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- 25/11/2023 00:00
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Juan Cristóbal ha estado, este fin de semana, conversando con las viejas notas de la historia. –Libros antiguos, papeles del ayer, nos dicen, cual pantallas de luces, donde se encuentran las luminarias de la humanidad y donde sus profundas contradicciones–. No hay nada tan halagador para un espíritu enamorado de las cosas del ayer, como el embeberse en la historia, buscar en las linternas de todos los Diógenes simbólicos, los apuntes marginales que los pueblos rubricaban para expresar su responsabilidad o su constancia ante determinado proceder.
Así la historia, la que de mi significación posee es esa cualidad de ir anotando las responsabilidades de hombres o colectividades, de ideas o barbaries, para ofrecer a la postre, a las futuras generaciones, a los juzgadores inexorables del mañana, los elementos de juicio necesarios para aplicar un fallo definitivo, para expresar un apotegma irrevocable.
Con esa mentalidad, Juan Cristóbal ha rumiado las prosas de algunos papeles de antaño, y se ha encontrado con actos de aceptación en una época, en virtud de las imposiciones tiránicas, pero que hoy, a la luz plena de ausencias de pasiones, es otro el concepto de caracterización, es otra la opinión de enjuiciamiento.
En tal disposición de ánimo, nuestras mayores recordaciones han de señalar los hechos que ejemplifican lo que queremos exponer: el valor de la responsabilidad histórica, la constancia de una protesta, de una reacción justa de los pueblos.

En esa historia que revisamos, hallamos páginas dedicadas a Platón con sus atributos de expositor y fundador de la esencia cardinal de una filosofía; pero a su lado encontramos la constancia histórica de constituir una unidad que irrespetaba la auténtica dignidad humana al concebir, en conceptos que se han perennizado en mucho tiempo, un Estado elaborado sobre la miseria de la esclavitud.
Hallamos, posteriormente, a un Domingo de Guzmán, de “rostro moreno que llevaba el fuego sagrado en su mirada”, imponiendo una doctrina religiosa con riguroso éxito disciplinario, pero al lado de esas páginas gime la constancia histórica de que tal disciplina se sustentaba en el garrote, en el quemar de herejes, en el guillotinamiento por la expresión de ideas contrarias.
Y si avanzamos en los senderos del tiempo, no nos ha de sorprender este siglo XX pletórico de responsabilidades y de hechos de trascendencias históricas. Hemos de recordar un año del tercer decenio de este siglo, cuando el corazón de España desangraba ante la brutalidad del fascismo y del hitlerismo. Pero frente a esa brutalidad existe la dolorosa constancia histórica de una París, bonita, de un Washington comerciando, y de un Londres que, precisando la época, mandaba Paraguas y Chamberlaines a conversar sobre apaciguamiento, mientras en hogueras se consumía España.
Pero nosotros los panameños también tenemos las constancias históricas y es bueno que las estudiemos:
Panamá se separó de Colombia por motivos harto conocidos, entre muy pocas personas, y sus fundadores quisieron organizar una República inspirada en el viejo molde individualista, pero al fin en plan de República. Existe la constancia histórica de ese hecho, pero también existe la responsabilidad histórica del nombramiento de un Bunau Varilla que encadenó la República hasta el año de 1936 cuando jurídicamente se independizo. Y esa constancia histórica organizó una era de entreguismos.
Luego vino el año de 1926 y la historia panameña también registra un acto de recuerdo. Un convenio, un nuevo tratado general para ser más exactos. Y ese tratado, leonino, tenía sus adoradores panameños. Y esos adoradores iban a los campos y a los rincones de la República a exponer las “bondades” de ese tratado. Pero al lado de esa situación quedó la constancia histórica del rechazo de ese tratado, por perverso, y el señalamiento justiciero para quienes querían imponerlo.
En el año de 1947 hubo otro intento de imposición de convenio militarista e indigno para le República. Se pretendió imponerlo, hubo garrote, sable, mártires, pero se negó el convenio, y la historia registra ese hecho para que las futuras generaciones lo juzguen en la misma forma que nosotros juzgamos el tratado del año de 1903 y el proyecto de tratado de 1926.
Hoy la República le solicita a su historia una página en blanco para comenzar a escribirla. Hoy se inician las discusiones en la Asamblea sobre un convenio malo, solo respaldado por comerciantes y por agrupaciones dedicadas a banquetes.
¿Qué se escribirá en esa página de la historia? ¿Qué elementos de juicios ofrecerá la situación actual? ¿Cuál será la responsabilidad histórica de los amigos del convenio? No lo sabemos del todo aún. Pero Juan Cristóbal sí sabe que ante semejante acuerdo aéreo existe la constancia histórica tanto de su protesta como de la protesta del alma nacional que se expresa con mayor legitimidad a través de los estudiantes y de la juventud.
Publicado originalmente el 28 de mayo de 1949.