Patrick Dillon: 'Jimmy Carter es un héroe'

Actualizado
  • 20/12/2021 12:01
Creado
  • 20/12/2021 12:01
El arquitecto nacido en la hoy desaparecida Zona del Canal, se siente panameño y aplaude el éxito del manejo de la vía, luego de ser transferida al país.
El arquitecto Patrick Dillon, durante la entrevista con este diario.

Patrick Dillon es un norteamericano que nació en el hospital Gorgas, ubicado en Ancón, cuando existía la Zona del Canal, entonces territorio bajo el dominio del gobierno federal de Estados Unidos. Vivió una niñez feliz en Gamboa, un lugar que para él y sus tres hermanos, era como un sueño.

Recuerda muy someramente los hechos ocurridos el 9 de enero de 1964, cuando 21 panameños perdieron la vida en una gesta patriótica liderada por estudiantes que reclamaban la soberanía nacional. En esa fecha, Patrick Dillon solo tenía 12 años de edad.

Patrick Dillon, un arquitecto que ha recorrido mundo y trabajado en diversos países como Francia, África del Sur, Holanda y España, decidió quedarse en Panamá porque se siente panameño y, de hecho, tiene la nacionalidad. Se trata de un hombre que está por encima de las diferencias raciales, pues tiene amigos de todos los colores.

Habla con orgullo del expresidente estadounidense Jimmy Carter. “Es un gran hombre, con un sentido de justicia extraordinario; para mí es un héroe”, expresa.

“Creo que 10 años no es suficiente tiempo para que logremos cambiar el modo de hacer la arquitectura en Panamá de manera significativa”.

Confiesa que para él y sus amigos nunca la reversión del Canal fue un tema. Y la transición fue tan imperceptible que nadie notó el cambio. “Pasó a manos panameñas y el Canal siguió y sigue funcionando de manera exitosa”.

Pensaba que si Carter había tomado la decisión de firmar los tratados, pese a la oposición que había sobre el asunto, de seguro se iba a hacer con transparencia y honestidad.

Los abuelos paternos de Patrick Dillon eran agricultores de Virginia, Estados Unidos. Tuvieron 12 hijos, uno de los cuales había viajado a Panamá para trabajar en la Compañía del Canal como soldador. “Mi padre recibió una comunicación de su hermano en la que le pedía que viniera a Panamá a trabajar también para la Compañía del Canal, pues había vacantes. Atendió el llamado y se vino para acá. Inmediatamente empezó a trabajar también como soldador.

Al poco tiempo conoció a una joven de origen esloveno que estaba de paso por la Zona del Canal. Se convirtió en su esposa y madre de cuatro niños, entre ellos Patrick Dillon.

Según el experimentado arquitecto, las casas originales construidas en el pueblo de Gamboa, son el lugar ideal para que viva el ser humano, pues le permite tener un contacto con la naturaleza.

El arquitecto también habla de cómo debe ser una casa ideal, de la importancia del cuido del ambiente y el contacto del ser humano con la naturaleza.

Cuando estaban por firmarse los tratados Torrijos-Carter en septiembre de 1977, usted era un joven recién graduado que estaba consciente de lo que estaba sucediendo, ¿cuál era su sentir en aquellos tiempos?

Primero que todo quiero decir que para mí Jimmy Carter era y sigue siendo un héroe. Es un gran hombre, humilde, honesto, agricultor, un ser humano excepcional y, sobre todo, justo. No dudaba de que un hombre como él trataría el tema de una manera honesta y transparente, a pesar de toda la oposición que tenía del lado republicano. Había mucha oposición a la firma de los tratados y, aun así, él siempre estuvo muy decidido en ese tema.

Llegó un momento en que la existencia de la Zona del Canal no era necesaria, así que ya no tenía razón de ser que un pedazo de tierra panameño fuera del gobierno federal de Estados Unidos, pues los tiempos de las colonias ya habían sido superados en la mayor parte del mundo y Carter dijo “hasta aquí”, a pesar de la oposición que tenía encima.

¿Él estaba consciente de que iba a cargar sobre sus hombros un gran peso al tomar semejante decisión?

Yo creo que más bien era un peso político por la oposición de gente, como el entonces influyente senador Jesse Helms y sus seguidores, que estaban totalmente en desacuerdo con la decisión que había tomado el entonces presidente.

