Malos tiempos para la Casa Boyacá

Actualizado
  • 03/03/2018 01:04
Creado
  • 03/03/2018 01:04
El siniestro afectó históricos inmuebles del Casco Antiguo. Las 41 familias damnificadas piden socorro al Ministerio de Vivienda

La legendaria Casa Boyacá quedó otra vez hundida en cenizas y escombros: fue arrasada por uno de esos incendios que se ensañan contra lo que nos resta de historia patria. Bastaron unas horas para que las llamas se tragaran el hermoso inmueble, orgullo del Casco Antiguo de la ciudad. Otro revés para el patrimonio nacional.

La infernal llamarada tampoco perdonó a las casas Rosada y de Francia, dos joyas arquitectónicas de la histórica ciudad del siglo XIX. El siniestro repitió la angustia de otros años, en esta ocasión el saldo fue 41 familias damnificadas reubicadas en hoteles de emergencia.

Llegar al Casco Antiguo no fue difícil. El problema se agudiza por la falta de estacionamientos. La presencia de agentes de la Policía no impide el caos vehicular. Nadie respeta las líneas amarillas, lo que hace casi imposible el trabajo de los bomberos.

La estrechez de las calles, los autos peleando un espacio con los hidrantes, la falta de presión de agua, son problemas cotidianos que empeoran la situación a la hora de los incendios y demás desastres que azotan la populosa zona. Y pensar que hablamos de una vistosa área de gran potencial turístico.

Después de perder valioso tiempo tratando de conseguir un estacionamiento, al fin vi la luz al final de la vereda de ladrillos; caminé hacia las calles de Santa Ana que conectan directo con la Casa Boyacá, restaurada por la entonces ministra de Vivienda Balbina Herrera. En el sitio me encontré a muchas personas fuera de sus hogares, observando los restos de las bellas y emblemáticas estructuras; aún había ropa tendida en los balcones de la Casa Rosada. Se dibujó un panorama desolador para los presentes y pude observar claramente en sus rostros mucha consternación y desesperanza.

En las aceras de la avenida A, del Casco Antiguo, se encontraban adultos mayores y jóvenes; seguían comentando el tema del incendio y otros tomaban fotos de la triste escena. Todo el perímetro estaba fuertemente custodiado por agentes de la Policía Nacional y del Cuerpo de Bomberos de Panamá.

Carmen Núñez, vecina de San Felipe, contó su testimonio de cómo vivió el incendio. ‘Cuando escuché sobre el fuego me asusté porque francamente vigilaba a la señora Diomira, de 95 años, que vivía aquí en la Boyacá. Caminé rápido, al ver la candela pensé que se había quemado; allí vivía mucha gente mayor'.

Respira hondo, como para recuperar fuerzas, y continúa. ‘Personas parapléjicas y niños también habitaban la vivienda; yo pensaba en esos momentos cómo iban a salir, lo bueno es que los muchachos fueron rápidos y la gente bajó a la señora Diomira del tercer piso. Esa casa era muy tranquila y siempre estaba limpia; el incendio empezó en la parte de arriba de la casa'.

Blanca Rodríguez también contó cómo observó el suceso. ‘Cuando vine el incendio ya estaba; ahora veo todo tranquilo y me siento más segura, espero que le puedan buscar solución de vivienda a toda esa gente. Imagínese, yo tengo once años esperando una casa para que me reubiquen. Cada vez que meto los papeles en el Ministerio de Vivienda nunca me salen y siempre se pierden; actualmente me encuentro esperando el proyecto Villa Olga de Cárdenas, tengo un hijo discapacitado y solo cuento con el apoyo de Ángel Guardián'.

La Fundación Danilo Pérez abrió un centro de acopio para los damnificados en el que se recolectaba artículos de primera necesidad, alimentos secos, almohadas, ropa de cama. La mayoría de residentes de la llamada ‘casa barco' son de la tercera edad.

La Estrella de Panamá logró entrevistar a la administradora de la Fundación, Aleida Duarte. Comenta acerca de cómo se encontraba el movimiento de los donativos. ‘Estamos pidiendo que se solidaricen con nuestros hermanos que lo han perdido todo, los que se han acercado son los amigos de la Fundación y vecinos de los alrededores. Estamos solicitando desde ropa, alimentos secos y donaciones en efectivo a través de la cuenta de banco para la compra de diversos medicamentos específicos; estaremos haciendo contacto directo con cada uno de los afectados y se hará un levantamiento de estudio del caso de cada uno de ellos para ver cuáles son sus necesidades reales e inmediatas'.

La circulación de personas donando era regular; los voluntarios de la Fundación permanecían en las afueras del sitio con sonrisas a pesar de la dura situación. Se escuchaba el sonido de los timbales, saxofón y los demás instrumentos del grupo Los Nietos del Jazz, que mostraban su talento a quienes los grababan o pasaban para tomarles fotos.

Oliver Mall, de 17 años de edad, estudiante de la Fundación Danilo Pérez desde hace 10 años, quien es uno de los integrantes del grupo, explicó cómo se sentía al perder su hogar. ‘Quedé asustado apenas me enteré del incendio. Lo primero que pensé fue en mi hermana que tiene solo once años. Cuando el fuego inició yo no estaba en mi casa, el acceso era difícil para llegar allá y me decían que no encontraban a mi hermana, pero gracias a Dios está bien. Me entristece porque perdí mis instrumentos, ahorros, uniformes para la escuela. Es muy difícil; vivo junto con mi tía, abuela y mi hermana. Aquí en la Fundación se me dio la oportunidad y pude ganar una beca de una semana de verano para estudiar música en Los Ángeles, Estados Unidos, que inicia en el mes de julio; esta es la tercera beca que me he ganado'.

Al final, cuando ocurren estas situaciones, no solo se cuentan las pérdidas materiales de aquellas infraestructuras que guardaban tanta historia, también en ese devastador incendio se fueron todos los buenos recuerdos de lo que alguna vez pudo ser el acogedor hogar.

Por fortuna, gracias a la acción rápida de las autoridades y vecinos no hubo víctimas. Ahora todos los afectados se aferran a la primera esperanza: una rápida respuesta de las autoridades y la acostumbrada solidaridad de los panameños. Queda el consuelo de que la amada Casa Boyacá pronto se levantará de las cenizas como el Ave Fénix.

‘Personas parapléjicas y niños también habitaban la vivienda; yo pensaba en esos momentos cómo iban a salir',

CARMEN NÚÑEZ

VECINA SAN FELIPE

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