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- 13/11/2013 01:00
‘El obrero del minuto’
No pretendo abarcar en este artículo el amplísimo y variado tema del Periodismo, trataré de ofrecer situaciones de la vida laboral del periodista con un enfoque hacia la condición humana. El corresponsal español Pepe Ortega Spottorno, hijo del filósofo español, periodista y maestro, José Ortega y Gasset, adjetiva al comunicador social como ‘el obrero del minuto’. Las noticias no esperan, cientos de ellas se dan segundo a segundo, y quien la recibe de primera mano, es el profesional del Periodismo, aquel que no se deja manipular ni comprar por los hilos del poder económico y político, y que vive una vida de poca ilusión, muy estresada, en un entorno laboral de mucha presión donde los problemas parecen multiplicarse.
Hay que estar dentro de una sala de redacción y conocer lo que siente el buen periodista de portentosa creatividad e intuición que se convierte en un informador respetado dentro y fuera de este oficio. Algunos incluso trabajan con las manos. Sudan. Y, por supuesto se cansan. Y enferman. Se duelen. Se aburren. Se desesperan. Sienten cada minuto ese malestar que puede convertir su jornada en una pesadilla. El periodista tiene sus aventuras laborales, conmovedoras y que le han de afectar emocionalmente. Hay quienes sobreviven como pueden; van haciendo trabajos aquí y allá. Otros no sobreviven de manera independiente sin las ayudas familiares.
El Periodismo es un trabajo caracterizado por la precariedad, los sueldos ridículos y de pequeños caciques que se alimentan de la morbosidad y de la prensa amarillista, en un sistema que erosiona la ética y moral del Periodismo, que no es una profesión fácil y nunca lo ha sido. El peligro, las acechanzas y las censuras surgen, laten, se cuecen y se desarrollan en el aparentemente apacible espacio de las redacciones y los despachos más confortables. El periodista sabe que su tarea es decir la verdad y, si depende de un patrono mentiroso, servil y tiránico, habrá que ocultar la verdad y empezar a discernir lo verdadero de lo falso, y si miente, viola el código ético y moral que rige su oficio. Y, si insiste en decir verdades que no le gustan al poderoso, se arriesga. Los conflictos morales de este tipo ocurren a diario.
Siempre ha habido prensa venal. También es cierto que hay prensa patriotera, en tiempos de agitación sociopolítica. Por donde quiera que haya libertad de prensa, la noticia interesante es mercancía que el público está dispuesto a pagar. En cambio, allí donde la noticia no es sino instrumento de poder económico y político, no se difunde a menos que favorezca a los poderosos.
En una sociedad que se devora a sí misma, que obliga a sus hijos a convertirse en verdugos de los demás, a los amigos en enemigos, y al compañero en hostil adversario y que va aumentando su agresividad ante la mirada permisiva de todos nosotros, el cronista sufre de acoso laboral, del síndrome de ‘burnout’ (desgaste profesional), de discriminación, de mezquindad laboral, amenazas y riesgos. Donde su autoestima como persona y profesional, se ve intimidada de distintas maneras y una de ella en cuando ha de ‘corretear’ bajo las inclemencias de todo tipo al que ha de entrevistar, y el entrevistado muchas veces se ha de presentar con gestos y palabras altisonantes y denigrantes.
La verdadera situación del ‘obrero del minuto’, no se restringe solo a problemas de salud laboral. Es una profesión que atraviesa una de las más severas crisis de la historia. Esta situación, no solo afecta la dignidad de estos asalariados que no saben qué hacer para llegar a la quincena, sino también ha repercutido en la manera en que éstos desarrollan su trabajo y, por consiguiente, en la forma en que la información llega a los ciudadanos.
En una época como la nuestra, donde se reivindica reiteradamente la libertad de prensa y la defensa de los medios de comunicación a favor de la independencia, existe corrupción, abuso y acoso. A ello, debemos sumar el preocupante balance de periodistas asesinados al ejercer su labor. El estrés y el desgaste profesional son dos constantes en este trabajo, el descanso semanal a menudo reducido, los horarios irregulares, la frecuencia del trabajo nocturno, un régimen alimentario inadecuado, la tensión nerviosa causada por la necesidad de estar a la vanguardia de la información y de trabajar rápidamente por el temor de perder una noticia importante o de lanzar una información que no esté suficientemente verificada, contribuyen, ente otros tantos factores, a poner a prueba la salud mental del comunicador.
La saturación del mercado laboral periodístico que se ha producido en los últimos años y la falta de lealtad y solidaridad entre colegas, no solo ha puesto en peligro las condiciones laborales, sino que ha atentado contra el derecho fundamental de recibir una información veraz, contrastada e independiente. Insisto, la desigualdad en el salario y en la ocupación, las largas jornadas laborales, así como, la llegada de nuevas tecnologías son, entre otros, algunos de los aspectos para un profundo análisis.
El periodista honesto, al buscar y publicar verdades, y cuando arriesga su vida buscando la verdad, sirve a un pueblo en la medida que vive su profesión. Ese ‘obrero del minuto’ se convierte en nuestro único aliado, al denunciar lo que nos afecta: las injusticias, los engaños, los abusos de poder, dilemas que van en contra de la dignidad de la persona humana que exige consideración y respeto.
ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.