Desertificación hipócrita

  • 01/10/2025 00:00

Recientemente, el gobierno del presidente Donald Trump determinó que Colombia “falló de manera demostrable” al cumplir sus compromisos internacionales antinarcóticos, señalando que el gobierno colombiano, bajo la administración de Gustavo Petro, no había hecho méritos suficientes para mantener la certificación.

La llamada “descertificación”, del inglés decertification, proviene del Acta de Abuso Antidrogas aprobada en EE.UU. en 1986, la cual dice, entre otras cosas que: “Si se considera que los países han cooperado completamente con EE.UU., son certificados. Si no, se les niega la certificación y se suspende la ayuda exterior”, según el Departamento de Justicia. Ahora, ¿cómo es que un país con uno de los mayores consumos de sustancias estupefacientes, los EE.UU., certifica o desertifica a otro país?

Según el Centro Nacional para Estadísticas de Abuso de Drogas (NIDA), que es un instituto de investigación del gobierno federal de los Estados Unidos, para 2022, había 47,7 millones de consumidores de drogas ilegales en ese país.

Adicionalmente, menciona la misma institución que 70,5 millones o el 24,9% de las personas de 12 años o más han consumido drogas ilegales o han hecho mal uso de medicamentos recetados durante el último año.

Recientemente, ese mismo gobierno hizo el mayor despliegue naval estadounidense en el hemisferio occidental desde 1989 hacia el Caribe hundiendo, presuntamente, a tres pequeñas embarcaciones, asesinando a sus ocupantes, bajo la excusa de que están atacando a los narcotraficantes.

Eso a pesar de que ya en 2019 la agencia antidrogas del país, -la DEA- había determinado que más del 74% de la droga que entra a los EE.UU. lo hace por el Pacífico, y el 20% por la frontera terrestre con México.

Las cifras de las propias organizaciones estadounidenses dejan en evidencia que las rutas de drogas a través del Caribe quizás solo representen entre el 5 o 6% del total de las sustancias ilícitas que entran a ese país.

Otro hecho que también llama la atención es que nunca se mencionan a los carteles estadounidenses, cuando, para 2013 la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas ya estimaba que se vendieron drogas ilegales por valor de 100 mil millones de dólares en Estados Unidos.

Con esos valores desde hace más de una década, valdría la pena preguntarse: ¿Quién recibe la droga en territorio estadounidense?, ¿quién provee la logística de distribución a todos los rincones de ese amplio país?, ¿quién recolecta esa enorme cantidad de dinero y quién la transporta?, ¿quién las introduce al sistema financiero de los EE.UU.?, ¿quién lava ese dinero a través de miles de negocios en ese país?, solo pensando en voz alta.

Entonces, ¿un país con todos estos antecedentes es el que se encarga de “certificar y desertificar” a otros países? Mientras tanto, el país desertificado, o sea, Colombia, bajo el gobierno del presidente Petro, ha incautado 2.366 toneladas de cocaína en tres años, un 62% más que el gobierno pasado, y también han destruido 5.261 laboratorios y han capturado 183 extraditables.

Esas cifras, si bien son impactantes y demuestran una lucha frontal del gobierno del presidente Petro contra las mafias del narcotráfico, no son todas bellezas, pues según una investigación de La Silla Vacía, la erradicación manual del cultivo de coca ha caído, mientras que el potencial de cultivo de cocaína ha aumentado y “esas cifras responden a decisiones erradas de hace más de una década y de la gestión actual.

Entre las razones están: el anuncio e incumplimiento del Programa de Sustitución Voluntaria de Cultivos Ilícitos (PNIS), la salida de las FARC y la reorganización del negocio por parte de grupos transnacionales, el crecimiento sostenido de la demanda y una mayor tecnificación del cultivo y procesamiento de la coca”. Ahora bien, el hecho de que cada año haya un aumento de la producción de cocaína es porque también hay un aumento considerable de la demanda, y allí nuevamente brillan los EE.UU. como uno de los mayores consumidores mundiales de cocaína, anfetaminas y opiáceos.

Dentro de este debate pregunto: ¿Qué es más dañino, si la droga o el negocio del narcotráfico? La respuesta es clara, así que valdría la pena también preguntarse: ¿Por qué los mayores consumidores de drogas se oponen a la legalización de las mismas?

Los problemas globales como el narcotráfico, el tráfico de armas, de personas, la crisis climática, etcétera, requieren de respuestas globales y no es con “certificaciones o desertificaciones” hipócritas y unilaterales, que se resolverá el problema del narcotráfico, sino con verdaderas políticas multilaterales, globales de los Estados.

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