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- 09/03/2016 01:00
¿Hacia dónde vamos?
Enero de 2016 se perfilaba como el inicio de un año de corrección en el rumbo de la administración pública bajo la dirección del presidente Juan Carlos Varela. No obstante, el país se vio sacudido por una crisis simultánea que involucró a los tres órganos del Estado. Esta crisis lejos de disiparse con el correr de los días, se ha venido agudizando y todo parece prever que, de no aplicarse ajustes estratégicos, esta tendencia se mantendrá a lo largo de este año.
Los especialistas en análisis político y la opinión pública coinciden en que la reelección del magistrado Ayú Prado, como presidente de la Corte Suprema, disparó esta crisis que se acentuó por la percepción de que esta decisión se fraguó en la Presidencia de la República. Simultáneo a este hecho, altos directivos del Gobierno declararon que las redes del narcotráfico se han infiltrado en el Órgano Legislativo y diversos medios de comunicación publicaron extensos reportajes sobre supuesta corrupción en el Gobierno.
Lo más grave y preocupante, es que la dirección del Gobierno no ha realizado que está frente a una crisis política real y continua interpretando, a través de los reportes de su Consejo de Seguridad, que se trata de una conspiración montada por las fuerzas de Ricardo Martinelli. Todos los críticos de las acciones del Gobierno son vistos como instrumentos de esta conspiración y se ha desatado una ola de persecución contra quienes intenten expresar sus discrepancias. La actual administración comete un grave error al simplificar la gravedad de los acontecimientos de las últimas semanas y su discurso de conspiración permanente, separación de poderes y transparencia en la administración, se ha agotado.
El electorado desconfía de las acciones provenientes de los órganos del Estado, el Gobierno continua perdiendo credibilidad, la Corte Suprema de Justicia no tiene legitimidad y la Asamblea Nacional sigue cayendo en la evaluación de su gestión y, para rematar, los partidos políticos continúan perdiendo imagen, carecen de visión y están al margen de la realidad que vive el país.
En 1648 Thomas Hobbes, en su Leviatán, citaba a la desconfianza entre las tres fuentes de conflicto en la humanidad y su pérdida constituía un elemento permanente de inestabilidad. La confianza es una expectativa basada en la convicción firme de que la conducta será ajustada a lo que se espera por parte propia y de los demás. Sin confianza, la vida social no es posible, ya que esta constituye el cemento de la Sociedad. Esto es lo que parecen olvidar las autoridades y los dirigentes políticos de país.
Las últimas encuestas de opinión pública señalan con claridad la pérdida de credibilidad y confianza del electorado panameño en todas las instituciones y castigan duramente la gestión del presidente Varela. El ciudadano exige una verdadera democracia, con mayor participación y mejor representatividad del poder.
Hoy, sectores poderosos que controlan la economía tienen influencia más allá de lo tolerable en las decisiones gubernamentales que afectan el futuro del país. Las políticas públicas y los proyectos de inversión están en función de estos intereses y no en función del bien común, del desarrollo integral y sostenido y de lograr una sociedad más equitativa y justa. Se amplia cada vez más la brecha entre los que menos tienen y los que siguen acumulando y centralizando las riquezas de la Nación. Alerta, allí está el peligro para Panamá.
La visión fragmentada y clientelista de los dirigentes de los partidos políticos abre el camino a los sectores poderosos para la centralización del poder absoluto en pro de sus intereses personales. Esta fragmentación mental les impide ver y resolver la mayor crisis política que vive Panamá después de la invasión. Al no examinar la profundidad de lo que está ocurriendo, no pueden entender y ser partícipes del movimiento social que se está gestando en el país.
A diario los panameños se preguntan: ‘¿Hacia dónde va el país?'. Esta semana un grupo de productores agropecuarios me hacía esta pregunta y le decía que, si los acontecimientos seguían su curso actual, sin duda, nos íbamos ‘pa'l ca...'; pero que, si todos participamos para cambiar el rumbo, tendremos un país del cual todos nos podremos sentir más orgullosos. De manera que solo tenemos un camino y es impulsar el perfeccionamiento de nuestra democracia, respetando los derechos humanos, la libertad de expresión y la diversidad para lograr la equidad social. Por allí es la cosa.
INGENIERO Y ANALISTA POLÍTICO.
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‘... si todos participamos para cambiar el rumbo, tendremos un país del cual todos nos podremos sentir más orgullosos'