La desconfianza es uno de los principales problemas que atentan contra la sociedad para abocarse a las transformaciones necesarias para el desarrollo de Panamá. Esto ha llegado al extremo de que los precandidatos hacen cálculos para ganar las elecciones generales de 2019 tomando como número bueno desde el 25 por ciento del electorado. En pocas palabras, entre más candidatos presidenciales haya y entre más dividan el todo, gana el que mayor cantidad de votos saca, aunque esto sea solo un cuarto de la población votante. Y es que la falta de liderazgo está causando serios problemas en la sociedad. Sin embargo, esto hay que solventarlo y hay que mirarlo más allá de las elecciones de 2019. Y es que quien llegue al poder en mayo del otro año va a regir el país con las mismas reglas que han regido los dos últimos Gobiernos, lo que significa que mientras no se reparen las brechas que permiten la corrupción, su gestión no tiene otro futuro que el ya conocido. La sociedad no puede ni debe afincarse en las elecciones de 2019; debe afincarse en el cambio del sistema político corrupto y perverso que es el que la ha sumido en este abismo en el que se encuentra. Por eso no hay que descartar que más allá del 2019, la agrupación que empiece a tomar acciones claras y concretas, que empiece a ganarse la confianza de la sociedad, tendrá todo el poder para transformar. Es cuestión de que emerja un liderazgo y genere la confianza necesaria para promover esos cambios, por eso no tiene lógica dejar abierto este espacio a cualquiera, al menos que entre todas las fuerzas del país comiencen a dialogar.

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