• 18/05/2023 00:00

Turquía: entre el islamismo y el secularismo

“Revisados los escenarios, la correlación de fuerzas existente y su posible reagrupamiento; paso revista [...] a lo que podría ser el ejercicio del Gobierno, tanto de uno como de otro contendiente”

La República de Turquía, país del Mediterráneo oriental, patria de Mustafa Kemal Atatürk, y 19ª mayor economía del planeta, a una centuria de su fundación; celebra unas cruciales elecciones presidenciales a dos vueltas y parlamentarias; cuando más de 64 millones de electores, tomen la vital decisión de reelegir como presidente, a su actual gobernante, el islamista Recep Tayyip Erdogan, o elegir como tal, al líder opositor, Kemal Kilicdaroglu.

Caracteriza este evento electoral una deplorable situación económica que vive el país, la depreciación de la lira y una elevadísima tasa de inflación, la penosa gestión de los terremotos recientes, la participación unida de la oposición frente al actual Gobierno, el concurso de un nuevo electorado de casi cinco millones de jóvenes, el ataque del Gobierno contra los grupos feministas y la denuncia por parte de la oposición de injerencia rusa en las elecciones; hechos que presumiblemente predisponen un proscenio, donde, por primera vez en veinte años, se desafía de forma real, la presidencia de Erdogan.

En contrapartida, el impacto internacional del evento se reflejará en cuestiones tales como la posición de Turquía como “mediador” en la guerra entre Rusia y Ucrania, particularmente facilitando la exportación de granos, el efecto en su ambivalente política exterior de “profundidad estratégica”, que, cuando le conviene, abraza a la OTAN y cuando no, escora hacia Rusia, el abuso de la condición de acuerdo unánime, para la entrada de Suecia en la OTAN, manteniendo su veto; equilibrios todos, que pueden terminar alterados, dependiendo del resultado electoral definitivo.

En relación a los posibles escenarios que se dibujaban resultantes de este evento electoral destacan: el triunfo en segunda vuelta del actual presidente turco, quien es evidente que no cederá el poder “prima facie”, de hecho utiliza los resortes estatales para atornillarse en el mismo, por medio del control del Consejo Electoral, el ejército, las fuerzas de seguridad, el Gobierno y los medios de comunicación.

Es escenario posible, aunque trabajoso “in extremis”, el triunfo en segunda vuelta por exiguo margen, del líder opositor, Kilicdaroglu, en cuyo caso estaríamos ante un Gobierno al que le resultara difícil administrar por consenso.

Habida cuenta del resultado de las elecciones, el cual fuerza una segunda vuelta, se da por descontado, que, dependiendo del giro en apoyo o desapruebo de Erdogan, por parte del díscolo partido ultranacionalista, Alianza Ancestral de Sinan Ogan, que se alzó con un escaso 5 % de los votos; uno u otro contendor principal, obtendrá el triunfo.

Al respecto, si nos guiamos por la líneas rojas, que Ogan pone como condición para ir en alianza en segunda vuelta, con cualquiera de las dos fuerzas políticas hegemónicas turcas, resulta, que ninguna de las dos cumple con las expectativas, pues ni Erdogan garantiza el destierro de los refugiados sirios de Turquía ni Kilicdaroglu cumple con la represión contra los kurdos, ni a la inversa tampoco.

Con todo, a pesar de lo alto de la apuesta para ambos contendientes, es evidente que a la luz de los resultados parlamentarios, Erdogan parte con ventaja en la segunda vuelta y la misma la hará sentir al final de la cita electoral, el próximo 28 de mayo.

Revisados los escenarios, la correlación de fuerzas existente y su posible reagrupamiento; paso revista ahora a lo que podría ser el ejercicio del Gobierno, tanto de uno como de otro contendiente.

Si el triunfo lo alcanza Kilicdaroglu, corre el peligro de que Erdogan se niegue a entregar el poder y ensaye un golpe de Estado. En cuanto al ejercicio del poder, en caso de un quimérico triunfo de la oposición, auguro un Gobierno inestable, ya que lo único que tienen en común las fuerzas que lo apoyan es su deseo de expulsar a Erdogan del poder, terminando por mostrarse incapaces de gestionar la relación con los kurdos, la vuelta al régimen parlamentario, la defensa del laicismo, la anulación de la política económica de Erdogan, la adhesión a la Unión Europea, la cuestión de los refugiados, el abordaje asertivo de la cuestión chipriota, la rescisión del islam político o neotomanismo, como sustento idiosincrático de la política exterior de Erdogan, con el que justifica el intento de arrebatar la hegemonía en el mundo árabe suní a Riad y El Cairo, proyectándose en el Asia Central turcomana (Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán) y en los Balcanes: Albania, Kosovo y Bosnia -Herzegovina; e interviniendo en los conflictos sirio, libio, iraquí y del Cáucaso; la reversión radical de las relaciones con Rusia, que explota al máximo las contradicciones entre Turquía e Israel y entre Ankara y Atenas por la definición de sus límites marítimos; suministrándole el sistema de defensa de lanzamiento de misiles S400 Triunfo, para que Turquía rompa a su favor el equilibrio militar en la región; realidades que en su conjunto pueden terminar conspirando con el ejercicio de un Gobierno viable.

Por su parte, en el probable evento de un triunfo de Erdogan, a nivel interno se endurecerán las medidas antidemocráticas, incrementándose el riesgo de que Turquía derive en un Estado autoritario, siguiendo el modelo ruso y chino, al entronizar al actual presidente como gobernante vitalicio, máxime que este proceso ya dio inicios, cuando Erdogan, para acaparar más poder, promovió un controvertido referéndum (2017), que puso fin el sistema parlamentario e inauguró uno presidencialista, que limitaba la elección presidencial a dos mandatos, para luego violarlo, al candidatizarse por tercera vez a la Presidencia.

Por su parte, en el plano internacional, Turquía le dará el adiós definitivo a la Unión Europea, se recalentarán las relaciones con Grecia y Chipre y se producirá una mayor alineación con Moscú, al cual por ahora considera socio, mas no aliado, relación que Rusia pretende alterar a su favor, cortejando al entonces “enfermo del Bósforo”, con la misma promesa que corteja a Hungría, ello es, con la oferta de construirles una planta nuclear y la apertura sin cortapisas de su mercado.

Profesor titular de Relaciones Internacionales, UP.
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