Criterio y visión: retos del desarrollo urbano en el Istmo

Actualizado
  • 01/02/2020 00:00
Creado
  • 01/02/2020 00:00
Para aprovechar mejor los beneficios potenciales de la urbanización en América Latina, se requiere mejor infraestructura, lidiar efectivamente con las migraciones internas, establecer zonificaciones adecuadas y tener mercados de vivienda funcionales

Las ciudades han sido, a través de la historia, fuentes de “creatividad cultural, innovación tecnológica, progreso material y democratización política”, nos dice Manuel Castells. Prometen acceso a todo lo que la sociedad moderna estima importante, acuerpa los deseos y las memorias.

En 1950, un tercio de la población mundial vivía en entornos urbanos y para 2050 se estima que serán dos terceras partes.

El mundo era mayormente rural; en el presente, la población en espacios urbanos es 55%, poco más de la mitad y la población urbana es la que crece más rápidamente. Este crecimiento no solo se da por nuevos nacimientos y vidas más largas, sino también por las migraciones del campo a la ciudad.

Y es una gran ventaja que sea así, porque en 1950, el mundo tenía unos 2,500 millones de habitantes, mientras que ahora somos más de 7,000 millones. Si la población actual siguiera viviendo como lo hacíamos hace cincuenta o cien años, en pueblos rurales, hubiéramos cubierto mucho más la superficie de la tierra con nuestra huella y perdido más bosques y otros valiosos ecosistemas naturales, el calentamiento global sería aún peor.

Si siguiéramos viviendo en villorrios dispersos, con viviendas unifamiliares en grandes parcelas, sería más costoso e ineficiente dotar a la población de acueducto, alcantarillado, salud, educación y transporte y por lo tanto habría menor calidad de vida y menos sostenibilidad que ahora.

En París, sus monumentos, avenidas, bulevares y parques son la manifestación física del conocimiento humano aplicado al diseño.

También es en las ciudades que vemos manifestarse los logros artísticos, deportivos, tecnológicos y del entretenimiento, así como las oportunidades de educación, empleo y emprendimiento, entre incontables otras. ¿Cómo se llaman las grandes orquesta sinfónicas y filarmónicas, las grandes compañías de ópera y ballet, los mejores clubes deportivos? Se llaman como las ciudades que los sustentan. Sin embargo, no todos los entornos urbanos se caracterizan por su belleza, sus logros y las oportunidades que presentan.

Diagrama de modelo concéntrico y nodos en red elaborado por el autor.

Asociamos la vida en la ciudad a la necesidad de convivir con embotellamientos exasperantes, ruido, contaminación e inseguridad, lo que se conoce como 'costos de la congestión'.

Los costos y dificultades de la vida en las ciudades modernas nos hacen perder de vista las ventajas mencionadas al inicio, que tienen mayor importancia.

América Latina es la región más urbanizada del mundo, con más de 75% de población urbana y en 2050 se proyecta que llegará al 90%, pero esta urbanización se ha dado de modo rápido y desordenado y no ha conllevado al mejoramiento económico que se ha visto en otras regiones.

En el continente asiático: China, está desarrollando un proceso de urbanización como política pública a una escala sin precedentes; Japón y Corea del Sur, ambos, han tenido rápidos procesos de urbanización, que conllevaron desarrollo económico y mejoramiento calidad de vida de su población.

Para aprovechar mejor los beneficios potenciales de la urbanización en América Latina (AL), se requiere mejor infraestructura, lidiar mejor con las migraciones internas, establecer zonificaciones adecuadas y tener mercados de vivienda funcionales.

Al no haber superado estos retos, una cuarta parte de la población urbana en AL, 169 millones de personas, viven en asentamientos informales. Sin embargo, no todo es malo, hay estudios que encuentran que las ciudades de AL concentran su población más, es decir, tienen mayor densidad de población y menos tendencia a la dispersión que sus contrapartes en América del Norte y Europa y esto se considera que es positivo.

Entonces se puede decir que los retos para el desarrollo de nuestra región implican aprovechar las altas densidades mitigando los costos y efectos de la congestión, contaminación y conflicto, a través del ordenamiento participativo y ordenado.

La mayor aglomeración urbana en el mundo de hoy es la Gran Área de Tokio, que incluye las ciudades de Tokio y Yokohama, entre otras, con un total de más de 38 millones de habitantes. El término megaciudad aparece para diferenciar a las ciudades con más de 10 millones en población y desde la década de 1970 se ha aplicado también a áreas metropolitanas que alcanzan esas cifras de población. La extensión física y número de pobladores de estas grandes aglomeraciones las hace ser distintas en sus cualidades y sus dinámicas que las ciudades como la nuestra, con apenas un millón de habitantes o, por ejemplo, Barcelona que tiene menos de seis.

Las ciudades hasta ciertas dimensiones se pueden entender como compuestas por un área central y las afueras, lo que llamamos la periferia. Sin embargo, cuando los asentamientos crecen en extensión y población se reorganizan de manera distinta.

Con el advenimiento de las tecnologías de la información y comunicación hay menos necesidad de cercanía física entre distintos grupos y equipos de trabajo, lo que ha modificado el atractivo tradicional de conformar la población alrededor de un centro y las áreas metropolitanas se describen mejor como un sistema de nodos conectados por redes.

Nodos

Un sistema de centros o nodos múltiples en una red es distinto que una ciudad con un centro. Normalmente en los centros de las ciudades están las plazas, edificios y monumentos que conforman una imagen de ciudad, lo que da una idea de pertenencia a los ciudadanos.

Sin embargo, en las áreas metropolitanas hay subcentros sin elementos físicos de imagen urbana, nodos secundarios que no se alojan en la imaginación colectiva, por lo tanto no tienen lo que se llama imaginario y no generan cohesión social y política ni brotes culturales propios significativos. Estos lugares, aunque sean considerados urbanos, no forman parte de verdaderas ciudades.

Se puede plantear esta diferencia, entre por ejemplo: Penonomé, que tiene una Avenida Central, un parque y un mercado público, un centro claro con importantes edificios institucionales; y por otra parte Arraiján, que es un nodo conectado por redes metropolitanas a Panamá, La Chorrera y San Miguelito, pero con menos elementos de identidad. Existe una paradoja importante que Castells describe en un artículo de 2001 en el que se pregunta si llegaremos a ser un mundo urbano sin ciudades.

Este contraste entre el desarrollo en ciudades compactas y eficientes o áreas metropolitanas dispersas se plantea como un tema central para el futuro de América Latina. Mientras más porcentaje de la población urbana viva en ciudades propiamente, mejor será su calidad de vida y su sostenibilidad y mejor será el destino de todos.

He titulado este artículo con la frase de Jaime Lerner para celebrar las bondades de la ciudad. Cuando la critiquemos como lugar donde vivir, debemos estar conscientes también de sus ventajas.

Para mejorar los prospectos de desarrollo de ciudades en Panamá, se requiere participación, institucionalidad y disciplina en el ordenamiento territorial, no solo para Panamá y Colón, sino en nuestras ciudades intermedias y principalmente en las que se están conformando y anexando con sus comunidades vecinas, como ocurre en David, Santiago y Chitré, por ejemplo.

Se requiere también entender, a los más altos niveles del gobierno y también desde el ciudadano de a pie, la naturaleza de la transformación social que está ocurriendo en nuestro país a través de la urbanización y saber que esta es buena, en general, pero que, en Panamá y en toda América Latina, se debe revisar y optimizar la forma en que ocurre.

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