• 25/03/2010 01:00

PRD, exorcizar sus demonios

Cinco meses después de la derrota electoral, la combustión espontánea generada por una veintena de notables dentro de las filas del PRD,...

Cinco meses después de la derrota electoral, la combustión espontánea generada por una veintena de notables dentro de las filas del PRD, creó las condiciones para la elección de un Comité Ejecutivo Nacional (CEN) transitorio con el mandato de reformar los estatutos del partido. Ese proceso desembocará en la escogencia de un CEN permanente a comienzos del próximo año.

Frente a esa tarea, lejos de un PRD fragmentado, lo que se impone es la madurez política para convertir en cosa del pasado la cultura clientelar y el caciquismo. Eso requiere esfuerzo, mística y desprendimiento. El PRD no puede convertirse en un archipiélago de posiciones facciosas y de enfrentamientos reales o subjetivos. Hay que retomar la práctica del liderazgo colectivo, porque la integración en la nueva escena política requiere de una estrategia colectiva.

El partido necesita que cada uno de sus miembros tenga un genuino derecho de propiedad. Esa es la verdadera amalgama. Más allá de conveniencias e intereses particulares, rencores personales y retazos de pequeñeces, quienes aspiran a dirigir el partido o están pensando en precandidaturas presidenciales —antes de exponerse a que las bases y la ciudadanía los juzguen— deben someterse al juicio de sus propias conciencias.

La identidad del PRD está en su sintonía, no en su desvinculación de las bases. El partido está llamado a innovar y aprender de las realidades, examinar las reglas del juego social y rediseñarlas. Debe recuperar la vitalidad para volver a ser una opción de poder y avanzar en saldar la postergada deuda social con los pobres y marginados. Reencontrarse con un proyecto común, definir un nuevo horizonte a largo plazo, para entonces ofertar a la sociedad su visión de futuro, su idea de país, demanda un compromiso ideológico programático y un mensaje claro, directo y único a la sociedad panameña.

En el PRD el silencio y la indefinición no pueden volverse estratégicos. El partido es el fiel de la balanza social capaz de modificar el cuadrante de la acción política en busca del equilibrio y la moderación. En esta coyuntura representa la fuerza de la contención, el bastión vital, la verdadera reserva popular del país. Por eso se requiere de un PRD que no solo convenza, sino que inspire y tranquilice a una sociedad desamparada.

La realidad es que el PRD tuvo el control del gobierno nacional no hasta que el CEN lo determinó, sino hasta que la ciudadanía lo decidió. Y hacia esa misma ciudadanía es la que hay que volver el rostro y ganar su credibilidad y confianza. Al fin de cuentas, la credibilidad es la moneda que cotiza mejor en política. El partido posee un capital político que no se ha adquirido para una cuenta individual, sino para garantizar las metas del colectivo nacional a largo plazo. El país no tiene un camino alternativo sin el PRD. Por eso Martinelli, en su exaltado propósito de destruir al PRD, ha intentado satanizarlo y desacreditarlo con fantasmas del pasado, cuando los verdaderos fantasmas del presente, la inseguridad y el alto costo de la vida, son los que angustian a la ciudadanía.

Martinelli acusa al PRD de corrupto, mientras usa el poder para hacer política y negocios con sus socios. Emplea la chequera oficial para torcer a todo el que es proclive a ser torcido. Pretende tener ventajas sobre el arco político del país con la complicidad de miembros del PRD y figuras que han deambulado por diferentes partidos, quienes en forma cínica justifican lo injustificable y tratan de dar cobertura conceptual a un gobierno totalitario.

Con una acción eficaz desde la oposición, el PRD puede modificar la agenda del oficialismo y jerarquizar los temas que Martinelli se niega a discutir. Un gobierno cebado en el manejo totalitario del poder, no va a variar su conducta. Cada espacio hay que ganárselo políticamente.

El PRD debe estar consciente de que el país observa cada movimiento, como si fuera la luz sobre una alta colina, y trata de interpretar las señales que surgen desde adentro del partido. Pasar por un ejercicio democrático de normas y valores recíprocos demanda que se impongan las ideas sobre el clientelismo, los principios sobre el oportunismo y la visión de futuro sobre los intereses individuales que pueden lesionar las aspiraciones del colectivo nacional. Ninguna ambición personal debe privar sobre los intereses del partido, vinculados necesariamente a las aspiraciones del conjunto de la sociedad panameña.

*Periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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