- 01/07/2025 01:00
La búsqueda del Paso del Noroeste y el Canal de Panamá

Pocos saben que el Canal de Panamá es, primero, el resultado de cuatro siglos de esfuerzos de búsqueda de un paso natural del Atlántico al Pacífico. Desde 1492, Cristóbal Colón buscaba el paso expedito hacia el Oriente sin percatarse de que había llegado a un Nuevo Mundo. Después, se escudriñan de manera obsesiva todos los golfos y ríos para descubrir un estrecho marino que debía comunicar los dos océanos. Durante siglos, a pesar de la evidencia cartográfica, sigue buscándose ese paso elusivo en América hasta cerca del Polo Norte. Sucede, no obstante, bien temprano en el Atlántico norte, a finales del siglo XV poco después del primer viaje de Colón, y el esfuerzo se traslada a la región meridional desde los primeros años del siglo XVI. ¿Quiénes sobresalieron?
Primero, fue el estrecho que encuentra en 1520 el navegante portugués al servicio del rey de España, Fernando de Magallanes, mucho antes de que en 1616 naves holandesas descubran el tempestuoso paso frente al cabo de Hornos, aún más al sur. Mientras, el marino genovés al servicio del rey inglés, Giovanni Caboto (c.1450-c.1499), busca inútilmente por Terranova, en Canadá, el llamado Paso del Noroeste hacia 1497. El marino español compañero del primer viaje de Colón, Vicente Yáñez Pinzón (c.1462-1514), busca en 1508 el paso hacia las remotas islas de la Especiería por litorales del Caribe, incluyendo Darién y Veragua. Luego, está el portugués Gaspar Corte Real (c.1450-1501) en 1500-01; en 1523 por cuenta del rey de Francia, destaca el navegante florentino Giovanni Verrazzano (1485-1528), poco después los franceses Jacques Cartier (1491-1557) en 1534 y Samuel de Champlain (c.1570-1635) en 1603, el fundador de Quebec, que visitó en 1598 el istmo de Panamá y recomendó excavar un canal entre el Atlántico y el Pacífico.
Siguen buscando en el Ártico canadiense los ingleses Martín Frobisher (1535-1594) en 1576 y John Davis (1543-1605) en 1585. De 1594 a 1597 se realizaron expediciones del neerlandés Willem Barents (1550-1597) hacia Nueva Zembla. Continuaron los ingleses Henry Hudson (1565-1611) en 1610-11 y William Baffin (1584-1622) en 1614 explorando el norte de Canadá. Todos dejaron sus nombres a la toponimia de lugares visitados. Después, está el francés René Robert Cavelier de La Salle (1643-1687) que sube por el San Lorenzo, visita en 1678 los grandes lagos y baja al golfo de México por el Misisipi. El inglés William Eduard Parry (1790-1855) en tres viajes de 1818 a 1823 llegó más lejos, hasta la isla de Baffin. En 1845 se perdió en el norte canadiense la gran armada de John Franklin (1786-1847), mientras que James Clark Ross (1800-1862) en 1849 y Horatio Thomas Austin (1801-1865) tratan de encontrarlo en 1850 por la ruta del Atlántico norte, cuando Richard Collinson (1811-1883) lo hará por la del Pacífico septentrional.
El Paso del Noroeste se busca también en regiones situadas en el Pacífico norte desde finales del siglo XVI, después de haberse descubierto por Núñez de Balboa el Mar del Sur en el istmo de Panamá en 1513 y de haberse establecido la larga ruta oceánica del “galeón de Manila”, entre Filipinas y México, desde 1573. Dos siglos más tarde se distingue en Alaska el peruano Juan Francisco de la Bodega y Quadra (1743-1794) en 1775, y después, Dionisio Alcalá Galiano (1760-1805) y Cayetano Valdés Bazán (1767-1835) en 1792, oficiales de la célebre expedición del Pacífico del italiano Alejandro Malaspina (1754-1809) por cuenta del rey español (expedición que visitó Panamá en 1791). Mientras, Vitus Bering (1681-1741), marino danés al servicio del zar ruso había descubierto en 1728 el estrecho de su nombre. Mucho después destacan los ingleses James Cook (1728-1779), marino famoso, en 1776-78; George Vancouver (1757-1798) en 1792-94.
Todos esos esfuerzos constituyen acciones que dejan conocimientos invaluables de la geografía y del poblamiento de vastos espacios del continente americano. Los navegantes, con un elevado precio en trabajos, en salud y hasta en vidas, obtuvieron abundantes experiencias de sus aventuras en mares desconocidos y peligrosos, hasta congelados. Nombraban y cartografiaban los accidentes geográficos, especialmente en las regiones septentrionales del Atlántico y del Pacífico de Norteamérica y aumentaron el conocimiento del planeta.
Así se realizaron esfuerzos inmensos y costosos en los buques más modernos y también en grandes flotas navales. Actuaron españoles, portugueses, italianos, franceses, ingleses, holandeses, daneses, rusos y hasta norteamericanos como Meriwether Lewis (1774-1809) y William Clark (1770-1838), de la primera expedición transcontinental de Estados Unidos en 1806-1808 enviada por el presidente Thomas Jefferson (1743-1826) para encontrar un imposible paso fluvial al Oriente. Todavía en el siglo XIX sigue la búsqueda del paso mítico que hallará finalmente en 1906 el marino noruego Roald Amundsen (1872-1928) en el extremo norte de América, en tres años de navegación en el Ártico, región peligrosa, helada, repleta de islas y canales, de miles de kilómetros de longitud.
El resultado de tantos y tan difíciles empeños lleva a resolver en el siglo XX el problema del mejor paso entre los dos océanos. La masa continental, extremadamente alargada, 16.000 kilómetros de norte a sur, era un obstáculo infranqueable que solamente será salvado en la región más estrecha en el centro del continente mediante el trabajo del hombre y su tecnología más avanzada que hace posible la construcción del Canal de Panamá de 1881 a 1914 por franceses y estadounidenses. Paso marítimo artificial de enorme importancia en el porvenir del océano Pacífico y de la navegación internacional, canal ampliado del 2007 al 2016 por los panameños para duplicar su capacidad.
Más información en mi libro 500 Años de la Cuenca del Pacífico, hacia una historia global (Aranjuez-Madrid, 2016).