Yo diría, aunque no puedo asegurarlo, que dentro de la Zona del Canal también había gente que estaba en desacuerdo con los tratados, porque eso iba a representar grandes cambios en sus vidas, pues tenían que irse de Panamá, porque todo el que vivía en la Zona del Canal de alguna manera era empleado de la Compañía del Canal que era la empresa estatal que manejaba la vía interoceánica y todo lo que giraba a su alrededor. Aunque algunos nos quedamos y aquí estamos.

¿Cuál fue su reacción aquel 31 de diciembre de 1999, a las 12:00 de mediodía, cuando el Canal pasó finalmente a manos panameñas?

La transición, para mí, fue tan imperceptible que todo lo vi como natural. Estaba consciente de que iba a pasar y pasó. Honestamente era un tema sobre el que no hablaba con mis amigos. Todo el tiempo tuve una excelente relación con amigos panameños, jóvenes igual que yo, y nunca se produjo un conflicto por ese tema. Yo iba al cine Bellavista, iba a surfear a Santa Catalina, me encantaba ir a Chiriquí, y, francamente, repito, para mí, no era un tema.

¿Recuerda el 9 de enero de 1964 cuando se dieron los enfrentamientos con estudiantes panameños?

Yo tenía 12 años y sí recuerdo que estaba con unos amigos y mis hermanos jugando 'bandido y vaquero' afuera de mi casa, que quedaba en Gamboa. Mi mamá, que estaba en la oficina ubicada en Pedro Miguel, llamó por teléfono para decir que todos permaneciéramos dentro de la casa, porque se estaban produciendo unos enfrentamientos en la ciudad. Después supe de las muertes, del desgarramiento de la bandera panameña y de todo lo que pasó.

Una vez entregado el Canal a los panameños, ¿cómo ha visto el manejo de la vía?

Creo que lo primero que hay que resaltar es que la transición fue casi imperceptible; además de que los profesionales panameños que habían estado desde hacía años en la compañía siguieron en sus puestos y continuaron manejando el Canal de una manera muy exitosa; eso es innegable.

Lo que sí me preocupa es que el área de la cuenca está siendo impactada por la deforestación y la contaminación de la red hídrica en torno a la carretera Transístmica, lo que reduce la capacidad del suelo de retener el agua necesaria para el buen funcionamiento del Canal; y no estoy diciendo que este descuido sea responsabilidad de la Autoridad del Canal, necesariamente. El deterioro ambiental de la cuenca es un tema complejo que involucra a instituciones como el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial y el Ministerio de Ambiente.

Vamos a hablar ahora de su profesión, a la que usted se ha dedicado toda su vida: la arquitectura. ¿Cuál es para usted la casa ideal? 

En su gran ensayo, La poética del espacio, el filósofo y fenomenólogo Gaston Bachelard declara que “...nuestra primera casa es nuestra esquina del universo, un verdadero cosmos en todo el sentido de la palabra”. Me suscribo plenamente a esta declaración y entiendo como “casa” no solamente el hábitat construido en sí, sino sobre todo el entorno natural en el cual se encuentra –nuestras múltiples ecologías– nuestra biodiversidad excepcional, que, tal como se lee en la declaración de la misión y visión del Museo de la Biodiversidad, “... es el sustrato de nuestra identidad”.

En ese sentido, las casas de Gamboa, donde fui criado, cumplen con las necesidades de lo que considero una casa ideal. Construidas en los años 30, antes de la existencia del aire acondicionado (llegó a la Zona del Canal en 1957), estas eran casas construidas por la Compañía del Canal de Panamá para sus empleados en las comunidades dispersas a lo largo del Canal. La Zona del Canal era esencialmente un gran “Company Town”, es decir, no había propiedad privada, pues todas las tierras y las infraestructuras construidas eran propiedad de la compañía. Por lo tanto, tenían que cumplir con las políticas financieras de la compañía, lo que implicaba gastar lo menos posible en la construcción y mantenimiento de las estructuras dentro de los términos del tratado Hay- Bunau Varilla que cedía la Zona del Canal a Estados Unidos “...en perpetuidad”. Por lo tanto, las estructuras fueron pensadas para durar largo tiempo y para lograr esta meta, se debía cumplir con los preceptos esenciales básicos de la arquitectura definidos por Vitruvio en el siglo I a.C. ... “firmitas, utilitas, venustas”, cuya traducción es esencialmente “comodidad, firmeza y deleite”.

