“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
Laguna de Matusagarati; resistencias desde la acción colectiva subalterna
- 12/02/2023 00:00
- 12/02/2023 00:00
Humedal como patrimonio ecológico en conflicto.
Los recursos naturales de un país son parte patrimonial del colectivo social, constituido a partir de la sociedad, desde la ciudadanía, como forma constitutiva de organizarse. Panamá cuenta con una zona muy rica en biodiversidad ecológica denominada: “La laguna de Matusagarati”, ubicada en la provincia Darién en los corregimientos de Rio Iglesias, Pinogana.
“Es el principal humedal de agua dulce de Panamá, el cual abarca cerca de unas 50 mil hectáreas en la provincia de Darién, limítrofe con Colombia. La Laguna es una reserva de agua dulce, uno de los bienes más preciados; refugio de vida silvestre con alto grado de endemismo; criadero de peces y especies acuáticas; vivero de aves migratorias; joya biológica de la provincia del Darién, y por ende de Panamá y la humanidad” (UP-Informa).
Este patrimonio ecológico ha venido a estar en conflictos, por la disputa de los recursos de la naturaleza, en la cual actores privados pugnan con los moradores y colectivos organizados de las comunidades de esa zona por el manejo del recurso natural, estas acciones han generado conflictos.
Los principales conflictos por el recurso natural se deben a intentos de privatización de la tierra en la zona en disputa, acciones que han impactado al ecosistema a través de: talas de árboles, desagües a través de canales y grandes extensiones de adjudicaciones de tierra a inversores privados. Además de otros impactos como la siembra de arroz por parte de una empresa de capital trasnacional, que desarrolló canales de desagües de alrededor de 5 metros de ancho para drenar las aguas que reposan en la laguna de Matusagarati, con el fin de utilizar la tierra para el desarrollo de su actividad económica.
Debido a las acciones contra la naturaleza se ha provocado un impacto al ecosistema de las zonas aledañas al humedal. Esto ha impulsado el desarrollo de la acción colectiva organizada a partir de la agencia de los ciudadanos, que se organizan a través de estrategias de protesta, generando la creación, movilización de diferentes organizaciones ambientales, ecológicas y comunitarias.
Es aquí en donde los sujetos organizados de la comunidad emergen a partir de la incidencia organizativa, articulándose a la Asociación: Alianza por un Mejor Darién (AMEDAR) organizada por diversos especialistas, científicos y personas de la comunidad. Alianza que por más de 20 años han desarrollado actividades de resistencia y de incidencia política: movilizaciones, protestas frente a las entidades públicas, reuniones asamblearias en las comunidades, actividades en centros académicos a nivel superior, en las escuelas, iglesias, redes sociales y de comunicación como medida de resistencia.
Con estas acciones se ha logrado algunos niveles de protección a este ecosistema como la declaración de vida silvestre a esta zona.
“En enero de 2017, Matusagaratí fue declarada 'área protegida, refugio de vida silvestre'. Sin embargo, no fue declarada toda el área del humedal sino sólo una parte, 24.750 hectáreas. Otra pequeña parte ya estaba incluida en la reserva forestal Canglón. Un estudio de CEPSA en 2005 recomendaba crear una sola área protegida: reserva hidrológica Filo del Tallo, con la forestal Canglón, y Matusagaratí. Un ecosistema interrelacionado. Así pues, la declaración de 2017 fue un pequeño pasito adelante en el sentido lógico y científico que debía hacerse” (Belch:2021).
El autor Charles Tilly en su libro sobre la desigualdad persistente, introduce una discusión sobre el efecto del control y monopolización de los recursos que generan desigualdades. Tilly, plantea una postura ontológica de sociedad, donde la exclusión es visualizada como mecanismo de función. Donde la desigualdad es parte constitutiva de la forma de organizase. Es perniciosa, con el fin de causar daño a los excluidos, desde la utilización de recursos disponibles en la sociedad. Por medio de dos mecanismos actúa: la explotación y el acaparamiento de oportunidades. “Dos mecanismos que podemos denominar explotación y acaparamiento de oportunidades causan una desigualdad persistente”(Tilly: 2000).
Desde la subalternidad, es decir desde la forma comunitaria organizadas desde abajo, las comunidades han logrado construir una visión de desarrollo. En la academia existe un concepto denominado “El Buen vivir”, aporte desde los pueblos originarios y subalternos. El buen vivir es una categoría de análisis que hace énfasis en la forma de como los grupos humanos pueden construir ontológicamente un desarrollo que este acorde con el ser humano, naturaleza, las creencias y vivencias socioculturales del mundo en donde se relaciona con su medio ambiente y entorno para producir un desarrollo equitativo y sustentable.
Esta categoría de análisis “buen vivir” tiene elementos fundacionales que dialogan con las ontologías de los pueblos originarios como el Sumak Kawsay concepto en lenguaje kichwa(ecuador) y que significa “buen vivir”. Los autores Hidalgo y Cubillo expresan:
“Sumak Kawsay representa el ideal del proyecto social indígena y comunidades locales, entendido como una propuesta epistémica basada en las instituciones y las formas de vida andino-amazónicas. Sumak, se traduce, por ejemplo, como: plena, bella, hermosa, espléndida, excelente; y Kawsay, como: vida, existencia, incluso como cultura, porque para los pueblos ancestrales amazónicos y andinos, la vida es cultura y la cultura es vida. En tal sentido, es importante entender al Sumak Kawsay, como un concepto que surge y existe en un contexto particular y que se encuentra en permanente” (Hidalgo y Cubillo 2018).
Este concepto del “buen vivir” aplica para realidades como las que vivimos en Panamá, Centroamérica, situaciones de luchas ambientales, ecológicas que permiten pensar a partir de esta categoría de análisis, las formas de entender las comunidades, sus ontologías y luchas en el contexto social, político, económico y cultural.
Las luchas por la defensa de los ecosistemas también son las luchas por la sobrevivencia y convivencia entre la sociedad, el medio ambiente y el desarrollo a partir de una visión de la justicia social, donde la participación y distribución de los recursos no entren en una lógica de mercado; sino una visión integral de la colectividad social.