• 26/01/2012 01:00

Todos somos iguales ante Dios y los hombres

¿Qué es un valor? ¿Somos realmente receptivos a los valores? Hago estas preguntas previamente a tocar el tema que hoy me ocupa, porque e...

¿Qué es un valor? ¿Somos realmente receptivos a los valores? Hago estas preguntas previamente a tocar el tema que hoy me ocupa, porque es necesario que sepamos evaluar correctamente lo que son los valores, en qué consisten y de qué se componen. Aunque es un concepto abstracto, cada vez que alguien practica un valor o lo transgrede, nos parece que lo palpamos y hacemos del mismo un hecho de por sí. ¿Sentimos deseos de poner delante esos valores y somos capaces de vivirlos y defenderlos ante muchas cosas? Entonces comprendemos realmente el valor de los valores y estamos conscientes de lo que tratamos y hablamos el mismo idioma.

La igualdad es la cualidad que elimina las diferencias entre personas. Es un principio jurídico que admite la capacidad de todos los ciudadanos para disfrutar de los mismos derechos. El ser humano desea sentir la igualdad entre cada uno por considerarse que es una condición natural del mismo. Cada uno lleva dentro de sí un valor por el que debe ser apreciado y distinguido. Hay algunos más inteligentes, otros más creativos, otros más amables, otros que brindan fácilmente su amor por la Humanidad y cada una de estas cualidades nos da la oportunidad de ocupar una posición en la vida para igualar a los demás. Esta forma igualitaria de ser nos permite levantar a Dios nuestro rostro y solicitarle con tranquilidad algo de lo que estamos necesitados, porque Dios nos mira en igual forma que a mi vecino o amigo. Siempre me he preguntado: si somos iguales ante Dios, ¿por qué no podemos serlo ante los hombres? Si tomamos a un humilde campesino de nuestra campiña y pretendemos disminuirlo, porque es pobre y tal vez no tan leído como otros, ese hombre tiene el valor de labrar la tierra, de cuidar un ganado, de elaborar artesanías, cosas que un erudito no sabría hacer. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre aquel y éste? Ninguna, cada uno dentro de lo suyo, porque sin los elementos del campo, sin el ganado, no podemos vivir los profesionales y otras personas y esta facilidad se la debemos al hombre del campo, que muchas veces despreciamos por ser analfabetas o ser humildes.

Llamemos como queramos a la palabra igualdad, pero Dios no nos perdona que formemos en la Tierra feudos de personas privilegiadas, porque los humanos creemos en la desigualdad de las personas. Aquel que te sirve en un restaurante, aquel que pinta tu residencia, el que barre las calles o recoge la basura tiene el mérito de hacer su trabajo con eficiencia y responsabilidad; por lo tanto, tiene el mismo valor que yo cuando trabajé como médico y hacía mi trabajo en igual forma. Los derechos de unos son los mismos que de los otros, así como los deberes también, porque para eso es la igualdad. Las mujeres y los hombres somos iguales en derechos y deberes. Si una mujer estudia al lado de un hombre, debe trabajar en iguales condiciones. Si en la política las mujeres demostramos habilidades, ¿por qué deben relegarnos a servir refrescos y no a pensar y opinar como verdaderas políticas igual que los hombres? Las universidades están llenas de mujeres más que de hombres y los primeros puestos son casi siempre de mujeres. Entonces, luchemos por la igualdad de los seres humanos en la Tierra como en el Cielo, para que cada uno ocupe un lugar prominente en la sociedad, tenga o no dinero, conocimientos científicos o aprendidos de la vida. Viva la igualdad.

Comisión Valores Cívicos, Club Rotario Panamá.

*ROTARIA Y MÉDICA.

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