• 09/08/2015 02:00

El museo de la paz de Hiroshima, 9 de agosto de 1945

En 28 de julio de 1981, llegué procedente de la ciudad imperial nipona de Kioto a Hiroshima. Viajamos desde ese punto vía terrestre. 

En 28 de julio de 1981, llegué procedente de la ciudad imperial nipona de Kioto a Hiroshima. Viajamos desde ese punto vía terrestre. Tenía muchas expectativas por saber información ocurrida en ese lugar un 6 de agosto de 1945, cuando el piloto, Paul Tibbets, lanzó e hizo detonar la mortífera bomba atómica que de forma instantánea dejó sin vida a más de 90 000 seres humanos.

Tomé una foto del Museo de la Paz de Hiroshima que conserva cómo quedó destruida aquella torre de acero como testimonio de uno de los actos bélicos más destructivos creados por la mente científica en contra de la humanidad.

Todavía, hay quienes defienden que el lanzamiento de estas dos armas de destrucción masiva salvó a cientos de miles de soldados norteamericanos de estar en este conflicto y acortó la guerra con un método de mucha celeridad.

Los actores principales, como el presidente Harry Truman, los pilotos Paul Tibbets, Charles Sweeney, el científico Robert Oppenheimer, nunca consolidaron sus sentimientos sobre este acontecimiento. Uno no quiso funeral ni lápida, otro murió sin arrepentirse y dormir tranquilo, mientras el científico incomodó a Washington cuando dijo que él se había convertido en ‘muerte, destructor de mundos'.

La historia registrada en el museo da cuenta que Hiroshima a las 8:15 a.m. del 6 de agosto de 1945 se convirtió en una bola de fuego. En minutos, una columna de humo color gris-morado, a una temperatura aproximada de 4000º C, se convirtió en un gigantesco ‘hongo atómico' de poco más de un kilómetro de altura.

Dos kilómetros a la redonda de donde explotaron las bombas, la catástrofe fue absoluta: el fuego y el calor mataron instantáneamente a todos los seres humanos, plantas y animales. En esta zona no permaneció en pie ni una sola edificación y se quemaron además las estructuras de acero de los edificios de concreto. Las ondas expansivas de la explosión hicieron estallar vidrios de ventanales situadas incluso a 8 kilómetros del lugar de la explosión. Los árboles fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor.

Quizá, el refrán ‘la confianza mata al hombre' no permitió al alto comando militar japonés ver el significado de los tres bombarderos B29 que entraron al espacio aéreos de Hiroshima con la mortífera carga, porque privó —al momento de ser detectadas— el consenso de que las mismas eran inofensivas. Se recuerda que semanas antes la aviación norteamericana atacó a Tokio y había dado muerte a 100 000 japonés civiles.

Los horrores padecidos por la población de Hiroshima no condujeron a la rendición de Japón, por lo que EE.UU. detonó una segunda bomba más potente sobre Nagasaki, la ciudad industrial, a las 11:02 a.m. del 9 de agosto de 1945. La destrucción de Nagasaki convenció al emperador Hirohito a rendirse ante las fuerzas aliadas y de esta forma finalizar con la Segunda Guerra Mundial iniciada en 1939.

Se calcula que en Hiroshima desaparecieron cerca de 20 000 edificios y casas, y en Nagasaki quedó destruida el 40 % de la ciudad.

El museo de la paz en Hiroshima, un homenaje a la humanidad para evitar los horrores de la guerra, buscando sensibilidad para imponer la paz. Sin embargo, 70 años después aún persisten los conflictos, bombas en Kosovo, en Kiev, Vietnam, las dos Coreas, Iraq, Afganistán y para qué seguir enumerando.

El imperio japonés se adueñó, a base de su poderío bélico, del pacífico asiático y, al claudicar, abandonó las armas para convertirse en una potencia económica.

El 20 de Diciembre de 1989, en Panamá, las armas también hablaron a punta de bombas, donde los civiles llevaron la peor parte del conflicto.

‘Todos quieren la paz, y para asegurarla, fabrican más armas que nunca', Antonio Mingote. Y, como decía Cantinflas en su película ‘El diplomático', entendieron mal cuando Dios dijo: ‘Amaos los unos a los otros', pues entendieron ‘armáos los unos a los otros'.

PERIODISTA

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