• 01/02/2012 01:00

Crecimiento sin desarrollo

En el 2011 Panamá registró un crecimiento económico de 10% y, según estudios realizados por la Comisión Económica para América Latina y ...

En el 2011 Panamá registró un crecimiento económico de 10% y, según estudios realizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se prevé que para el 2012 alcanzará un crecimiento aproximado de 6.5%, a pesar de la difícil situación por la que atraviesa la economía mundial.

El constante crecimiento obtenido, por nuestro país, durante los últimos años es halagador, pero no podemos ignorar que pese a esta bonanza continúan los altos índices de pobreza y permanecemos siendo el segundo país con la peor distribución del ingreso en América Latina.

Si bien el crecimiento que experimentamos nos ha situado en la mira de jubilados extranjeros con alto poder adquisitivo, inversionistas y consorcios internacionales que buscan alternativas y mercados seguros para invertir, también trae consigo el encarecimiento desmedido del costo de la vida para los nacionales.

El constante sobreprecio al costo de vida que enfrenta la familia panameña, trajo consigo que a finales del 2011 las organizaciones sindicales solicitaran aumento al salario mínimo. Situación expuesta en una mesa de discusión con representación empresarial y sindical, con mediación del gobierno.

La mesa de negociación, para fijar un nuevo salario mínimo, no alcanzó un consenso. El gobierno estableció, a partir de enero de 2012, una nueva rata salarial mínima, por zona laboral, que oscila entre B/.432 y B/.490 mensual.

A inicios del 2012, cuando aún no se ha materializado el incremento al salario mínimo, ya se hizo sentir el alza desmesurada en la canasta básica de alimentos, evento que con seguridad se reflejará en otros bienes y servicios.

La situación preocupa a la ciudadanía, toda vez que, el encarecimiento de la vida afecta la economía familiar de todos los que habitamos el territorio nacional, no solo a los que devengan salario mínimo.

En nada alivia el aumento del salario mínimo, al escuálido bolsillo del trabajador, si los precios continúan su escalada de ascenso desmedido y cada día somos más dependientes de las importaciones. Es evidente la ausencia de políticas públicas contra la inflación y especulación de monopolios, oligopolios (fundamentalmente en los hidrocarburos y las cadenas de supermercados) e intermediarios en el mercado.

De nada valen las alegorías y cacareos por una economía en constante crecimiento, envidada por el resto del mundo. ¿De qué se ufanan nuestras autoridades, si los beneficios de esa bonanza económica no se reflejan en un mejoramiento real del poder adquisitivo de la ciudadanía?

Es inexcusable que, mientras la población se debate en el desasosiego y la incertidumbre, por mejorar el poder adquisitivo y obtener mayores niveles de seguridad pública, que le permitan solventar su situación existencial, los políticos continúan en sus luchas intestinas por mantener o lograr el poder, sin importar los desequilibrios sociales existentes y el beneficio colectivo de la población.

Es inaplazable implementar medidas para controlar la inflación. Se requiere con urgencia voltear la mirada al campo, con políticas que incentiven la producción, como estrategia focalizada para controlar la migración campo-ciudad y prever el abastecimiento de nuestros mercados para garantizar la seguridad alimentaria de la población.

ECONOMISTA Y EDUCADORA.

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