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- 29/03/2015 01:00
El problema de la educación
Todos los años tenemos la misma situación con el inicio de clases: los planteles no están listos, los profesores no están nombrados, los estudiantes no tienen útiles escolares y los padres de familia siguen sin comprender que debajo de este cúmulo de irregularidades existe un mal endémico que nos lleva lentamente al despeñadero. El problema de la educación, un componente imprescindible para el crecimiento económico del país no es un fenómeno exclusivo de nuestro país, pero esa constatación no nos exime de asumir las dificultades y enfrentar decididamente la situación.
En Panamá la mayor parte de los estudiantes que pasan por las escuelas y los colegios no tienen el conocimiento para enfrentar los nuevos retos de la modernidad. No solo fracasan en asignaturas básicas como Matemática, Ciencias Naturales y Computación, sino que además son deficientes en idiomas, Historia y Geografía. Solo un poco más de la mitad de los niños que ingresan a la escuela secundaria termina sus estudios y menos de la mitad de los que terminan contesta correctamente las preguntas en las pruebas de rendimiento de Matemática de ingreso a las universidades, un porcentaje muy bajo, si se tiene en cuenta que éstas se ajustan solo a los contenidos mínimos y no a todo lo que un estudiante debería saber al terminar la escuela secundaria.
El problema de la educación tiene además otras facetas mucho más difíciles de precisar y de medir: el desinterés de los alumnos, la pérdida de motivación de los docentes y el deterioro de la vida cotidiana en las escuelas. Muchas de estas causas se vinculan con condiciones socioeconómicas y culturales que exceden el marco de la escuela, pero es preciso reconocer que a estas condiciones contextuales se le suman serios problemas en la organización de las instituciones educativas y del trabajo docente. Y también hay aspectos del currículum, como la cantidad de asignaturas por año, que impiden la profundización y la concentración en los temas de estudio e inciden negativamente en la calidad de los aprendizajes.
Frente a problemas de tal seriedad y complejidad, es imprescindible iniciar cuanto antes un profundo proceso de reforma de la educación.
El punto de partida no puede ser otro que asumir que la educación es el factor principal para asegurar nuestra competitividad y soberanía económica del futuro. Por tanto, será necesario establecer una estrategia que tome en cuenta los cambios tecnológicos y culturales globales y su incidencia en el sentido que ellos aportan a la educación.
No tiene sentido que cada cinco años cada nuevo Gobierno quiera reinventar la educación con fórmulas improvisadas y anticuadas. Los esfuerzos realizados de administraciones anteriores no deben descalificarse por razones políticas, sin tomar en cuenta los resultados y evaluaciones de los mismos. La educación en Panamá no aguanta más ensayos y errores, y debiera comenzarse a manejar como una agenda de Estado.
Para tal efecto, es urgente hacer una reingeniería en el Ministerio de Educación, capacitar y evaluar a sus funcionarios y dar mayores grados de autonomía y responsabilidad a los directores de escuelas, de manera que puedan establecer vínculos más estrechos con la comunidad.
Igualmente, hay que mejorar las condiciones del trabajo docente: concentrar sus horas en un solo establecimiento, fortalecer la capacitación y exigirle una evaluación. Por supuesto que también hay que atender las prioridades de los estudiantes: reducir la cantidad de materias para poder profundizar los temas de estudio y apoyar a los alumnos que provienen de hogares con necesidades básicas insatisfechas. Y es evidente que además hay que mejorar las condiciones de los planteles, asegurar que tengan espacios para actividades extracurriculares y que haya bibliotecas y salas de computación bien equipadas en cada establecimiento.
Para concretar estas metas, se requiere un nuevo molde de Educación para el país. Sabemos que esto no será posible mientras la educación se maneje con el viejo libreto quinquenal y el Gobierno no facilite las condiciones para que las cosas cambien. Solo tendremos éxito si como país somos capaces de sumar a este desafío la acción cotidiana de los docentes, los alumnos, los directivos, los padres y los demás integrantes de la comunidad educativa, y el acompañamiento de la sociedad en general. Únicamente así lograremos que la educación adquiera valor, significado e interés para los jóvenes de nuestro país.
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