La arcilla de la nación

Actualizado
  • 07/11/2020 00:00
Creado
  • 07/11/2020 00:00
En los últimos años he leído no pocas publicaciones que sostienen que durante nuestra unión a Colombia hubo pocas manifestaciones autonomistas y que el panameño estaba muy conforme con su vida colombiana. Esta tesis abona la corriente que nos presenta como una República inventada por Estados Unidos. Sin embargo, los historiadores del siglo XIX y los que escribieron durante la aurora de la República, tuvieron el especial cuidado de exhumar muchos episodios que nos consagran como conglomerado humano con pulso de nación, según los conocidos parámetros de Renán.
La arcilla de la nación

El siglo XIX de Panamá ha sido muy poco divulgado. Pareciera que la historia del istmo se inició en noviembre de 1903 y que todo lo ocurrido en los años anteriores no nos pertenece. Esto no quiere decir que los historiadores panameños no se han ocupado de ese pasado. Al respecto hay numerosos y muy atinados estudios. En lo que hemos fallado es en darle adecuada y permanente difusión. Esa morosidad ha afectado el orgullo nacional porque por desconocer el rico décimo-nono, el panameño suele sentirse como que posee una identidad sin fundamentos raizales.

En los últimos años he leído no pocas publicaciones que sostienen que durante nuestra unión a Colombia hubo pocas manifestaciones autonomistas y que el panameño estaba muy conforme con su vida colombiana. Esta tesis abona la corriente que nos presenta como una República inventada por Estados Unidos. Sin embargo, los historiadores del siglo XIX y los que escribieron durante la aurora de la República, tuvieron el especial cuidado de exhumar muchos episodios que nos consagran como conglomerado humano con pulso de nación, según los conocidos parámetros de Renán.

Los historiadores actuales y los que publicaron a partir de la segunda mitad del siglo XX, casi todos muy eruditos, han sido muy severos y objetivos en el enjuiciamiento de los protagonistas de la historia, pero no han descalificado los atributos que nos identificaron por décadas como una nación.

El largo recorrido del panameño lo enfrentó a sucesos que sirvieron para poner en evidencia no solo su espíritu nacional, sino su anhelo de ser libre. La primera estación de su itinerario la observamos el 28 de noviembre de 1821, fecha identificada con el 10 de noviembre del mismo año. El Grito de La Villa de Los Santos y la independencia de Panamá de la metrópoli española son hechos angulares de la nacionalidad. Ambos actos son absolutamente propios, llevados a cabo sin la injerencia de ninguna fuerza exterior. Bolívar, al enterarse de aquel suceso, hizo un reconocimiento con merecidas y justas alabanzas. Lamentablemente algunos historiadores nativos lo señalan como un gesto de cortesía. Pero el acto independentista cobra mayor significación si recordamos que el istmo fue en un momento dado un bien negociable. Los libertadores del sur enviaron dos comisionados a Madrid, a pedido del monarca español, para dialogar sobre el movimiento de liberación, y los comisionados propusieron que el istmo continuara bajo la autoridad española a cambio de la independencia americana. De modo que la acción de los panameños de 1821 respondía a los intereses exclusivos de una provincia que no había recibido la atención positiva de los revolucionarios. Felipe Juan Escobar, en su excelente obra “El legado de los próceres”, censura con dureza la innoble permuta sugerida por los comisionados en perjuicio de Panamá.

Son conocidos otros pasos de afirmación nacional como las separaciones de 1830, de 1831, de 1840, o como la aprobación del Estado Federal de 1855 y del Convenio de Colón de 1861, sin dejar de lado la identificación colectiva que se suscitó el 15 de abril de 1856 con motivo de la tragedia conocida como “la tajada de sandía”. Para Gasteazoro, aquel episodio sangriento de 1856 debe ser visto como un caso que comprueba la existencia de una conciencia nacional.

En el año de 1857 se produjo otro acontecimiento que revelaba la existencia de una huella separatista del hombre panameño. El senador Arosemena presentó ante el Senado de La Nueva Granada un proyecto de ley cuyo artículo primero decía: “El istmo de Panamá, hoy parte integrante de la Nueva Granada, será para lo sucesivo un Estado del todo independiente y soberano, libre para el comercio de todas la naciones bajo la garantía y protección de las potencias signatarias”. El proyecto establecía que las naciones signatarias serían Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Cerdeña. El protectorado, según la iniciativa de Arosemena (no sé si Mariano o Justo) tendría un término de duración de 10 años. Pasado ese tiempo, el Estado de Panamá “podrá disponer de su suerte como a bien tenga”. El proyecto fue rechazado por el Senado en abril de 1856 tras largo debate, pero quedó como un documento histórico que recogió un ideal separatista y que se suma a otros instrumentos que constituyen la arcilla moral de la nación panameña.

En aquella época, en pleno mediodía del siglo XIX, estos pueblos de América por el filibusterismo, por sus guerras civiles, por sus limitaciones económicas, se querían convertir en protectorados de los poderosos para garantizar su subsistencia o de pronto se enfrentaban a recomendaciones que en su momento no eran consideradas como antipatrióticas. Tal sucedió también con la propuesta del procurador de Bogotá, señor González, como se lee en la Historia de Arboleda, al recomendar en febrero de 1858 que los estados granadinos (Colombia) se incorporaran o anexaran a Estados Unidos. Esa idea no fue aceptada ni por el Senado colombiano ni por los diarios del sur de Nueva York (el Herald) por considerar, groseramente, que en el Congreso de Estados Unidos no podrían ocupar escaños los mestizos colombianos.

Es positivo recordar en la alborada de los días patrios los episodios que quedan expuestos porque ellos, y muchos otros, comprueban que las celebraciones que están por venir son legítimas y responden a nobilísimos hechos patrióticos protagonizados por nuestro pueblo.

La arcilla de la nación
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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