Las bondades del programa de becas del Colegio Javier

  • 11/05/2025 00:00

Poco se habla ya de la educación como plataforma para subir en la escala de la sociedad. En 1950, un niño nacido en un hogar panameño tenía un 80 % de posibilidades de ganar más dinero que sus padres. Pero un niño nacido en la década de 1990 tenía solo un 50 % de posibilidades de superar los ingresos de sus padres. En 40 años, el sueño pasó de ser una realidad generalizada a ser básicamente una moneda al aire: cara o sello.

Los niños de estratos sociales bajos que interactúan con otros niños que son de clases sociales más altas obtienen grandes ganancias a lo largo de sus vidas. Esto representa una hoja de ruta para nuestro país. La historia nos dice que las oportunidades existen. Las familias pueden mudarse a una barriada diferente y cambiar la trayectoria de vida de sus hijos. El problema es que las oportunidades no están distribuidas de manera uniforme. Por lo tanto, los niños tienen que ganarse la lotería al nacer en la familia adecuada o mudarse a donde ya existan ganadores de la lotería.

Sociólogos han descubierto que cuanto más antes una familia se mude a un lugar con altos niveles de movilidad ascendente, digamos de San Miguelito a Costa del Este, cada año adicional que pases creciendo en uno de estos lugares de alta oportunidad, mejor serán tus resultados como adulto. Tendrás ingresos más altos, mayor probabilidad de ir a la universidad, menor probabilidad de maternidad precoz y menor probabilidad de encarcelamiento.

Cada año adicional que se pasa en uno de estos entornos favorables parece mejorar sistemáticamente los resultados de los niños a largo plazo. Esto hace pensar que la paternidad realmente importa. Es muy difícil de probar, pero donde los padres deciden vivir y criar a sus hijos parece tener efectos extraordinarios. Claramente, una gran elección que hacen los padres es dónde vivir. Abarca a dónde van los niños a la escuela y quiénes terminan siendo sus amigos. Pero hay otras decisiones, como inscribir a su hijo en lecciones de música o clases de deportes, que podrían tener beneficios que se acumulan con el tiempo.

Otro ingrediente importante que se ha identificado es la amistad. Los científicos sociales han pensado en la idea de capital social durante muchos años. Y ahora con la herramienta de Facebook para asociar datos sobre amistades se ha podido medir “conectividad económica”, la métrica en que las personas de bajos y altos ingresos interactúan entre sí en un lugar determinado. Estas interacciones entre clases resultan ser uno de los predictores más fuertes de movilidad económica hasta la fecha. Si creces en un lugar donde las personas de bajos y altos ingresos interactúan más, tú, como persona que crece en una familia de bajos ingresos, tienes muchas más probabilidades de ascender en la próxima generación.

Otra variable importante es la “presencia del padre”. Se ha estudiado que la movilidad ascendente estaba más fuertemente correlacionada con la presencia de familias con dos padres en un vecindario, pero no necesariamente en un hogar. Los niños pobres tienen menos posibilidades de ascender en la distribución de ingresos que los niños adinerados. Sin embargo, estos niños pobres que crecen en barrios donde hay más padres presentes, tienen más posibilidades de ascender.

También, la universidad y la educación superior es un motor de oportunidades. Está demostrado que el programa de becas del Colegio Javier desde los años 70, contribuyó a la movilidad ascendente de más de 30 niños por año. Si queremos que nuestro sistema educativo sea un motor de oportunidades, entonces debemos impedirlo para que no sea un motor de estratificación. Porque si solo los niños más pudientes asisten a las mejores escuelas y universidades, entonces terminas calcificando la sociedad. Significa que, si tus padres son adinerados, entonces tienes acceso a un conjunto de oportunidades que te harán rico en la próxima generación. Eso pone el sueño de superarse fuera del alcance de muchos niños.

La educación contempla etapas, cada una más compleja que la anterior. La oferta educativa debe incluir aspectos pedagógicos pero también espirituales, para que sea una verdadera plataforma de lanzamiento de talentos y oportunidades. La educación debe desarrollar en los estudiantes competencia intelectual, inteligencia cognitiva, liderazgo emprendedor y capacidad de autocrítica. Pero también debe fomentar el pensamiento lógico para comprender y aplicar creativamente los saberes en la interacción consigo mismo, los demás y el entorno.

Este año celebro 50 años de graduación del Colegio Javier y me siento orgulloso de ser parte de ese gran experimento que iniciaron los sacerdotes jesuitas aquí en Panamá. Comprometido con esa dinámica es que se descubrieron talentos y explotaron las expresiones intelectuales y sociales de muchos estudiantes. Ingredientes necesarios para tomar decisiones libres, responsables, autónomas y con apertura al cambio en búsqueda de una sociedad más justa.

*El autor es empresario
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