Uno que es el grupo de Bohuslan Big Band fue en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber
En la plaza toca:
Porque Puma Zumix Grupo juvenil que interpreta...
Vivimos en un planeta diverso en el que coexisten más de 190 Estados nación, los cuales agrupan cerca de 600 lenguas y 5.000 grupos étnicos. Esa variedad de realidades hace necesario que como especie aprendamos a desarrollarnos con respeto, armonía y aceptación.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lanzó esta semana su marco para habilitar un diálogo intercultural en el cual se analizaron los desafíos y oportunidades que tiene América Latina y el Caribe, en la materia.
El documento evidencia que nuestra región se encuentra bastante afectada por la falta de diálogo, lo que obstaculiza la generación de soluciones a escenarios tan complejos como la inmigración, la inclusión de personas con discapacidad, la diversidad ideológica y la construcción de sociedades democráticas.
La titular del Ministerio de Educación, Maruja Gorday, comentó durante el evento que el desarrollo del diálogo intercultural es necesario para “tener una sociedad inclusiva, que proteja los derechos humanos y que sepa resolver los conflictos”.
Se trata de unas aspiraciones que no son alcanzadas en un planeta en el que 1,5 mil millones de personas viven en sociedades con bajos niveles de diálogo. Una realidad que permite desarrollo de pensamientos extremistas, pues el propio informe asegura que el 66% de los ataques terroristas, a nivel internacional, se dan en países donde la libertad de opinión y la apertura de pensamiento no están garantizadas.
En 2021, el 91% de los refugiados provino de sociedades que no están abiertas al diálogo, lo que genera pobreza, inseguridad alimentaria, inestabilidad laboral y otras problemáticas.
Sylvana Lewin, quien forma parte de la sección de Inclusión, Derechos y Diálogo Intercultural de la Unesco, dijo que el desarrollo de un diálogo entre culturas se debe estructurar en dos niveles.
El primer nivel es el macro, que abarca la libertad de expresión, el fortalecimiento de la gobernanza y ciudadanía, la equidad, la cohesión social y la estabilidad y no violencia. Mientras que el segundo nivel, que es el micro, abarca la inclusión y representación, el liderazgo y la organización ciudadana, los vínculos y coherencia, y las actitudes y valores.
En la práctica, para poder ejecutar un diálogo intelectual es necesario armonizar las negociaciones políticas, la educación, los gobiernos locales, la cultura y el arte y los medios de comunicación, dentro de un contexto de paz, libertad de expresión, equidad, cohesión social y ciudadanía.
“No puede haber diálogo intercultural en sociedades manifiestamente excluyentes y opresivas”, dijo Enrique Noel, director nacional de Derechos Humanos y Ciudadanía, del Ministerio de Cultura (MiCultura), durante un panel.
Noel puso como ejemplo las sociedades en las cuales la esclavitud era algo normal. “No había diálogo allí, porque era una represión. Es por eso que lo 'intercultural' debe salir de las fronteras clásicas de lo cultural, para entender que hay fronteras que solventar antes de entablar un diálogo”.
“En la actualidad no vivimos en sociedades formalmente esclavistas, pero sí vivimos algunas exclusiones importantes, porque hay grupos que no logran que su voz esté en los escenarios de conversación”, planteó el funcionario, quien considera que es fundamental que se garantice un “mínimo” de derechos para iniciar una conversación.
El director de Derechos Humanos considera que el diálogo intercultural es en sí mismo un derecho humano, que permite dar visibilidad a la cosmovisión, identidad, esperanzas, y que los conflictos de una población sean escuchados.
“Es precisamente el derecho de poder presentarme en una esfera pública, como lo que soy y quiero ser, lo que permite que derechos como la educación, la salud y otros se puedan fortalecer”, agregó el especialista.
Gilma Viera, representante de la Red de Juventudes Afrodescendientes de América Latina y el Caribe, relató que en nuestra región, cerca de 36,5 millones de personas forman parte de los grupos juveniles afrodescendientes, pero que “se encuentran en mayor desventaja y discriminación en sus países”, que otros grupos sociales.
Esto hace necesario que se genere un marco educativo que sepa “representar esa diversidad cultural”, y que no se limite a cumplir con un currículum académico.
Gabriel Cuatin, representante de la Red de Jóvenes Indígenas de América Latina y el Caribe, indicó que los pueblos indígenas han tenido desde el origen de su historia un pensamiento colectivo, el cual es necesario al momento de plantear un diálogo intercultural. “Para ser colectivo se requiere conocer al otro y comprender su diversidad”.
El problema, según Cuatin, es que esa diversidad se ve amenazada por factores políticos (desigualdad), culturales (xenofobia), sexuales (machismo) y de cosmovisión (la identidad propia de cada pueblo).
Estos argumentos son secundados por Noel, quien alegó que “el problema de la interculturalidad es que no solo se construye desde la diversidad, sino desde la desigualdad”.
“A veces ser diferente te ocasiona ser tratado de forma desigual en la sociedad y eso se debe a un tema de poder”, añadió.
El director de Derechos Humanos de MiCultura dijo que en “sociedades patriarcales” ser hombre o mujer implica una cuota diferente de poder, al igual que sucede en sociedades racistas, con el tema de la raza, o en sociedades xenófobas, con las personas extranjeras.
“El diálogo intercultural existe porque hay diversidad cultural, pero esa diversidad no se reduce a la variable étnica, pues también abarca el género, condición económica, la religión y otros aspectos”, ponderó.
“Si limitamos la diversidad en una fecha, dentro de un calendario, no habrá un verdadero diálogo intercultural, y eso generará una democracia incompleta”, concluyó.