La interconexión eléctrica entre Panamá y Colombia es una prioridad bilateral, y la oposición de las autoridades comarcales no frenará el proyecto.




- 24/07/2025 00:00
Dos casas en medio de la antigua Zona del Canal se han transformado en albergues para niños, niñas y adolescentes. La primera, de paredes blancas con algunos dibujos infantiles, avisa que ahí viven los más pequeños. Al atravesar la puerta principal se llega a una enorme sala en la que hay muebles, un televisor, una cuidadora y varios niños junto a ella; uno de ellos se acerca a saludar sin pena alguna. Son las 10:00 a.m. A esta hora la rutina está en curso: se despertaron, oraron, desayunaron, están viendo televisión para después pasar a los salones de clases. Cualquiera podría pensar que esos niños no tienen familia, pero sí, la tienen. Están en la Casa Hogar Divino Niño porque fueron apartados de sus entornos luego de que se les vulneraran sus derechos.
La segunda está más cerca de la avenida principal. Un vivero llama la atención en el jardín del frente. “Todas nos encargamos de cuidarlo”, dice una de las cuidadoras. Al final del pasillo principal se encuentra una puerta del lado izquierdo que lleva a un salón de costura, donde están las niñas junto a sus bebés. En el pasillo están los cuartos, en los que hay varias camas, cunas y estantes. Todo está ordenado y limpio. En la Casa Hogar María Guadalupe acogen a menores de edad que han resultado embarazadas tras sufrir abuso sexual.
Ambas casas hogares pertenecen a la Fundación Ofrece un Hogar. Fundada en 1993, la institución se dedica a la protección de la infancia. En Divino Niño atienden a niños desde recién nacidos hasta los cinco años y actualmente tiene 26 acogidos. Y María Guadalupe alberga a adolescentes embarazadas víctimas de abuso sexual; ahora tienen a 12 menores de edad.
“La dinámica diaria es lo más parecido posible a la de una casa”, explica Marisín Reina, presidenta de la fundación. Cada mañana comienza con una oración, seguida del desayuno, juegos y clases en un preescolar multigrado. Además, se imparten actividades de motricidad, pintura y juegos supervisados. En la otra casa se acoge a niñas y adolescentes embarazadas que reciben atención médica, psicológica y continúan sus estudios mediante el programa Educa.
Donde están los niños de cero a cinco años hay una enorme cocina en la que una cocinera prepara alimentos para el almuerzo. Tiene dos puertas que llevan de la sala a un pasillo en el que están los salones de clases. También hay una escalera que lleva a las habitaciones, espacios limpios y en los que todo está en su lugar. Cuenta con varias camas pequeñas y una grande en la que duerme la cuidadora, una por cada cuarto. Cada cama tiene un peluche, que probablemente sea el único consuelo para esos niños cuando desean abrazar a alguien por la madrugada. Unas habitaciones tienen cortinas de Spiderman y otras de flores.
Aunque reciben un subsidio estatal de alrededor de $12.000 mensuales, este monto no cubre todos los gastos operativos. El déficit mensual ronda los $5.000, que deben ser cubiertos mediante donaciones y actividades especiales. “El subsidio llega tarde y muchas veces no alcanza”, comenta Reina. Aun así, asegura que nunca han dejado de recibir a un niño. “La Divina Providencia nunca nos ha abandonado”.
Entre las necesidades más urgentes están pañales, leche, ropa, cunas y colchones. “El mobiliario infantil se deteriora rápidamente. Ellos saltan, orinan los colchones y se rompen”, cuenta Daisy de Franco, directora del Hogar Divino Niño.
En una habitación mucho más amplia hay varias cunas y corrales “Aquí duermen los más pequeños, hay una bebé de un mes de nacida”, comenta la presidenta. El espacio tiene un área con cambiador, otra para preparar los biberones, una tina, sillas y mecedoras para las cuidadoras. Las paredes son blancas decoradas con etiquetas de Mickey y Minnie. Hay cámaras de seguridad y aire acondicionado.
Todo motiva a pensar que están perfectamente bien, reciben atención médica, tienen sus vacunas al día, juegan, están alimentados, educados y cuidados. Sin embargo, no reciben el calor de mamá y papá, el beso de la abuela ni el abrazo del abuelo, tíos o primos. No salen a recrearse al cine, a la playa o a un parque en familia.
Aparte del equipo de cuidadoras, la fundación cuenta con una técnica en enfermería, una trabajadora social, una psicóloga y una nutricionista. “Nuestro objetivo es brindar atención integral”, añade Reina. También tienen el apoyo ocasional de la Policía y voluntarios que cortan el cabello a los niños o imparten talleres.
A las niñas del Hogar María Guadalupe se les brinda seguimiento emocional, clases de inglés, capacitación en corte y confección, peluquería y talleres de maternidad. “Mientras más ocupadas estén, mejor manejan sus emociones”, añade Reina.
El proceso de adopción no es inmediato. Cuando un niño llega, primero se intenta localizar a su familia biológica. Si esto no es posible, se tramita su estatus de “habilitado para adopción” a través de la Autoridad Central de Adopciones de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf). Luego, un comité evalúa a las familias aspirantes y pasa todo un proceso de recepción de documentos y evaluaciones.
Una vez formalizada la adopción, la familia debe estar bajo seguimiento por dos a tres años. Sin embargo, la lentitud institucional sigue siendo uno de los mayores obstáculos. “Si se cumplieran los tiempos legales, en dos meses podríamos resolver casos de niños expósitos. Pero no sucede así”, lamenta Reina.
El Hogar María Guadalupe atiende actualmente a 12 adolescentes embarazadas, muchas de tan solo 10 años. El 85 % de ellas ha sido víctima de abuso sexual continuado. “Tenemos casos de niñas con cesáreas, con preeclampsia, cuerpos que no están preparados para un embarazo”, relata la directora Rocío Restrepo.
Además de los cuidados médicos, el programa incluye educación formal y formación vocacional. Aun así, algunas jóvenes no pueden regresar a sus hogares, donde muchas veces ocurrieron los abusos. “La fundación sigue cubriendo sus necesidades, aunque hayan superado el tiempo de permanencia permitido. No las vamos a dejar en la calle”, afirma. La situación de los niños, niñas y adolescentes que viven en la Fundación Ofrece un Hogar, representa una muestra de los 1.071 que se encuentran en albergues, según cifras de la Senniaf. Son menores de edad a quienes se les han vulnerado sus derechos y fueron retirados de su entorno.
Hay 49 centros de protección en el país para el cuidado de niños, niñas y adolescentes, distribuidos en tres categorías: protección, temporada escolar y recuperación nutricional. De estos, 24 centros corresponden a la modalidad de protección, hay 19 centros destinados a la temporada escolar, y existen seis centros de recuperación nutricional. La Senniaf tiene un presupuesto de 8,1 millones de dólares.
La fundación busca siempre priorizar el interés superior del niño. “A veces las investigaciones familiares se prolongan durante años, esperando una mejora que no llega”, explica Lozano. “Pero la infancia no espera”.
“Aunque los amamos, nunca será igual a que una mamá lo arrulle, le lea un cuento, le cante para dormir. Cada día que pasa es un día menos con una familia, un día menos de cariño, un día menos de muchas cosas”.
