• 12/07/2023 00:00

La salud mental del docente en el sistema penitenciario

“Es urgente que instituciones que prestan un servicio de cooperación a lo interno de los centros de cumplimiento en Panamá redefinan las condiciones como sus colaboradores dictarán sus cursos y clases [...]”

Es innegable que muchos empleos generan más estrés que otros, en particular los que tienen que ver con contactos directos a cierto tipo de personal. Los trabajos en los hospitales, centros de salud, escuelas, atención al cliente, vigilancia y centros penitenciarios figuran como los espacios en los que mayormente se crean ambientes “difíciles de manejar”.

Los docentes e instructores que prestan un servicio en los distintos centros penitenciarios están muy propensos a ver deteriorada su salud mental con el pasar del tiempo por el clima de violencia, ansiedad e inseguridad que a lo interno se percibe. También es necesario informar que el sueldo de éstos docentes es uno de los más bajos y que tienen décadas sin recibir un ajuste salarial digno.

Claro está que las manifestaciones de este deterioro en la salud del docente se observan de manera muy particular por el aumento de la presión arterial, falta de sueño, irritabilidad, cansancio mental, dolores musculares, dolores de cabeza, diarrea, etc. Es por ello que muchos tipos de empleos requieren de un servicio de atención psicológica y medios para tratar de “drenar” el aumento de tensión absorbida en el lugar de trabajo.

En Panamá existen muchas empresas que proporcionan a sus colaboradores servicios de atención médica y psicológica por los niveles de desgaste que allí se experimentan. En los países denominados como “desarrollados” o de primer mundo, la atención de salud mental es obligatoria como también lo son los tiempos compensatorios, sabáticos, actividades lúdicas, paseos para los colaboradores y cualquier otro tipo de actividad que no tenga que ver directamente con el trabajo. Todo esto encaminado a proporcionar la salubridad, vitalidad y energía que necesita cualquier empresa ya sea pública o particular.

Aunque muchas personas busquen medios para aliviar el peso del estrés laboral de distintas formas, lo cierto es que otras prefieren, de manera inconsciente, acumular los grados de tensión que a la larga pueden desembocar en diversos tipos de enfermedad, entre las cuales se incluyen las relacionadas con el corazón, bulimia, sistema nervioso o distintos tipos de depresión.

El docente o instructor vocacional que labora en las diferentes cárceles de Panamá es receptor de un estrés laboral aún mayor cuando existen problemas de hacinamiento. Es por ello que se recomienda tratar de bajar el riesgo de “presión psicológica” por medio de horarios de clases que no estén muy sobrecargados y donde se evite la afluencia de muchos internos.

Los horarios de clase, la metodología y la organización interna del docente en el sistema penitenciario no puede ser de ninguna manera parecido al de la escuela “regular” por motivos de seguridad. Tampoco se puede exponer a un docente a que atienda grupos que sobrepasan diez personas y sin contar con la vigilancia o custodia adecuada.

Cada salón de clases en los sistemas penitenciarios debe contar con un custodio por docente y el monitoreo constante de personal de apoyo psicosocial. También el proceso de selección de los que desean participar en la escuela no puede ser de ninguna manera antojadiza o por orientaciones “proteccionistas”, que dañan más a corto y mediano plazo en lugar de construir.

Ya hemos tenido experiencias donde los espacios educativos se utilizan para mandar “mensajes de la calle”, proferir amenazas o imponer “respeto” por medio de agresión física donde los docentes son las primeras víctimas de estas disputas y peleas.

Es urgente que instituciones que prestan un servicio de cooperación a lo interno de los centros de cumplimiento en Panamá redefinan las condiciones como sus colaboradores dictarán sus cursos y clases de forma más “holgada” y “relajada”, puesto que la salud física y mental de los mismos es lo que está en juego.

Sociólogo y docente panameño.
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