Tras un año del estado de emergencia en Panamá

Actualizado
  • 11/03/2021 00:00
Creado
  • 11/03/2021 00:00
Hemos comprobado la habilidad humana de sobreponernos a nuestros propios límites y expectativas. Como sociedad hemos logrado transformar diferentes procesos que pensábamos que no se realizarían en este año, por poner un ejemplo, los trámites institucionales han sufrido la mayor transformación para beneficio de los usuarios y de las propias instituciones.

Hemos comprobado la habilidad humana de sobreponernos a nuestros propios límites y expectativas. Como sociedad hemos logrado transformar diferentes procesos que pensábamos que no se realizarían en este año, por poner un ejemplo, los trámites institucionales han sufrido la mayor transformación para beneficio de los usuarios y de las propias instituciones. La agilidad para solicitar servicios y ofrecerlos ha dado pasos agigantados. A pesar de tener un año desde que inició el estado de emergencia en Panamá por cCovid-19, las alertas no han cesado, nuestras emociones, pensamientos y conductas han cambiado, no de todos, pero sí de la mayoría.

Este año de estado de emergencia, con 342,741 enfermos y 5,884 defunciones por covid-19, toca reconocer el eficiente papel del personal que ha trabajado incansablemente, y no solo del sector Salud, sino del estamento de seguridad y todos los voluntarios que han trabajado en esta pandemia; los equipos de trazabilidad y los tomadores de decisiones que han establecido protocolos para las acciones que nos permitan prevenir la infección por el nuevo coronavirus. A pesar de no estar preparados para una pandemia, hemos aprendido a lavarnos las manos con más frecuencia, a mantener un distanciamiento físico, a utilizar mascarillas, a comprar lo estrictamente necesario, pero, sobre todo, hemos tenido tiempo de replantear lo que es importante, lo que es necesario, lo que es urgente y lo que no lo es.

Lamentablemente, es preciso hacer patente las secuelas psicológicas que esta pandemia ha dejado a su paso, ya que los factores estresantes se intensificaron por los espacios limitados, compartidos y multitarea, la poca o nula conectividad, la escasez de dispositivos y la insuficiente experiencia de trabajar o estudiar en forma virtual, además de la posibilidad de perder el trabajo.

Todas las emociones se han visto afectadas por la organización social que requiere mantener la enfermedad fuera del hogar. Ya en 1971, el psicólogo social Zimbardo había demostrado que estar confinado es uno de los factores desencadenantes de conductas adversas que claramente ha llevado a la población a un comportamiento “desordenado”. En este caso el confinamiento por el toque de queda y la cuarentena parcial o total ha confirmado la teoría.

Tras un año, los psicólogos podemos estar seguros de que las personas presentan efectos secundarios debido a la pandemia por covid-19, como ansiedad, falta de sueño, cansancio excesivo sin razón aparente, dificultad para concentrarse, miedo, depresión, culpa, duelo, intolerancia, frustración, angustia, ira y desesperanza, en mayor o menor medida, y lo más complejo es que dichos efectos se presentan de igual forma en pacientes con covid-19, como en aquellos que no lo han padecido.

Estamos ante un estado de emergencia que requiere atención psicológica para toda la población, necesitamos aprender a manejar nuestras emociones frente a este nuevo escenario y al cambio acelerado de la vida cotidiana para que los procesos de adaptación sean menos traumáticos y salgamos victoriosos como sociedad de esta situación. Es fundamental que cada uno de los ciudadanos haga un examen de conciencia y autoevalúe sus emociones, que trate de incluir cada día algo que le haga feliz, que establezca metas a corto plazo y que festeje sus victorias, que se permita nuevas experiencias, y sobre todo si se siente mal, busque ayuda profesional.

Docente investigadora
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