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Cada día veo con mayor preocupación la incapacidad de los panameños para generar espacios de debate y lograr acuerdos en los grandes temas necesarios para elaborar una visión de país y avanzar hacia un desarrollo integral, sostenible y equitativo.
Es común en Panamá asignar esfuerzos y recursos para resolver los efectos y no las causas de nuestros problemas, una posible razón por la cual estamos embarcados en un deterioro progresivo en lo político, lo económico, lo social, lo ambiental y lo cultural.
Para algunos, un nuevo acuerdo social es una quimera. Sin embargo, sobran las pruebas de que si no se atienden las raíces de los problemas y no se cambian las prácticas de participación, análisis y diseño de las políticas públicas para generar confianza, seguirán proliferando grupos reclamando espacios, se profundizarán las diferencias sociales, aumentarán las pugnas por el poder y se impondrán medidas ajenas a las mayorías.
Del análisis del comportamiento, individual y colectivo, muchos expertos concluyen que la colaboración social es un requisito sine qua non para el desarrollo de cualquier país, fundamentada en principios de solidaridad, participación y calidad ciudadana.
Existe una alta correlación entre la confianza ciudadana en la democracia como sistema político y la existencia de un acuerdo social basado en la equidad, donde no pueden faltar la legitimidad de la representación, el pluralismo de ideas y propuestas, la tolerancia a los disensos, la sana competencia político-partidista, el respeto al principio de “la mayoría” y el derecho a la existencia de “las minorías”.
El Dr. Eric Beinhocker, profesor de Políticas Públicas de la Universidad de Oxford, propone estructurar y recomponer los acuerdos sociales con base en tres categorías de equidad: (1) la relacional, (2) la procedimental y (3) la distribucional.
En la primera, el ciudadano tiene la opción de participar y decidir su participación entre diferentes alternativas. El ciudadano reconoce que tiene opciones para participar y no se siente excluido, y si decide participar y contribuir basándonos en reglas establecidas, su participación será valorada y respetada por el conjunto.
En la segunda, el ciudadano conoce las reglas de participación y reconoce que se aplican de manera igual para todos, que su participación se basa en sus méritos personales y que el sistema premiará o penalizará a quien no cumpla con las reglas.
En la tercera, el ciudadano tiene las capacidades para participar, o la oportunidad para adquirirlas y si participa, recibirá un trato recíproco del conjunto y su contribución le permitirá mejorar sus condiciones de vida.
La creciente polarización de la sociedad, el aumento de la desconfianza en la democracia y sus instituciones, y las prácticas perversas en el manejo de lo público y de lo privado, han resultado en un mayor escepticismo ciudadano hacia la política, un aumento de la emotividad al analizar los problemas y un incremento en la manipulación de la opinión de los ciudadanos.
Esta entropía social permite que los diferentes grupos de poder impongan sus condiciones y rompan el equilibrio colectivo, causando el deterioro de las condiciones de vida y el aumento de las reacciones violentas de la ciudadanía.
Algunas de las causas pudieran ser: (1) un sistema de incentivos fiscales y bajos impuestos a favor de quienes más tienen, que castiga a la clase media que no recibe subsidios; (2) bajos niveles de inversión pública sin criterios de prioridad ni de rentabilidad sostenible, donde campea la corrupción y la impunidad para quienes se benefician de ella; (3) un sistema público de salud y de protección social insuficiente y de mala calidad, con alternativas privadas que resultan inaccesibles para la mayoría de los ciudadanos; (4) la ausencia de políticas económicas que favorezcan el trabajo, el aumento de la productividad y el mejoramiento de los salarios de los trabajadores, condiciones que no son mutuamente excluyentes; (5) un divorcio entre la bonanza económica de algunos sectores y la participación de los trabajadores que la generan; (6) la simultánea e incongruente visión de los panameños, una que acumula cada día más riqueza y la otra, incapaz de participar y aportar en la construcción de un desarrollo integral y sostenible para beneficio de todos.
Los panameños debemos zanjar las divisiones y reducir las tensiones sociales que erosionan nuestra capacidad para trabajar por un mejor país. Una visión concertada con objetivos y políticas públicas pertinentes es posible a través de un nuevo acuerdo social basado en la confianza, en la equidad y en la reciprocidad como elementos básicos de una justicia social para todos los panameños.