• 03/11/2013 01:00

Condonaciones históricas de la separación de Colombia

Al cumplirse hoy los 110 años de nuestra separación de Colombia, es oportuno reflexionar sobre el balance histórico de las relaciones de...

Al cumplirse hoy los 110 años de nuestra separación de Colombia, es oportuno reflexionar sobre el balance histórico de las relaciones de vecindad, no exenta de tensiones por las actividades guerrilleras, el narcotráfico, el tráfico ilegal de personas y contrabando de armas en el área fronteriza. En el pasado, los encuentros de líderes entre ambos países fueron provechosos, no solo en respaldo de la lucha por el Canal, sino en la construcción de consensos consignados en convenios y declaraciones dirigidas a fortalecer la democracia, la equidad social, la cooperación, la no injerencia en los asuntos internos, el respeto a los derechos humanos, la convivencia pacífica y el Estado de Derecho.

El 3 de Noviembre es una festividad para los panameños, mientras que en nuestro país vecino persiste un recuerdo amargo que nostálgicamente enjuicia a líderes políticos de entonces por la falta de visión y estar inmersos en luchas intestinas que propiciaron las circunstancias de la irreparable pérdida del Departamento del Ismo. Una amalgama de intereses foráneos que se confabularon entre la conspiración imperialista y los legítimos intereses de los istmeños de tomar distancia del convulsionado tutor.

Es oportuno citar la nostálgica sentencia del expresidente colombiano, Alfonso López Michelsen, a propósito de que: ‘A Theodore Roosevelt la humanidad le debe la construcción del Canal, pero Panamá le debe su condición de República independiente’. Pero si de deudas históricas se trata, entonces tendríamos que desmeritar el apoyo logístico militar del marqués de Lafayette de Francia y de Bernardo de Gálvez de España a George Washington en su lucha por independizarse del imperio británico; incluso desvirtuar el apoyo de milicianos británicos al Libertador Simón Bolívar en su heroica campaña de Carabobo para liberar a las colonias de sur del yugo español.

Estos incuestionables apoyos solidarios fueron tan legítimos como nuestra separación de Colombia, una aspiración que venía gestándose al poco tiempo de la unión voluntaria a la Gran Colombia en 1821. Un acontecimiento precipitado por el estado ruinoso en que quedó el interior agrario tras la Guerra de Los Mil Días, el insaciable afán de accionistas franceses por resarcirse del fracaso financiero del Canal; el rechazo al Tratado Herrán-Hay, por tensiones irreconciliables de políticos colombianos; las tendencias que privilegiaban el Canal por Nicaragua y; los inconfesables apetitos de Estados Unidos por construir un Canal por el estratégico Istmo.

Así se confirma en el libro del jurista colombiano Óscar Alarcón Núñez ‘Panamá siempre fue Panamá’, nos revela la arraigada identidad panameña ‘en sus relaciones con la Gran Colombia, la Nueva Granada, la Confederación Granadina, los Estados Unidos de Colombia y finalmente con Colombia, demostrando la auténtica voluntad que tuvieron los istmeños desde 1821 para anexarse bajo la tutela de la gran república, sin sentirse parte integrante de ella’.

Durante los 82 años de convivencia con Colombia tuvieron lugar cuatro separaciones antes de la definitiva de 1903, precisamente en momentos de turbulencia política en ese país, revelando el espíritu pacifista que prevalecía entre los istmeños al tomar distancia de las guerras civiles, tratando de convivir en paz, al margen de las enconadas luchas de poder que se fraguaban los políticos en Bogotá. En ese contexto histórico, los separatistas conservadores no vacilaron en desprenderse de una vez por todas de un gobierno centralista e indiferente a las penalidades istmeñas. Mientras que en solo 15 días y sin mayores opciones en un ‘tómalo o déjalo’, se adhirieron a la propuesta estadounidense de un tratado, refrendado formalmente por un plenipotenciario francés, que contenía cláusulas lesivas de perpetuidad, las cuales convertía a la naciente república en un ostensible protectorado extranjero.

Ciertamente, la separación fructificó con el apoyo financiero y el poderío naval disuasivo de acorazados estadounidenses anclados en ambas costas, que persuadieron el desembarco de tropas colombianas dispuestas a sofocar el intento secesionista, una conspiración avalada por funcionarios del ferrocarril y sobornados comandantes colombianos. Estos hechos constituyen parte de la leyenda negra de Theodore Roosevelt que en su cínica afirmación: ‘I took Panamá’, confirmó su determinación hegemónica de posicionarse para construir un canal en una República tutelada por un tratado perpetuo, una inversión resarcida con creces a costo de la dignidad nacional.

Panamá sigue pagando onerosamente su reconocimiento por Colombia, de acuerdo al Tratado Thompson-Urrutía le impuso la condonación histórica del privilegio de paso gratuito por el Canal, avalada posteriormente en el Tratado de Montería. Incluso por ironías del destino habíamos adoptamos como gesto de reconciliación en la bandera, el color blanco que significaba la paz de una guerra ajena entre partidos tradicionales colombianos representados con colores azul y rojo. Mientras el escudo colombiano guarda celosamente el sentimiento nostálgico del Istmo de Panamá custodiado por fragatas.

Después de 110 años de la separación, sin resentimientos históricos Colombia y Panamá comparten una vecindad armónica y un legado de instituciones políticas y jurídicas. Además de un incontrolable movimiento migratorio, una agresiva expansión de capitales que han adquirido procesadoras de café, cervecerías, industrias alimenticias, emisoras de radio, programas televisivos, recolectoras de desechos, restaurantes y la administración del Metrobús y; un emblemático banco con el sello de su bandera, en lo que pareciera la retoma financiera del Istmo. Pero también demuestra un destino y una historia común, por lo que estamos obligados a entendernos en nuestras relaciones contemporáneas. Con sentido de pertenencia y sentimiento nacional podemos decir: ¡Viva el 3 de Noviembre!

ABOGADO - ANALISTA INTERNACIONAL.

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