La comunidad de Tortuga se ha convertido en un ejemplo de aprovechamiento sostenible en Panamá, tras la puesta en marcha de su plan de manejo comunitario...

Todo comenzó mal. Muy mal. Con aquello de que eran la fórmula presidencial que garantizaría el chenchén a los panameños, Martinelli y Mulino, engañaron a los que pensaron que, con el regreso de la misma gente que había puesto a circular dinero en las calles con la bonanza que se dio con aquello de que robó, pero hizo, vendrían mejores días. Un engaño total. Peor aún, perpetrado con maldad y alevosía.
El enorme descontento con el gobierno Cortizo/Carrizo/Benicio favoreció a que la gente se comiera el cuento de que vendrían mejores oportunidades para los panameños. Que se acabaría la falta de empleo y que habría oportunidades para todos. Era hartamente conocido del caótico estado de las finanzas públicas, donde el anterior gobierno había duplicado la deuda del país llegando a más de 50 mil millones, rodeado de escándalos y sin ninguna obra significativa que pudiese justificar tanto endeudamiento.
Inclusive los que, sin haber votado por Mulino, como el reputado economista Felipe Chapman, predecían lo difícil que sería la recuperación económica del país. Las nubes negras presagiaban la tormenta que se avecinaba a los nuevos gobernantes, por lo que se hacía indispensable emprender profundas reformas a la estructura del Estado.
Al ser designado Chapman como futuro ministro de Economía y Finanzas se produjo cierto alivio en la ciudadanía porque se pensó que finalmente se pondría orden en las finanzas públicas. Otros nombramientos produjeron la misma sensación, aunque no se vio con buenos ojos el regreso de muchos del gobierno de Martinelli, quienes tenían sus credenciales plagadas de muchas dudas. Era lógico aquello, porque gracias al expresidente, Mulino logró hacerse con el máximo cargo del Palacio de las Garzas.
El presidente Mulino favoreció la elección de Dana Castañeda al frente de la Asamblea, a pesar de saber que era conocedora y partícipe de lo que tanto se criticaba a los períodos legislativos anteriores. En muy poco tiempo quedó en evidencia el abuso perpetrado allí con los recursos públicos y del cual tanta bulla ha hecho el contralor de la República con el tema de las botellas y los gastos innecesarios en que incurre.
Los nombramientos de embajadores y cónsules, repitiendo la nefasta práctica de Martinelli, fueron confiados al círculo familiar del presidente, pródigos en nombrar a parientes cercanos y a amigos de parranda. Hemos sido testigos de la falta de preparación de algunos de ellos, lo que nos ha puesto a dudar si podrán representar con idoneidad los intereses patrios en el exterior. Recientemente, como si viviésemos una bonanza económica, exagerados aumentos se han otorgado a las sedes diplomáticas más vinculadas con el presidente y el canciller Martínez-Acha, que todavía aparece como socio (partner) en la página web de una reconocida firma de abogados local.
Todo lo anterior se produce casi en simultáneo al anuncio del ministro Chapman de que las planillas y los subsidios se financian con más deuda pública, la cual, en su gestión ministerial de 11 meses, ya suma 4.000 millones de dólares adicionales al bulto que dejó el gobierno anterior. Sí, el tricéfalo que dirigían Cortizo-Carrizo y Benicio.
El reparto de las notarías siguió la misma suerte de siempre: poner al frente de estas a abogados que le tendrán que dar una gran parte a algún cocotudo. Pareciera que el sueldo de 7.000 balboas al mes no alcanza a algunos de los altos funcionarios y por eso hay que nivelárselos.
A pesar de la cacareada austeridad y la falta de recursos, la mudanza de oficinas públicas sigue, inclusive, pactándose con pagos de alquileres superiores a los permitidos por la Contraloría. Con la crisis social vivida se comenta de grandes negocios alrededor de insumos requeridos por las fuerzas de seguridad, como bombas lacrimógenas, balas y otros equipos, que se han prestado a la especulación de los mismos suplidores de siempre. La lista de lo que en muchos sitios se dice haría está interminable, como lo ocurrido con la mina y algunas concesiones estatales.
Se ha seguido con el aumento de la planilla oficial y gastos en proyectos como lo del tren a David que muchos panameños piensan que terminará siendo otro engaño, simplemente porque el país no tiene recursos y la inversión de forma alguna podría ser rentable.
En mi opinión, el futuro del país se vislumbra muy incierto. Los gobernantes no han dado el ejemplo y todo indica que les preocupa muy poco el corregir ese rumbo. Muy penoso.