• 20/12/2023 08:47

La discordia social tiene sabor a estado fallido

Nadie que se oculte detrás de otro puede ostentar cualquier forma de liderazgo, porque el verdadero liderazgo no es cobarde

Yo quisiera poder decir que el próximo año, 2024, va a ser mejor para Panamá. Sin embargo, en honor al sentido común, tampoco puedo pecar de optimista.

Sin ser politólogo, analista político ni nada por el estilo, noto que el país se ha mantenido en una tensa calma. Es decir, a la espera de quién sabe qué. Aquí todo el mundo habla, pero nadie sabe nada realmente. Esto ocurre, en gran parte, por la tremenda falta de liderazgo que existe.

En el momento social en que nos encontramos, los panameños requerimos definición y estructura. Pero, antes que todo, alguien que dé la cara. No podemos seguirle el rastro a la tradicional sucesión de gobiernos pusilánimes y títeres, que se esconden o enmudecen cuando la situación les exige carácter. Tampoco podemos seguir con el absurdo esquema de ser gobernados por “el poder detrás del poder”. Entiéndase, una forma de poder corrupto y cobarde, que se oculta detrás de fachadas tan insulsas que no pueden tomar decisiones, desde recoger la basura hasta cerrar una transnacional minera. Mucho menos, rescatar a una pequeña nación de la distopía.

Nadie que se oculte detrás de otro puede ostentar cualquier forma de liderazgo, porque el verdadero liderazgo no es cobarde. Los auténticos líderes se comprometen y asumen responsabilidades. Nada que se oculte, se disfrace o esconda, puede dirigir a cabalidad una nación.

La movilización “masiva” que vimos en días pasados, más que un pueblo hastiado dando la cara, tenía todo el aspecto de un movimiento muy bien organizado. Las protestas se dieron a lo largo del país, de forma tan estructurada, que en unas cuantas semanas colapsó casi toda la dinámica nacional. Sí, eran las mismas agrupaciones que luchan siempre: Suntracs, maestros, originarios, etc. Sin embargo, más tarde, se nos intentó vender la idea de que fue una protesta “orgánica”. Nada orgánico es tan organizado, simultáneo y estratégico. Tan estratégico que hubo cierres hasta por el mar (aun con lo costoso que esto resulta) cuando anteriormente solo se daban en tierra. También aumentaron los afectados y bajas, de forma cruda y exhibicionista inclusive. Al mismo tiempo, hubo un levantamiento generalizado de las redes sociales, mientras, simultáneamente, se desacreditaba a los medios de comunicación tradicionales.

Ahora bien, si usted lo analiza un poco más a fondo, notará que lo realmente “orgánico” es multitudinario, algo desorganizado, masivo, espontáneo, no lo que se vio en las últimas protestas. Si realmente el pueblo se hubiera cansado de la corrupción, todavía estuviéramos protestando y las bajas serían muchas. Pero no fue así, en un par de semanas la gente entró en modo navideño “de paz y consumismo”. Las protestas a lo largo del país se dieron por grupos recalcitrantes que no superaban las cien personas cada vez. El aspecto multitudinario vino de las marchas, pero las marchas no generaron todo lo que ocurrió en el país, ni lo más contundente siquiera. Apenas decantaban, minúsculamente, en movimientos repetidos de violencia circunscrita a los predios de la asamblea, y en ningún caso más allá. Ataques repetitivos, exhibicionistas, para provocar confrontación. Jamás se supo con certeza si fueron infiltrados, maleantes o quiénes.

Nuestro país está más enredado de lo que parece. La paciencia del panameño aún no ha llegado a su límite más dramático, pero los niveles de corrupción política han sido tan altos, que bien podrían estar enmascarando movimientos desestabilizadores de orígenes varios. Si no me cree, repasemos en breve lo que viene ocurriendo. Nuestro gobierno se da la mano con potentados económicos extranjeros que operan libres en Panamá, sin contrato y como sea. Hay persecuciones de narcos, y ajusticiamientos de funcionarios públicos. Movimientos izquierdistas sacudiendo banderas a la libre, exigiendo al gobierno lo que la ciudadanía en pleno no se atreve o no quiere ver... El pueblo debe despertar y exigir, no solo marchar, chatear o parquear “a modo de protesta”.

La sociedad no puede, simplemente, limitarse a votar cada quinquenio. Hay que deponer intereses personales, unirse, organizarse y actuar. ¿Acaso tendremos esa capacidad los panameños? Sin esperar a que estos oportunistas, que sí están organizados, nos roben la iniciativa y terminen aprovechando nuestra falta de empoderamiento cívico. Llevándonos, totalmente distraídos en peleas intestinas y fútiles, a un estado fallido, social-comunista, o narcoestado.

El autor es ingeniero en sistemas.

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