• 22/06/2012 02:00

Los que hoy ríen, mañana llorarán

Conocí el poder en su nivel más alto. Observé de cerca cómo se administró. Miré detalladamente estilos distintos, distantes. Un liderazg...

Conocí el poder en su nivel más alto. Observé de cerca cómo se administró. Miré detalladamente estilos distintos, distantes. Un liderazgo, el inicial, tomó el mando con ilegalidad y violencia. El pueblo inteligente creyó —con razón— que llegaba un gorilismo vulgar, carnicero, pelechador. La etapa primera atrajo —como debía esperarse— protestas, luchas, sangre. Pero el timón del poder afinó su rumbo, consolidó una estrategia, trazó una intención patriótica, incomprendida. El capitán del barco convenció —con hechos y decisiones— a las mentes más brillantes, para apoyarlo y hacer patria grande para todos, no para unos cuantos comensales como ocurre hoy.

Panamá protestó ante el mundo, por el yugo heredado, ante la infamia extranjera, por el Gold Roll y el Silver Roll. El mundo escuchó. Contra viento y marea adversa, se obtuvo lo que hoy tenemos: dignidad, recuperación de lo que es nuestro. Una sola bandera. Y el líder coordinador de toda esa campaña, no buscó fortunas, hasta que el dedo funesto marcó su muerte trágica. Le sucedió otro tipo de poder y mando. Lo que fue patriotismo, con personalidades brillantes y respetables, se tornó en una tragicomedia, con un pseudolíder oscuro, intrigante, malvado. Rodaron cabezas inocentes solo por protestar y los altos cargos, ‘los poderes del Estado’, se callaron, genuflexos, vendiendo su conciencia. Todos ignoraron a Dios. El nuevo Dios fue por un tiempo —según ellos— ese hombre torvo al cual seguían. Los ojos del Cristo, Dios vivo, parecían cerrados, no paraba las injusticias y crímenes. Eso parecía. Eso parece hoy, con despotismos, de distintos disfraces. Homólogos, lo de ayer y lo de hoy, en sus malos manejos. De espaldas a la Ley, irónicos, muertos de la risa ante el despojo de los bienes y la dignidad del pueblo. Sacándole la lengua a quienes se les enfrentan para pedirles cuentas. Todo lo dominan, todos se le someten, descorchan cada hora champañas francesas, ante la pobreza y la impotencia de los desvalidos. Todos los niveles y estamentos son dominados por un puño de hierro; ayer como hoy. Y Dios, una vez más parece callar, sordo y ciego. Reina, hoy como ayer, la vulgaridad, el sometimiento abyecto. ‘Cuando la política entra por la puerta del templo, la justicia huye despavorida, por la ventana, hacia los cielos’. Decía el maestro Kelsen.

Todo parece delicioso para el círculo íntimo, ayer como hoy. Todo les sonríe, a unos pocos. Sus carcajadas burlonas resuenan en los oídos humildes, o de los sin poder, como bofetadas, sin fuerza que los vengue. Eso parece. Solo eso, parece. Que pocos miramos al pasado, al reciente, tibio aún. ¿Quieren saber cómo terminarán los que hoy —como ayer— se burlaron de la gente común, de los impotentes, ante la fuerza de las armas y las magistraturas? Solo tienen que ir a un hospital público, muy conocido, pedir el permiso para visitar a ese enfermo ‘especial’, mirar a sus ojos, observar sus pupilas huidizas, nubladas. Preguntarle a él: ¿Que se hicieron tus honores? ¿Dónde está tu poder omnímodo, tus alabarderos? ¿Puedes dormir bien con tus abusos, degollados, sometidos? ¿Se te acabó ya la champaña, que algunos de tus subalternos —vulgares— tomaban, creyendo que libaban Seven Up? Es bueno que el grupo que festina hoy a su gusto, con lo de todos, se observe muy bien en ese espejo. Porque se podrá mirar a futuro no muy distante. Entonces sabrán que Dios es real. Ni es el opio del pueblo, ni una idea de estúpidos. Y, ese día, próximo, ese clan de poder y avaricia, harto de la riqueza de todos, cambiará sus risas en lágrimas, como el paciente del hospital.

‘Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados’. Lucas 6-6

ABOGADO Y MILITAR RETIRADO.

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