Algunos dicen que los modernos rascacielos de vidrio que hay en Panamá no tienen sentido, ¿está usted de acuerdo con esa opinión? ¿Por qué?

Es una pregunta muy complicada que tomaría mucho tiempo responder adecuadamente. Pero en síntesis diría que depende de quién eres. Para los gobiernos, promotores, arquitectos e ingenieros, industria de la construcción, compradores, etc., tienen todo el sentido del mundo y evidentemente son muy deseados. Por mi parte, no estoy en principio en contra de edificios altos en sí, pero sí me parece extremadamente problemática la falta de ordenamiento y restricción en su desarrollo donde deberían absolutamente ser prohibidos o por lo menos controlados mínimamente si valoramos y queremos calidad de vida para todos los ciudadanos, y no solamente para los que viven en un piso 45.

Aquí en Panamá llueve y todo se inunda y esta situación empeora con el pasar del tiempo... ¿en qué hemos fallado?

Justamente en la falta de planificación coherente resultado de una falta de visión de largo plazo de ciudad y país que ha sido aprovechada para desarrollar proyectos residenciales de alta densidad en zonas de la ciudad y campo que no disponen de las infraestructuras adecuadas para soportar las elevadas cargas que suponen estos proyectos.

¿Qué influencia ha tenido el invento del acondicionador de aire en la arquitectura?

El acondicionador de aire llegó a la Zona del Canal en 1957 y su impacto en la arquitectura canalera fue casi inmediato, y para peor. Como mencioné, la casa canalera típica de Gamboa, Gatún o Diablo, hecha en los años 30, fue diseñada para encajar con la naturaleza tropical del entorno. La zona habitada de la casa, hecha de madera, con grandes ventanas operables, y fachadas y paredes internas con persianas, era un espacio ventilado naturalmente, colocado en una estructura de hormigón, armado encima del suelo húmedo, lleno de bichos, propenso a las inundaciones periódicas. Encima de la zona habitada se construía un gran techo de cobre de cuatro aguas para proteger la residencia del sol y la lluvia. Este techo disponía de un ático ventilado naturalmente que mantenía en todas las épocas del año una temperatura y ambiente vital maravilloso. Pero sobre todo la casa te dejaba, o más bien, te invitaba a vivir en armonía con el entorno natural.

Recuerdo, cuando niño, escuchar en la distancia el silbido de los trenes y barcos que pasaban por el Canal cerca de la casa; o el estruendo de un bien pesado aguacero, con todas las ventanas abiertas; o el olor del bosque o del pavimento de asfalto cuando escampaba y salía de nuevo el sol, creando nubes de vapor que se elevaban hacia la casa. La arquitectura era el artífice de una conexión constante con el entorno natural...todo un universo maravilloso.

Recuerdo también cuando llegó el acondicionador de aire y se reemplazaron las ventanas operables de la sala de estar con grandes paños fijos de vidrio –los “picture windows”– y se prendió, por primera vez, el acondicionador de aire. Al principio era, por supuesto, una maravilla. ¡20 grados dentro de la casa, cuando hacía 30 grados afuera! Pero tal como observó una vez mi hermano Kurt, en ese momento, ineludiblemente nos transformamos de partícipes con la naturaleza en observadores de la naturaleza.

Creo que el impacto del aire acondicionado en el diseño arquitectónico en los trópicos ha sido más insidioso de lo que uno se imagina.

Pienso que si volviéramos a integrarnos más a nuestros ecosistemas, si creáramos más hogares conectados a sus entornos naturales, si fuéramos más naturalmente partícipes con nuestra rica biodiversidad, si los arquitectos prestáramos más atención a las arquitecturas sin arquitectos que encontramos en todas las regiones del país, si intentáramos entender las creencias cosmogénicas de esas arquitecturas, estaríamos mejor preparados para crear las estructuras, las comunidades y las ciudades más adaptadas al futuro incierto que se nos viene encima sí o sí.

¿Cómo vislumbra la arquitectura dentro de 10 años? Pareciera que hay una tendencia a respetar el medio ambiente.

