La comunidad de Tortuga se ha convertido en un ejemplo de aprovechamiento sostenible en Panamá, tras la puesta en marcha de su plan de manejo comunitario...

Algunas noches atrás, viendo las noticias al final del día, me encontré con la grata sorpresa de la condena a 6 años por corrupción e inhabilitación política de por vida de la expresidenta de Argentina Cristina Kirchner. Entendí en ese momento que el sistema de justicia argentino funcionaba y respondía a las peticiones de aquel pueblo austral.
Pero lo que vino después fue aún más emocionante. El noticiero anunciaba la citación del Ministerio Público al expresidente Juan Carlos Varela tras varias denuncias ciudadanas. Luego, como cualquier hijo de vecino, aparecían Laurentino Cortizo y José Gabriel Carrizo, detenidos preventivamente por las denuncias de presunto delito contra la administración pública en su modalidad de peculado.
No podía creer lo que veía. Mi corazón explotaba de emoción. El noticiero continuaba mostrando funcionarios, exalcaldes, exrepresentanes, exdiputados, todos señalados por irregularidades y enfrentando, finalmente, la justicia.
Vi a un exdirector de la Caja de Seguro Social que había llenado la institución de sus camaradas, y a otro que era requerido por la pérdida de millones en medicamentos y millones de dólares extraviados, siendo llevados ante los tribunales.
Sentí que todas las luchas ciudadanas, las protestas, las denuncias anónimas, públicas, todas valientes, habían despertado al sistema de justicia panameño de su profundo letargo.
En la pantalla vi desfilar a alcaldes y representantes de juntas comunales que recibieron dinero de la descentralización paralela y que ninguno había rendido cuentas, sentí que la justicia llegaba a nuestro país y que por fin seríamos testigos de la condena de quienes se robaron nuestros recursos en el nombre de los más vulnerables para ellos vivir como ricos.
Era tan tarde y tan grande mi emoción, que no sabía a quién llamar. Quería salir a gritar por las calles: ¡la justicia sí existe! ¡Sí existe! No era solo para el pobre. Por una vez, el poderoso no escapaba y sería juzgado sin exenciones, acomodos o arreglos, demostrando que hay ciudadanos dignos y no todos tienen un precio, como dijo un expresidente.
Era justicia pura. Lo evidente por años al fin se volvía acción. Ya no había privilegios. Como dice el refrán: “el amor, la tos y la riqueza no se pueden ocultar”, y estos “juega vivo” se hicieron ricos de la noche a la mañana con el dinero del pueblo... pero hoy les llegaba su hora. En el momento justo cuando esperaba ver caer al siguiente, una propaganda de la selección me despertó. Entonces lo entendí todo. Era solo un sueño.
La única verdad era que Cristina Kirchner había sido condenada, allá en Argentina, y acá los “juega vivo” seguían caminando por nuestras calles, libres, tratando de darnos lecciones, opinando como si no hubieran sido parte del desastre que ellos mismos crearon y hoy todos vivimos.
Seguimos esperando que la justicia panameña despierte. Que se respete a este pueblo noble. No pedimos persecución ni venganza, sino justicia, justicia ciega y verdadera. Que quienes robaron los recursos del Estado estén donde deben estar juzgados, condenados y tras las rejas.
El que roba o engaña al pueblo que lo eligió, merece cadena perpetua.
¡¡Queremos justicia!!