capital o Gran Panamá Metropolitano? Así se eliminaría la inútil burocracia provincial y su gobernador que en este caso podríamos llamar, parafraseando al general Torrijos al referirse al gobernante de la Zona del Canal, “gobernador de qué”, personaje en verdad y desde hace décadas insignificante.

El autor es doctor en geografía, historiador
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