• 02/05/2024 00:00

Decodificando valores: elecciones

[...] nuestra más grande limitación es nuestra tendencia a tomar decisiones prácticas con base en nuestras emociones y no con base en nuestra lógica

¿Cómo tomamos decisiones?, es una de las preguntas que más me intriga. Ciencias completas han surgido alrededor de este tema incluyendo la economía conductual (en la que se estudia decisiones económicas como por qué alguien compra cierto producto, cuánto está dispuesto a pagar, etc.)

Distingo entre tres tipos de decisiones: las necesarias, aquellas relacionadas con nuestra existencia (como qué y cuándo comer, trabajar, dónde vivir, qué vestir, etc.) las opcionales (como viajar, compras emocionales, entretenimiento, etc.) y las convenientes (aquellas innecesarias, pero que nos conviene tomar). Estas últimas son las más difíciles y pueden variar enormemente: con quién casarme, qué estudiar, con quién socializo o por quién voto.

Aunque existen hoy más opciones que nunca, nadie cuenta con una libertad total de decisión. Nuestras limitaciones incluyen nuestra experiencia, educación, recursos y habilidad. Pero considero nuestra más grande limitación es nuestra tendencia a tomar decisiones prácticas con base en nuestras emociones y no con base en nuestra lógica. Así socializamos con personas tóxicas, gastamos más de lo que ganamos o escogemos una profesión según una tradición familiar y no según nuestro talento y preferencia personal innata.

El mayor reto de los panameños en este momento son las elecciones. Casi toda persona me ha expresado su dificultad en decidirse por un candidato con expresiones como “me cuesta entender cuál será el menos malo”. Para mí, esta incertidumbre proviene de una desconexión emocional con todos los candidatos y la pregunta es ¿cuánta es esta conexión necesaria?

Cuando escogemos pareja es importante tener una conexión emocional, así hemos sobrevivido como especie. ¿Cómo es que no todas las mujeres solo se emparejan con el más exitoso macho cazador? Porque aunque lógicamente sería la mejor opción, no lo es emocionalmente. Todos sabemos, no todas las mujeres se enamoran del más guapo o rico o inteligente.

En la política esta conexión emocional no solo es innecesaria, puede ser engañosa. Muchos expresan su preferencia por candidatos con verbos emocionales como “me gusta” o “me anima” en vez de expresarse con consideraciones lógicas como “su plataforma económica es la más viable” o “su política ecológica es sostenible”.

Aunque en teoría alguno de los muchos candidatos a la presidencia podría tener la capacidad de gobernar (y uno de ellos necesariamente lo hará), ninguno ha conseguido esta importante primitiva conexión emocional con los ciudadanos y me preocupa que la valoremos tanto. ¿Por qué insistimos en votar por “nuestro partido”, sin relación a la capacidad de su candidato o por tal apellido o por aquel que ya ocupó el cargo, aun cuando lo haya hecho hace muchos años o de forma deprimente?

Considero que las razones incluyen una emocional necesidad por un liderazgo “conocido” que nos proporcione un sentimiento de estabilidad (tan abrumado por la pandemia). Por esta misma razón las grandes productoras de cine optan por temas conocidos (como Barbie o Oppenheimer) en vez de películas originales. No es un pecado desear estabilidad, pero podemos obtenerla sabiamente. Es cierto que votar es una apuesta, pero es una tan importante que debemos tomar el tiempo para entender y analizar las opciones.

Mi difunto padre apostó por décadas en el hipódromo no siempre en el mismo caballo o aquel con las mejores estadísticas. Él apostaba por aquel con las mejores posibilidades de ganar según las condiciones presentes en la misma carrera: el clima, el estado del terreno, el jinete, el entrenador o la competencia, todo según el momento específico de la carrera. Igualmente, el voto debe concentrarse en el candidato con las mejores presentes condiciones para servir al pueblo y de avanzar el país y no según su nombre o “estadística” de épocas pasadas. Debemos recordar que las personas cambian, y así como muchos mejoran, otros decaen, todo según el natural ciclo humano.

No es fácil estudiar a los candidatos profundamente además que debemos confiar casi ciegamente en ellos. Pero en eso se basa la democracia y hoy es más fácil que antes aprender sobre ellos. Cada uno puede acceder a sus plataformas desde su celular y “apostar” por quien tenga la más realista plataforma para mejorar nuestro futuro, el de nuestros hijos y nuestro país. Cada minuto que dedique para informarse mejorará la probabilidad por una mejor elección, en vez de decidirse por emociones pasadas que no regresarán.

El autor es arquitecto
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