Creo que 10 años no es suficiente tiempo para que logremos cambiar el modo de hacer la arquitectura en Panamá de manera significativa. 10 años son dos períodos gubernamentales y solo hay que ver cómo era el estado de la arquitectura hace 10 años. Las mismas entidades gubernamentales responsables de crear y hacer cumplir las normativas de desarrollo de nuestras ciudades que había hace 10 años estarán aún allí dentro de 10 años. Tampoco creo que el reto más importante que enfrentamos de aquí a 10 años es la calidad de la arquitectura, sino la manera en que estamos desarrollando el país.

Pienso que es más importante que entendamos que debe haber un cambio radical de visión de país, un cambio radical que permita que la sociedad civil podamos influir efectivamente en la toma de decisiones relacionadas con el desarrollo del país, de nuestras comunidades y ciudades, de nuestras áreas protegidas, de nuestros recursos naturales, de la educación de nuestros hijos, de la importancia de desarrollar las ciencias y las artes, de la relación que queremos tener con la naturaleza y tanto más que nos toca lograr a la vez que vayamos pensando en una arquitectura en sintonía con todos los posibles futuros que nos toca a todos crear.

Usted es estadounidense, nacido en la entonces Zona del Canal, se especializó y trabajó la arquitectura en diversos países, ¿qué lo hizo establecerse en Panamá?

Mis padres nacieron en Estados Unidos, pero sus familias llegaron allá desde Europa. La familia de mi mamá era de Eslovenia y la de mi papá de Irlanda. Mis padres se encontraron aquí en Panamá, se quedaron aquí, se casaron aquí y aquí tuvieron sus cuatro hijos, todos nacidos en el hospital Gorgas en el cerro Ancón. Así que más que estadounidense, pienso que soy panameño con raíces eslovenas e irlandesas.

Al terminar mis estudios de arquitectura viajé a Europa para hacer un recorrido que debía durar unos seis meses, pero en el camino tuve la oportunidad de entrar en el Taller de Arquitectura en Barcelona, así que decidí posponer por un tiempo indefinido mi viaje de retorno a Panamá. Y como suele pasar, una cosa llevó a la otra y al final quedé viviendo y trabajando entre Europa y África, durante 15 años.

Entre los años 1986 y 1993 tenía, con un amigo, una firma de arquitectura en París y llegamos a especializarnos en el diseño de bodegas de vino en diferentes regiones de Francia. A principio de los años 90, debido a los proyectos franceses ejecutados, fuimos invitados a diseñar una gran bodega de vino en los alrededores de Ciudad del Cabo en África del Sur y durante la fase de construcción, con las frecuentes idas y vueltas entre Ciudad del Cabo y París, quedé fascinado con el país, con sus increíbles paisajes y sus múltiples y complejas culturas, cada una con su historia, arte, música y cosmovisión única, y decidí dejar París y establecerme allí.

Mi intención era trabajar con un amigo arquitecto con quien había diseñado y construido un proyecto habitacional para una comunidad musulmana (la Muphral Muslim Society) en la capital, Pretoria, a mediados de los años 80, aún en plena época del apartheid. Nelson Mandela estaba aún en prisión y la policía acababa de matar al activista anti-apartheid Steven Biko (I Write What I Like), tirándolo esposado de manos y pies desde el décimo segundo piso de la cárcel de Johannesburgo. Nuestro cliente, Ahmed Dadabai, el representante de la comunidad musulmana, vivía con su familia extensa en un apartamento minúsculo al lado de la cárcel y me relató durante largo rato, lo que le impulsaba a hacer proyectos supuestamente ilegales para su comunidad.

Así que con ese recuerdo en mente llegué a Johannesburgo en 1993, en plena campaña presidencial para las primeras elecciones libres en toda la larga historia del país. La campaña se había tornado en campo de batalla extremadamente violenta, con enfrentamientos fatales cotidianos entre partidarios de Mandela y Buthelezi en todo el país y en Johannesburgo. La situación llevó rápidamente a la paralización de muchos sectores del país y, en consecuencia, al cierre de negocios y al éxodo de mucha gente. Viví durante seis meses en esa situación que no parecía que iba a mejorar por mucho tiempo y, finalmente, decidí que era el momento correcto para dar fin a mi viaje de seis meses que se había vuelto uno de 15 años y volví a la única casa que tuve y tengo, mi esquina del mundo y verdadero cosmos en todo el sentido de la palabra: la casa donde nací...Panamá.

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