• 13/03/2024 10:55

Edith Gron, la escultora centroamericana que trascendió fronteras

Kühl (2009), su principal biógrafo, señala que la obra más conocida de Gron es “la escultura en mármol blanco de la cabeza de Rubén Darío ...”

Corría el año de 1931, era verano, y el Studebaker venía por la bajada de Las Piedrecitas saliendo de la capital, a pesar de la reducida velocidad una mala maniobra al tomar una curva sacó al auto del camino, los padres y el niño quedaron con fuertes contusiones pero la jovencita de catorce años sufrió fracturas en los huesos de la cara. El auto que iba detrás los auxilió inmediatamente, era un vehículo que llevaba tres militares estadounidenses, uno de ellos, médico del Cuerpo de Marina que la rescató y llevó al hospital castrense más cercano donde galenos y enfermeras militares le hicieron múltiples operaciones, logrando luego de varias semanas reconstruir el bello rostro de la niña. El doctor Stuart Green no podía imaginar que había salvado a quien sería más tarde una de las exponentes de mayor renombre en el campo de la escultura histórica. En el Día Internacional de la Mujer es oportuno recordar a Edith Gron, nicaragüense de prestigio continental.

Kühl (2009), su principal biógrafo, señala que la obra más conocida de Gron es “la escultura en mármol blanco de la cabeza de Rubén Darío de donde se han copiado en yeso todas esas cabezas que se ven en oficinas y despachos públicos, el original está en los salones de la Biblioteca Roberto Incer del Banco Central. Sus otros bustos sobre Rubén Darío están en lugares como la Universidad de Utrecht en Países Bajos, en la Avenida de las Américas en Guadalajara, México; en el Parque Central de Nicoya, Costa Rica; en el Parque Manuel Castillo en Lima, Perú; en el Parque Rubén Darío en Bogotá, Colombia; en Bayfront Park en Miami, Florida; en el Seminario Archivo Rubén Darío en Madrid, España; en el Instituto Iberoamericano de Berlín, en el Salón del Congreso del Palacio Nacional y en el Banco Central, Managua; y en la Escuela Superior Mixta Rubén Darío en Ciudad Darío, Nicaragua”.

Edith Gron, era una mujer inteligente “muy atractiva físicamente, intensamente trabajadora, y apasionada por eternizar valores nacionales [latinoamericanos], nació en Dinamarca 19 de febrero de 1917, vino a Nicaragua con sus padres y cien inmigrantes daneses para ocupar la Colonia “Danesia” en Matagalpa en septiembre de 1923. En 1942 estudió en la Escuela de Bellas Artes en Managua, en 1944 pasó a la Academia San Carlos de la Universidad de México, donde tuvo como maestros a Fidias Elizondo, Luis Ortiz Monasterio e Ignacio Asúnsolo. En 1947 estudia Escultismo y Arte Cerámica en la Universidad de Columbia en Nueva York, y regresa a Managua a fines de 1948” (Kühl, 2009), urbe en la que vivió hasta su muerte, el 15 de marzo de 1990.

Gron produjo más de trescientas esculturas pero la obra que la lanzó a la fama fue “El Amo Muerto” que representa a un niño entristecido por la muerte de su querido perro, composición con la que ganó el Premio Nacional Rubén Darío en 1943. Gron mostró siempre disposición hacia la escultura, fue descubierta por el médico de Matagalpa, Emilio Lacayo, que la vio moldear en arcilla los rostros de otras niñas de su edad. Fue Lacayo quien convenció a los padres a que enviasen a la niña a estudiar a Managua.

Desde 1948 sus creaciones terminan colocadas en vatios lugares de Centroamérica embelleciendo parques y plazas. Hay, por ejemplo, un busto de Miguel Larreynaga en Honduras, varios monumentos a la Madre en Tegucigalpa, El Salvador y Costa Rica; y, más al sur del continente, también en el Perú. Su dimensión internacional crece y se realizan exhibiciones de sus obras en la Exposición Universal de Bruselas (1958), en la Primera Bienal de Paris (1959), en la segunda Bienal Interamericana de México (1960) y en la Octava Bienal de Sao Paulo (1965). En esta última ciudad integró, como única mujer, la delegación artística de su país juntamente con Omar de León Lacayo, Fernando Saravia, Orlando Sobalvarro y Luis Urbina. Es precisamente en Sao Paulo donde el embajador nicaragüense Justino Sansón Balladares recibió las propuestas del embajador peruano César Elejalde Chopitea y del embajador panameño Gustavo Méndez para llevar la muestra de Edith Gron a sus respectivos países, amigable disputa que terminó cuando la artista se decantó por Panamá.

Las obras de Gron son un valioso testimonio del papel de la mujer en el arte. En palabras de Diez de Medina (1965) refiriéndose a la escultora “tiene un sentido de grandiosidad, de majestad, de volumen, de tal sabiduría para transmitir recónditas emociones sobre la figura humana descubriendo los misterios de la fuerza, la tensión y el equilibrio”.

El autor es embajador peruano
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