Recuerdo siempre un pasaje de la Biblia que dice de esta manera: “Las personas llaman a lo bueno malo y a lo malo bueno”. La razón de este pensamiento radica en cómo los dispositivos de manipulación pueden generar emociones que van en contra de quienes luchan por el beneficio del pueblo, a tal grado de festejar las detenciones de luchadores sociales. Y no es la misma la alegría de cuando un empresario político corrupto es encarcelado por delitos que son visiblemente evidentes. Con estos empresarios —políticos— corruptos, la alegría no es la misma; inclusive, hay ausencia de alegría y una defensa de los mismos. Entonces, ¿a qué se debe que la población general, sobre todo la gente de la clase obrera que es la mayoría de la población panameña, tenga esta contradicción en una suerte de dicotomía?

Apoyar a quienes nos defienden debería ser parte de la estética situacional de las mayorías; es decir, la posición debe ser estar del lado de quienes luchan por nuestro bienestar y en contra de los que nos oprimen. Pero la realidad material muestra lo contrario. Por esa razón, al estar consciente de ello, recuerdo la oración antes mencionada: “apoyan lo malo y satanizan lo bueno”. Es mi intención analizar esta contradicción fenomenológica de la población panameña en dos puntos básicos: Métodos de manipulación de la Plutocracia versus luchadores sociales.

Plutocracia y sus métodos de manipulación

La Plutocracia es una élite poderosa que ostenta el poder político de un Estado, como es el caso de Panamá. Tienen el control total de la economía y han logrado institucionalizar sus intereses como élite en el Estado Panameño; es decir, tienen la hegemonía económica y política. Pero para mantener ese statu quo, también necesitan tener el control psicosocial de la población, y esto se logra a través de canales de televisión que son grandes corporaciones cuyos dueños también son parte de la élite. Por ende, estos medios no están democratizados, sino que son parte de la lógica del biopoder de la élite, que utiliza estos medios para lograr una gobernabilidad mental de la población, para subjetivarlos e instalar un imaginario de que el progreso de la empresa y de los poderosos es el progreso de todos, cuando no es así. La realidad nos muestra que hay un 47 % de informalidad laboral, especulación en el costo de los alimentos y medicinas que sobrepasan la capacidad adquisitiva de la población general, precarizándola y empobreciéndola. Esto es consecuencia de un régimen empresarial cuya lógica acumulativa de ganancias es independiente de la vida y la seguridad de las mayorías. Las televisoras no hablan de estas realidades que afectan a la población; solo presentan a representantes de la empresa hablando del progreso del sector privado y plantean la idea de que quienes dicen lo contrario tienen una agenda comunista (nada más falso). Lo repiten tantas veces que moldea las emociones de la gente, hasta llegar al clímax de lograr que la población general odie a quienes luchan por el bienestar de la población. El segundo punto se deriva del primero.

Luchadores sociales

Los luchadores sociales históricamente son unos conquistadores de felicidad. Todos los derechos de los trabajadores fueron conquistados por los dirigentes sociales a través de sindicatos, gremios magisteriales y otros sectores laborales. Son aquellos quienes mantienen la dignidad intacta del trabajador, pero son satanizados por el biopoder de las élites a través de televisoras alineadas a lo que llamo ontología de la actualidad. Quienes luchan por días mejores como Suntracs, Conusi, Asoprof, Frenadeso, movimientos indígenas y otros, tienen que ser criminalizados para callar su voz por un régimen empresarial encabezado por el señor José Raúl Mulino, que tiene su agenda clara de proteger y beneficiar los intereses de la élite empresarial panameña a costa de la precarización de la población general. Y para ello utilizan estos medios de comunicación para redirigir las conciencias hacia los intereses de la élite y dirigir su odio hacia los luchadores sociales. Por eso se han encargado de perseguir a Saúl Méndez, que representa un peligro para los intereses de la élite empresarial, y es necesario descalificarlo y satanizarlo. Y lo han logrado cuando la gente se alegra de su persecución y lo festeja, pero no saben que son víctimas del biopoder de las élites, porque es una alegría equivocada: celebrar la persecución de quien lucha por la felicidad del pueblo. Sin embargo, la historia absolverá a los líderes sociales como lo es Saúl Méndez y condenará a representantes de la dictadura empresarial como lo es el señor José Raúl Mulino. Mientras tanto, habrá que luchar contra la lógica de amar al opresor y odiar a quienes defienden los derechos legítimos del pueblo.

*El autor es licenciado en Geografía e Historia
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