• 14/01/2014 01:00

El futuro de la ciudad de Panamá

El desacertado modelo urbano, cada vez más agresivo con las personas y con el medio ambiente, es en gran medida responsable del proceso ...

El desacertado modelo urbano, cada vez más agresivo con las personas y con el medio ambiente, es en gran medida responsable del proceso de fractura social y cultural en que vivimos, así como del aumento de riesgos ante desastres como inundaciones y deslizamientos. A pesar de ello, es aberrante la ausencia del tema ciudad en las propagandas electorales de los candidatos a la Presidencia de la República que saturan a la población con un estilo barato y alienante, caracterizado por promesas difusas y poco creíbles, por lo ambiguo de su plan de cumplimiento. Y, especialmente, decepcionantes las propuestas de la mayoría de los candidatos a la Alcaldía de Panamá, que fueron expresadas en el mal llamado debate —más bien monólogo—, organizado por una universidad local en noviembre de 2013, donde participaron: José L. Fábrega, Roxana Méndez y José I. Blandón.

Los dos primeros, como resultado de las obvias necesidades y del reclamo ciudadano, prometieron: veredas, mercados populares, canchas deportivas, seguridad, arborización masiva, centros parvularios y de atención para adultos mayores y discapacitados, nomenclatura única para la ciudad, recolección y reciclaje de basura y un largo etcétera. Todo, en efecto, necesario. No obstante, evidenciaron una retórica que muestra una forma de entender la política orientada a formar una ciudadanía pasiva, sobre la base de que muchos, angustiados e impotentes ante los problemas urbanos, votarán más influenciados por los miedos individuales, que por una visión colectiva de ciudad. O, dirigida a captar a aquellos que esperan obtener beneficios del clientelismo, la especulación o la corrupción. Esos candidatos expresan el abismo existente entre la clase política que lucha por el poder y los privilegios, y los ciudadanos que aspiran a participar construyendo una ciudad más justa donde las obligaciones y beneficios de vivir en la ciudad se repartan equitativamente entre todos. Por su parte Blandón, señaló al menos cuatro acciones que pareciera inaplazables promover: Descentralización municipal, Plan de Desarrollo Urbano, Ciclo vías, Participación ciudadana.

Descentralización municipal. Devolverle al municipio su responsabilidad establecida en la Ley 6 de Urbanismo (de 2006), abre el camino a los ciudadanos a participar y proponer proyectos de construcción de ciudad. Ello significa eliminar el Decreto Ejecutivo 179 (26/02/2010), que centralizó en la Dirección de Desarrollo Urbano del MIVIOT las decisiones relativas a los cambios de zonificación de uso de suelo y los planes de ordenamiento territorial.

Plan de Desarrollo Urbano. El diseño del plan debería —agrego yo—, desde una visión de conjunto, orientar los procesos de urbanización, que incluyen los de densificación, migración, relocalización de industrias y servicios y transformación masiva de paisajes y los asuntos vinculados a su sustentabilidad; en el que se dé especial importancia a los Espacios Públicos y la movilidad. Ciclo Vías. La construcción de formas alternativas de movilidad en una ciudad donde ésta función esencial para su funcionamiento es deficiente y complicada, amplía las posibilidades de circular, pero debe planificarse de forma integral junto a los otros medios: Metro y Metrobús y construcción intensiva de aceras en todos los barrios. Participación Ciudadana. La convicción en relación al papel de los ciudadanos, de ser efectiva su ejecución, junto a un municipio descentralizado, es decisiva y fundamental en la posibilidad de la construcción de una ciudad para vivir: culta, igualitaria, segura, justa, participativa, productiva y sustentable.

Y es que la ciudad no debe ser el resultado de decisiones desde el MIVIOT, avaladas por Ingeniería Municipal, como resultado de las presiones de los intereses inmobiliarios e impuestas a una población indiferente y apática.

Necesitamos un alcalde que equilibre la modernización y expansión de la ciudad, considerando las consecuencias ambientales, dándole especial importancia a los Espacios Públicos y a la movilidad; que asegure el funcionamiento de la ciudad, permita el disfrute de ella y enfatice las posibilidades de socialización y apropiación de sus ciudadanos. Además de fortalecer la gobernabilidad, promoviendo la corresponsabilidad participativa e impulsando acuerdos entre el municipio, la empresa privada y los ciudadanos.

En mayo al concurrir a las elecciones de presidente y alcaldes, es responsabilidad de los ciudadanos reflexionar y actuar en consecuencia, para rescatar la ciudad y la democracia, impidiendo que la codicia y la ambición de algunos nos lleven al precipicio. Reconozco que para modificar la actual forma de crecimiento de la ciudad, se necesita, no solo de un equipo técnico ingenioso y conocedor de las posibilidades que ofrecen las actuales leyes de urbanismo; sino, especialmente, de honestidad, valentía y voluntad política para enfrentar las presiones, abiertas o encubiertas del sector inmobiliario y de los importadores de automóviles, que de hecho gozan del monopolio de la construcción de la ciudad. En las manos de los ciudadanos conscientes y responsables está impulsar ‘otra ciudad posible’, con base a la fuerza y participación de la ciudadanía.

ARQUITECTA.

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