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- 06/06/2025 00:00
Disculpas a Rubén Blades reafirmándole mi admiración

Empiezo la redacción de este artículo de opinión ofreciéndole una pública disculpa al cantautor panameño Rubén Blades. La verdad es que cuando en otro reciente artículo en este mismo periódico nacional aludí a su supuesto silencio en torno a las pretensiones hegemónicas de Donald Trump con respecto a nuestro Canal, no había leído ninguno de sus textos recientes al respecto. Textos, por cierto, que denotan certero conocimiento y una altísima dosis de patriotismo auténtico. Además, en ellos desmonta con la pericia de un ducho sicólogo algunas de las más graves taras mentales, así como varias de las principales obsesiones de un hombre peligrosamente pagado de sí, que quisiera ser —literalmente—, el rey del mundo.
La razón de mi grave error con respecto al supuesto silencio cómplice de Rubén en realidad es bastante sencilla, aunque acaso injustificable. A mis 80 años, y negado para las formas más sencillas de la tecnología actual, no acostumbro leer las innumerables publicaciones de todo tipo que suelen aparecer en las redes sociales; sólo reviso las principales noticias nacionales e internacionales en nuestros dos periódicos más importantes: La Estrella de Panamá (en donde soy columnista desde hace años) y La Prensa, así como en las que publican algunos periódicos norteamericanos de indudable prestigio (The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal, entre otros), y algunos otros de España, además de diversas revistas literarias internacionales afines a mi oficio de escritor.
Antes de publicar esa crítica a Rubén, debí saber dos cosas bastante elementales: (1) Una figura de la talla artística e intelectual internacional del panameño Rubén Blades sin duda debía tener un sitio propio en la red en donde da a conocer sus actividades artísticas y sus opiniones sobre temas de actualidad. (2) Un hombre que siempre ha demostrado su inquebrantable patriotismo difícilmente hubiera podido permanecer callado con respecto a las persistentes mentiras y faltas de respeto a nuestro país por parte del sociópata presidente fascista de la actual nación norteamericana.
En todo caso, lo cierto es que nunca vi nada de Rubén publicado en los medios mencionados que suelo revisar a diario, y ese “silencio” aparente me parecía inconcebible e inaudito en el caso de alguien con su trayectoria y prestigio, a quien respeto y admiro desde hace incontables años. Y esa equivocada desilusión se me agrietaba en el alma al no conocer sus ideas al respecto expuestas públicamente...
Sin duda, debí haber investigado al respecto antes de criticar un silencio suyo que no resultó ser tal. De ahí que cuando una colega y amiga me mandó hace poco un texto de Rubén, publicado por él en un sitio denominado rubenblades.com. La esquina de Rubén Blades (cuya existencia no conocía), en donde me pone clara las cosas que yo le criticaba, y me daba un merecido “jalón de orejas”, me sintiera francamente avergonzado.
Investigué y, en efecto, en dicho sitio estaba clarísima su patriótica posición en cuanto al tema en ciernes; e incluso pude rastrear admirables textos alusivos anteriores de su autoría. No había, pues, tal silencio de su parte.
Debo señalar que el referirse a mí en su escrito, Rubén lo hace con mucho respeto y consideración, como todo un caballero, lo cual agradezco, porque bien pudo ser más rudo al reprenderme... ¡Ese solo hecho triplicó mi admiración por él! Ojalá que así fuera siempre el trato entre panameños.
Por todo lo anterior, dedico este artículo en su totalidad a disculparme públicamente con Rubén y con sus miles de admiradores por mi ignorancia al criticarlo, y le reafirmo mi admiración y respeto. ¡Ojalá todos los panameños que han emigrado, por las razones que sean, mantuvieran como él incólume su amor por la patria sin permitir que la distancia lacere sus sentimientos patrios!
En ese sentido, le reitero, pues, a Rubén Blades mis disculpas, y les pido a quienes tienen alguna cercanía con él que le hagan llegar este mea culpa de mi parte. ¡Honor a quien honor merece!