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- 21/04/2024 00:00
El peligro que los necios decidan
En su libro The March of Folly, Barbara Tuchman define la necedad política como el arte de tomar decisiones contrarias a los intereses de un país. Y su definición comprende tres dimensiones. Primero, la decisión debe haberse considerado irracionalmente en el momento en que se tomó. Segundo, debe haber mejores alternativas a la decisión equivocada. Y tercero, la decisión debe ser tomada por una facción minúscula, en vez de por un grupo grande de personas. Esta definición revela cómo las naciones toman decisiones contrarias a sus propios intereses. Así, en 2016 el Reino Unido decidió salir de la Unión Europea a través de un plebiscito (Brexit), en 2022 Rusia se inmoló al iniciar la guerra con Ucrania, y en Panamá cada cinco años se redobla la apuesta por la mediocridad cuando se elige gobiernos malos.
Los que votaron por Varela en 2014 y Cortizo en 2019, pensando que elegirían al menos malo, hoy día se arrepienten. La ilusión trajo nuevas decepciones y la realidad terminó encajando en el marco de las fantasías. Ambos aportaron discursos que revelaban la vieja retórica del salvador de la patria, el conciliador de las dificultades y el componedor de los problemas. Ambos se vendieron como redentores de la democracia y luchadores contra la corrupción, y al final demostraron incapacidad para construir consensos y reducir la tensión en un país cada día más polarizado. Al final, ambos fallaron.
Lo cual demuestra que la necedad política en Panamá cada día es más preocupante. Y la amenaza de que no se haga nada, especialmente en temas fundamentales como el déficit actuarial de la Caja de Seguro Social, la falta de agua potable, el pésimo manejo de la basura y la proliferación de enfermedades crónicas no transmisibles, contribuye a acrecentar la desconfianza, aumentar la incertidumbre y resucitar la pesadilla de que el aparato político y la maquinaria estatal solamente existen para crear escándalos y generar corrupción.
La necedad política es un corolario del viejo esquema de que “entran limpios y salen millonarios” y explica con meridiana claridad el apego por mantener “fueros y privilegios”. En estos momentos, no vemos nadie dentro del escalafón estatal que haya llegado allí por méritos académicos o logros profesionales, y evaluado por un sistema justo y sin injerencia política, que sirva para motivar dentro de la administración pública un desempeño de excelente calidad. Lo cual son signos que revelan que la clase política es prisionera de su propia necedad tanto en sus ideas como en sus execrables prácticas. Y debido a esta realidad es que el país desperdicia oportunidades valiosas de transformarse en potencia mundial. Nuestras dos ventajas comparativas, posición geográfica y economía dolarizada, no han sido suficientemente aprovechadas para mejorar nuestra economía y sacarnos de los niveles de pobreza en que nos encontramos.
Esas ventajas comparativas dentro de una economía globalizada solo se convertirán en riqueza, ingresos y empleo cuando la política, el gobierno, la sociedad y el mercado entren en sintonía: la política debe ser más ética, el gobierno más eficiente, la sociedad más coherente y el mercado más transparente. Tomemos de ejemplo el tema del agua, nuestro mayor activo natural. Invertir en reforestación sería una apuesta segura para asegurar el futuro de nuestro potencial hídrico, pero para eso los políticos y el gobierno tienen que frenar la devastación ambiental, imponer un embargo automático sobre las áreas deforestadas, y luchar contra las industrias que lucran del acaparamiento de tierras y la biopiratería. Paralelamente, los políticos, el gobierno y la sociedad deben invertir en energías renovables como solar y eólica, y contribuir a transformar nuestra matriz energética en la más limpia del mundo. Igualmente, el gobierno debe facilitar la inversión en la agroindustria, preservar el medio ambiente y recuperar pastos degradados con programas de integración de ganadería, cultivos y bosques. Y finalmente el mercado tiene que crear reglas claras y establecer incentivos concretos para cosechar agua natural y evitar la enorme pérdida por fugas de agua potable. Como ven, el problema es mucho más integral de lo que usualmente se recomienda con construir la cuenca de río Indio o extraer agua del río Bayano.
Para realizar las grandes transformaciones que necesita el país debemos primero adoptar nuevas actitudes, y eso lo logramos cuando se elimina la necedad política del acontecer nacional. Démosle la posibilidad a Panamá de convertirse en un mejor país donde se pueda promover y facilitar la generación de empleos. Igualmente hay que abandonar la necedad de votar y elegir gobernantes populistas, mediocres y oportunistas, que hacen un daño terrible al condenarnos al subdesarrollo, al bajo crecimiento económico y a vivir con una democracia debilitada. Ciertamente, las perspectivas mejorarían en la medida que después del 1 de julio los necios no deciden más.