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- 17/03/2010 01:00
Sobre los abusos sexuales de menores por parte del clero
La atención de gran parte de la prensa europea —y de las agencias internacionales— se ha concentrado durante los últimos días en la cuestión de los abusos sexuales perpetrados por personas en instituciones de la Iglesia Católica, sobre todo en Alemania e Irlanda.
Considero conveniente hacer algunas observaciones y ofrecer algunas fuentes.
Ante todo, la línea asumida por la Conferencia Episcopal Alemana se ha confirmado como el camino adecuado para afrontar el problema en sus diferentes aspectos. Las declaraciones del presidente de la Conferencia, el arzobispo Robert Zollitsch, después del encuentro con el Papa Benedicto XVI (http://zenit.org/article-34620?l=spanish), retoman las líneas establecidas por la asamblea de la Conferencia y confirman sus puntos operativos esenciales: reconocer la verdad y ayudar a las víctimas, reforzar la prevención y la colaboración de una manera constructiva junto a las autoridades —incluidas las judiciales y estatales— por el bien común de la sociedad.
Monseñor Zollitsch también ha confirmado sin dejar lugar a dudas la opinión de los expertos, según la cual, la cuestión del celibato no debe ser confundida con la de la pederastia.
El Papa ha alentado la línea de los obispos alemanes, que —teniendo en cuenta el carácter específico de su país— puede ser considerada como un modelo muy útil e inspirador para otras conferencias episcopales que tengan que afrontar problemas análogos.
Además, la importante y amplia entrevista concedida por el promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Charles Scicluna (http://zenit.org/article-34631?l=spanish), explica de manera detallada el significado de las normas canónicas específicas establecidas por la Iglesia en los años pasados para juzgar los gravísimos delitos de abuso sexual contra menores por parte de eclesiásticos.
Queda totalmente claro que estas normas no han buscado ni favorecido ningún tipo de cobertura para tales delitos, es más, han dado pie a una intensa actividad para afrontar, juzgar y castigar adecuadamente estos delitos en el marco del derecho eclesiástico. Es justo recordar que todo esto fue establecido y puesto en marcha cuando el cardenal Ratzinger era prefecto de la Congregación. Su línea ha sido siempre la del rigor y la coherencia a la hora de afrontar las situaciones más difíciles.
Por otra parte, y reconociendo que un solo caso sería absolutamente inaceptable, si se tiene en cuenta que la media anual de los casos señalados en todo el mundo ha sido de 250 casos, que los casos de sacerdotes acusados de pederastia verdadera y propia son unos trescientos en nueve años y que son 400,000 en total los sacerdotes diocesanos y religiosos, esa estadística no se corresponde con la percepción creada cuando casos tan tristes ocupan las primeras planas de los periódicos y que el fenómeno no está tan difundido como se pretende. Quien conoce estos temas sabe que en otras profesiones y asociaciones el número de casos es mucho mayor.
La arquidiócesis de Munich, por su parte, ha respondido, con un amplio y detallado comunicado (http://www.zenit.org/article-34626?l=spanish), a los interrogantes sobre el caso de un sacerdote que se había transferido de Essen a Munich, en tiempos en los que el cardenal Ratzinger era arzobispo de la ciudad. Este sacerdote después fue culpable de abusos, pero había sido acogido en Munich, en enero de 1980, a solicitud de la diócesis de Essen, para ser sometido a una terapia. El comunicado muestra cómo el arzobispo estuvo totalmente al margen de las decisiones tras las que pudieron verificarse los abusos. Más bien es evidente que en los últimos días algunos han buscado —con un cierto ensañamiento, en Ratisbona y Munich— elementos para involucrar personalmente al Santo Padre en las cuestiones de los abusos.
El obispo de Ratisbona, Mons. Gerhard Ludwig Müller, ha querido precisar (http://www.zenit.org/article-34540?l=spanish) que los dos casos de abusos, que tuvieron lugar en el coro de la Catedral en 1958, públicamente conocidos y juzgados ya en aquella época y que deben considerarse jurídicamente cerrados, no coinciden con el periodo que va desde 1964 a 1994 cuando el hermano del Papa, el maestro monseñor Georg Ratzinger, fue director del coro. Para todo observador objetivo queda claro que estos esfuerzos han fracasado.
Mons. Müller difundió además una declaración a propósito del “ presunto silencio ” de la Iglesia sobre los abusos sexuales por parte de algunos miembros del clero, explicando que esta afirmación de la ministra de justicia, Sabine Leutheusser-Schnarreberger, es falsa y difamatoria. “ Pido al Ministerio presentar la prueba de la acusación según la cual la Iglesia obstaculizaría las indagaciones. Si no puede presentarla, le pido no instrumentalizar su autoridad para acosos de este tipo ”. Según las directivas de la Conferencia Episcopal alemana, cualquier acusación sobre un hecho de abuso es examinado inmediatamente y con precisión. “ Si se reafirma la sospecha, solicitamos al presunto reo se autodenuncie. Si no lo hace, la diócesis informa al Ministerio Público ”.
Creo conveniente recordar que en Panamá hay tres casos bajo investigación de la justicia y todos han sido presentados por los obispos. Para la Iglesia es importante buscar la verdad.
A pesar de la tempestad, la Iglesia ve bien el camino que debe seguir, bajo la guía segura y rigurosa del Santo Padre. Esperamos que esta tribulación pueda ser al final una ayuda para la sociedad en su conjunto para asumir mejor la protección y la formación de la infancia y la juventud.
*Nuncio Apostólico en Panamá.nuncio@cableonda.net