• 01/03/2009 01:00

O la guerra, o la paz

Nunca el fanatismo ha sido buen consejero. Aún si uno no lo llama fanatismo sino convicciones espirituales, principios religiosos —y pue...

Nunca el fanatismo ha sido buen consejero. Aún si uno no lo llama fanatismo sino convicciones espirituales, principios religiosos —y puede que en efecto sea esto— se convierte en fanatismo cuando esas creencias nos empujan a usar la fuerza para imponerlas a los demás y cuando ellas nos impiden lograr los altos propósitos de la religión misma que es llevar al hombre a vivir en paz reconociendo en su prójimo el rostro del Creador.

Por lo anterior, siempre he considerado, en mi humilde opinión, que la paz en Tierra Santa pasa por un acuerdo político, despojándonos de extremas posiciones religiosas. Si se apegan a sus respectivas tradiciones, nunca judíos ni musulmanes cederán un ápice del terruño que consideran sagrado y propio. En estas consideraciones políticas los diplomáticos de ambos bandos deben medir lo que es mejor para sus pueblos dentro de lo posible, cuál es la alternativa (casi siempre la guerra permanente, con pérdidas de vidas en los dos pueblos) y cuál es el futuro que desean para sus respectivos hijos.

Golda Meir dijo una vez que se acabaria la guerra el día que los palestinos amaran a sus hijos más de lo que odiaban a los judíos. Puede que en buena medida sea cierto y puede, también, que en gran parte del mundo palestino esta actitud haya cambiado. Es más, el pueblo llano, el que más sufre, quiere siempre la paz, pero a menudo es manipulado y no tiene la decisión en sus manos.

Por parte de los políticos de Israel hay un estado de tensión, se vive en una encrucijada. Tzipi Livni quiere avanzar hacia el camino que considera apropiado para la paz: la creación de un Estado palestino y otro judío. Netanyahu no quiere comprometerse con esta visión. ¿Piensa acaso que los palestinos se conformarán con menos? No puede atribuirlo a presiones de la ultraderecha: él puede formar gobierno sin ellos, asociado a Livni. Pero al parecer, prefiere a la ultraderecha, aunque haya afirmado lo contrario, que a darle ningún reconocimiento a los vecinos árabes musulmanes. En mi opinión esto solo estancará el progreso de la política israelí y llevará al país a una crisis de la que quizá solo pueda salir mediante otro proceso electoral.

Por parte de los palestinos, se espera que algún día comprendan que el camino de la violencia no construye nada, solo mata a nuestros hijos en nombre de la patria (de nuestra idea de patria) y empobrece el futuro de la nación. ¿Se imaginan si cuando Panamá luchaba por reivindicar su Canal nos hubiéramos dedicado a lanzar cohetes sobre la Zona cada cierto tiempo? ¿Qué hubiera pasado? Pues cada cierto tiempo los gringos hubieran entrado a los barrios pobres de la ciudad a tomar represalias. Seríamos poco más o menos Gaza, llenos de pobreza y destrucción, sin desarrollo, y por supuesto, sin Canal.

Palestinos e israelíes están condenados a entenderse o destruirse mutuamente. El diálogo y el respeto es la esperanza de nuestros tiempos.

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